viernes, 7 de marzo de 2014

La zarzuela como escuela



Esta romanza pertenece a "La Canción del Olvido", una zarzuela con una música encantadora y unos contenidos de un machismo atroz. Salvaje. 
Al leer las últimas noticias sobre los malos tratos contra las mujeres que estos días se han publicado en Europa, he comenzado a evaluar, una vez más, lo incardinados que están en nuestra cultura esos rasgos y hábitos demenciales de la seducción violenta y perversa del macho irresponsable y estúpido, encadenado a sus deseos más primarios, irrefrenables y elementales, en una fatuidad donde todo se confunde con su jactancia y su babarie cruel, cavernícola, como la calificaba anteayer Iñaki Gabilondo en su video del día. ¿Cómo, escuchando cosas así, se puede llamar "amor" a una maniobra de poder tan sucia y repugnante, sobre otra persona, perpetrada a posta y con una cínica alevosía que espanta? Un macho idiotizado por sus hormonas, borracho de su propio narcisismo, vulgar y desagradable hasta la obscenidad, más falso que los euros de plastilina, tonto hasta rebosar pero convencido de su poderío, de su magnetismo que sólo busca la "conquista" de lo difícil y que cuando la consigue la olvida en un rincón como si fuese una maleta vieja, sin haberse coscado de que tras su fantasmada hay un ser humano al que está taladrando; es una especie de serial killer que sólo quiere seducir y cazar para poder contárselo a sus admiradores y/o rivales en esas cuestiones de la presunción. La prueba de su miseria es que si la mujer cuando le conoce de cerca, y ve lo que hay bajo los oropeles, asqueada, le rechaza, su "amor", mecánicamente, se convierte en odio y lo único que quiere es destruirla a toda costa. Esta gentuza sólo se quiere a sí misma y muy mal, por cierto. Jamás son felices, están enfermos y muertos en vida, como los vampiros, se mantienen de la energía que "roban" a los demás cuando se exhiben ante ellos y les toman por lo que no son y en su defecto, cuando los humillan, hieren, machacan y destruyen. Dan pena, además de asco.

 Son el signo de que todavía nuestra especie está muy retrasada en su evolución, hasta el punto de que el "arte" y las barbaridades que la propia ciencia  emplea para destruir a saco, son la demostración de la cutrez en que, inexplicablemente,  vivimos inmersos, tratando de embellecer, perfumar y colorear la basura sin reciclar en la caverna y con ella hacer filigranas de la mentira colectiva, del mundo falso e ilusorio que los orientales llaman "maya" y los occidentales sociedad de consumo, poder adquisitivo, cultura, y paradójico "estado de bienestar". Y de toda esa cloaca y de sus juegos macabros se obtiene dinero. 
Es muy curioso que, además, a todos los seres despiertos que denuncian este estado de bajísima estofa en todos los aspectos, a través de la historia in-humana, se les persiga, se les trate de silenciar y ningunear mientras viven, pero cuando se van, les homenajean, les hacen monumentos, fundan sectas religiosas, culturales o idelógicas con el nombre de ellos como señuelo, y con el mismo material que mientras vivieron los autores y canalizadores del pensamiento inteligente, no entendieron, despreciaron y condenaron. Y lo más grave es que no organizan esos tinglados para mejorar nada, excepto sus bolsillos, vendiendo y beneficiándose de la herencia intelectiva de seres que odiaron y seguramente envidiaron, sin saber porqué. ¡Qué peña, porfa!

 





 (traducción al español de uno de los textos más hermosos e inteligentes de la música italiana, una canción del genial Giorgio Gaber, ya desaparecido materialmente, pero inolvidable en la luz que dejó repartida por aquí)




 La palabra "yo"
es una idea que avanza poco a poco
en el niño suena dulce como un eco
un empuje para los primeros pasos
a la ínfima certeza de uno mismo.

La palabra "yo"
con el tiempo asume un tono
más preciso
que termina por hacerse
fastidioso,pero signo
de esa lógica infantil
que es pecado recurrente
aunque venial.
Yo, yo, yo
y, además, yo

El vicio del adolescente
no disminuye con la edad,
en el adulto, extrañamente,
se hace más alarmante y crece

La palabra "yo"
ese extraño grito
que a penas esconde
el miedo a pasar
desapercibidos
el deseo exagerado
y a la vez morboso
que es la imagen truculenta
del Narciso

Yo, yo, yo
y, además, yo

Yo que aquí no he llegado
para disolverme en el anonimato
voy adelante
que no quiero ser como
uno de tantos
por eso me expando
y hasta puedo ser
el centro del mundo


Yo siempre estoy presente
y dispuesto a cualquier bajeza
si me hace importante
debo estar atento
atufado por esta manía
de afirmarme como sea
me inflo, me vendo
empeñado en ser
el centro del mundo

Yo no respeto a nadie
y si es necesario
finjo que soy bueno
debo dominar
no tengo ideales
tan sólo mandar
con sed de poder
yo soy el que manda,
ombligo del mundo

Yo, vanidoso, presuntuoso,
exhibicionista, pomposo, fatuo,
yo, soberbio, megalómano,
fanfarrón, ávido y agobiante,
nauseabundo, arrogante, 
prepotente

Yo, sólo, yo,
y, por todas partes, yo

La palabra "yo"
ese dulce monosílabo inocente
es terrible que acabe por desbordarse
en la lógica del mundo occidental
y quizás, como el último pecado original.
Yo.......







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