El dios de la incertidumbre
La nueva normalidad les suena distópica porque no es a una utopía a lo que vamos a asomarnos. La normalidad, como uso y costumbre, no va a regresar a nosotros sin la vacuna. Sobre eso sí que hay certeza
"Hay dos modos de conciencia:una es luz, y otra, paciencia.Una estriba en alumbrarun poquito el hondo mar;otra, en hacer penitenciacon caña o red, y esperarel pez, como pescador.Dime tú: ¿Cuál es mejor?"Antonio Machado
Ha sido CAT la que ha dejado en el Congreso el grito
indignado de los que buscan la certidumbre y fue Kant el que dejó dicho
que la inteligencia del hombre está proporcionalmente ligada a la
cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar. "El pueblo español
necesita certezas (…) la ausencia de fechas claras provoca
incertidumbre" claman los populares y hasta algunos actores económicos,
como si la vida no fuera ajena a las certidumbres y como si un despojo
de ARN, con destajo de asesino, fuera a firmales ante notario un pliego
de seguridades.
No haber comprendido que la certeza no
será parte de nuestro mundo, porque de hecho nunca lo fue, es no haber
sacado receta alguna de esta debacle. Ni los que encuentran el consuelo
de la fe para apaciguar el miedo a lo incierto dudaron nunca del dios de
la incertidumbre, ese que les animaba en Mateo a velar "porque no
sabemos ni el día ni la hora".
No hay certidumbres, no hay ni siquiera aún certeza científica. Sólo el socrático scio me nihil scire
halla hueco en nuestros corazones. Así que el plan de desescalada es un
desastre, dicen, porque no nos da certezas, porque no pone plazos a
nuestras ansias, porque no nos asegura la seguridad ni el tiempo. El
plan de desescalada es racional porque sólo se ancla en la falta de
certeza, en las preguntas, en la falta de seguridades que preside
nuestro descenso a la categoría no ya de humanos sino de animales cuyos
organismos se exponen a un peligro biológico que luchamos por controlar.
Los
hay quejumbrosos por lo que afirman es un plan incomprensible y
complejo, lioso y poco claro, y en su lamento no parecen darse cuenta de
hasta qué punto expresan su falta de claridad mental. El plan es
meridiano. Ensayo y error, un método heurístico para obtener
conocimiento. No lo tenemos, ese conocimiento. Ensayo y error y
paciencia. Esas fechas que pide la oposición, esas señales con límite,
no dejan de desearse también como mojones en el camino en el que colgar
los dogales políticos del incumplimiento porque es sabido que ningún
gobernante que dé fechas precisas puede asegurar que las cumplirá o
siquiera que no tendrá que retroceder. No poner fecha es estimular
también al ciudadano. Ladran los que consideran que el Gobierno está
haciendo recaer la responsabilidad en los españoles pero, díganme en
serio, ¿quién ha de ser responsable de nuestra propia salud y de la de
nuestros seres queridos, de nuestras vidas, si nosotros mismos
pretendemos no comprometernos en ello? Sí, también y sobre todo es cosa
nuestra cuidarnos. Cosa de hacer bien las cosas. Cosa de ser cívicos y
responsables, incluso siendo conscientes de que todo lo que se permita
hacer no es obligatoriamente lo que hemos de hacer.
El
plan responde a la razón científica. Pretende ir volviendo a la
actividad con un máximo de medidas que eviten el contagio y un mínimo de
riesgo. Nadie asegura que eso produzca planes "lógicos". "No tiene
ningún sentido que la gente pueda ir antes a la terraza de un bar que al
pueblo a ver a su madre. Bueno sí, uno. La presión de la patronal",
clamaba Rufián. Y erraba porque la lógica en la que nos movemos no es la
de antes ni siquiera la del capital ni la de la importancia simbólica
que le demos a las cosas sino la lógica del bicho. Así que sí, es lógico
que puedas ir a una terraza al aire libre, guardando las distancias, y
que no puedas ir a otra provincia que puede estar en mejor situación
epidemiológica porque, Rufián, si los padres viven en un pueblo de la
misma provincia sí que podrás, pero tendrás que valorar si deberás.
La
provincia, el otro aparente escollo que han encontrado como asidero.
Hace falta ser muy parvo para tragarse eso de que la provincia no vale
porque se diseñó en el siglo XIX. ¿Qué pasa con la provincia? ¿No
votamos por provincias como circunscripción? El Gobierno ha dicho que
aceptará otras unidades administrativas si se les propone de forma
motivada. La provincia como estrambote que no rima. ¿Han pensado en lo
fácil que es instalar controles en los límites provinciales? Nunca se me
hubiera ocurrido que la provincia per se fuera centralista y
centralizadora, castradora de la nacionalidad. Si todo lo que chirría es
la provincia, me arraigo en mi postura de que el plan está basado en la
racionalidad y de que compete a cada comunidad entrar en la carrera de
las cosas bien hechas para lograr superar las fases de forma inequívoca.
Hay
también quejas sobre la imposibilidad de obtener rentabilidad de
ciertos negocios jugando con las reglas del coronavirus. Es muy triste,
pero es que es lo que hay. A nadie se le obliga a abrir su terraza con
un 30% del aforo. Con trescientas muertes aún al día es imposible pensar
en amontonarnos más. Vivíamos en la promiscuidad, vivíamos de la
muchedumbre y eso no va a ser posible hasta que la ciencia halle la
vacuna. La ciencia, esa única diosa capaz de producir la certidumbre.
Zozobran
algunos ante la "nueva normalidad" y yo no alcanzo a ver una
construcción más afortunada. La nueva normalidad les suena distópica
porque no es a una utopía a lo que vamos a asomarnos. La normalidad,
como uso y costumbre, no va a regresar a nosotros sin la vacuna. Sobre
eso sí que hay certeza. Recobraremos una suerte de normalidad, por
oposición al confinamiento y al estado de alerta y a los miles de
muertos y a la lucha detonada en hospitales, que es la anormalidad en su
expresión suma. Volveremos a intentar vivir como la pandemia nos
permita. Debería inquietar que nuestra normalidad siga siendo tan
frágil, tan poco normal en suma, y no un término acuñado para que los
ciudadanos, el pueblo, la gente, entendamos que nada va a ser como
antes… todavía. La humana incertidumbre le ha explotado a algunas
generaciones en las manos. Se han despertado en un mundo en el que no
podemos asegurar las cosas. El mundo de siempre, vamos, no el que les
habían vendido. Kant, danos paciencia.
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