Trabajo decente: menos horas, para más gente, en mejores condiciones
Cómo serán las condiciones en que se desarrolla el trabajo humano en este planeta que la Organización Internacional del Trabajo OIT) tiene que reivindicar desde 1999 el trabajo "decente", dando a entender, con toda la razón, que lo que ocurre con docenas de millones de trabajadores en todos los países del mundo es una auténtica indecencia.
En su último informe sobre Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo. Tendencias 2020 (aquí su Resumen ejecutivo) se ofrecen datos reveladores de la situación laboral que más que nunca conviene tener presente un Primero de Mayo.
- 188 millones de desempleados en todo el mundo en 2019.
- 165 millones de personas tienen empleo aunque desean trabajar más horas pagadas.
- Alrededor de 120 millones de personas no están clasificadas como desempleadas, pero están marginalmente vinculadas al mercado de trabajo y podrían encontrar empleo en un futuro próximo.
- En total, por tanto, más de 470 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso al trabajo remunerado como tal o se les niega la oportunidad de trabajar el número de horas deseado.
- Unos 2.000 millones de trabajadores en todo el mundo (61% de toda la fuerza laboral) están empleados de manera informal, mal remunerados y con poco o ningún acceso a la protección social y a los derechos laborales.
- 630 millones de trabajadores en todo el mundo -casi uno de cada cinco de todos los empleados- no han ganado lo suficiente para salir ellos mismos y sus familias de la pobreza extrema o moderada pues ganan menos de 3,20 dólares diarios.
- La tasa de participación de las mujeres en la fuerza de trabajo era del 47 por ciento, 27 puntos porcentuales por debajo de la de los hombres (74 %).
- 267 millones de jóvenes de 15 a 24 años en todo el mundo (22% de ese grupo de edad) no tienen empleo ni educación o formación. En África, la informalidad del empleo afecta al 95% de los jóvenes trabajadores.
- La proporción que representa la renta del trabajo -en contraposición a la del capital– disminuyó a nivel mundial del 54 por ciento en 2004 al 51 por ciento en 2017.
- En 2017, un trabajador perteneciente al 10% más alto de la distribución mundial de la renta del trabajo ganaba un promedio de 7.400 dólares mensuales, mientras que uno del 10% más pobre ganaba solo 22 dólares mensuales (ambas cifras en términos de paridad de poder adquisitivo). Es decir, 336 veces más.
- Si bien la desigualdad de la renta del trabajo a nivel mundial ha disminuido en los últimos quince años -como resultado de la convergencia económica impulsada por países como la India y China-, la desigualdad dentro de los países se ha estancado durante el mismo período.
Si en la mayor y más potente economía del planeta, en Estados Unidos, se han perdido ya unos 30 millones de empleos por esta causa, es fácil imaginar lo que está ocurriendo en el resto del mundo.
Según la Organización Internacional del Trabajo (aquí), más de 436 millones de empresas pueden ver interrumpida su actividad (232 millones, pertenecientes al comercio mayorista y minorista, 111 millones a las manufacturas, 51 millones, a los servicio de alojamiento y servicio de comida, y 42 millones al sector inmobiliario y otras actividades comerciales). Y ese cierre de empresas y el cese de la actividad de trabajadores autónomos va a provocar que se pierdan horas de trabajo equivalente a 305 millones de empleos a tiempo completo y que 1.600 millones de trabajadores de la economía informal, casi la mitad de la población activa mundial, corra peligro inminente de ver desaparecer sus fuentes de sustento.
Si no se pone remedio de manera urgente, global y efectiva a esa pérdida de ingresos estaremos a las puertas de un desastre global porque esa pérdida de ingresos vendrá seguida de hambre y de muertes.
La OIT reclama con toda la razón que las medidas de los gobiernos se centren en evitar el colapso y cierre de las empresas y en poner en marcha planes de reactivación basados en la creación de empleo con paquetes de medidas de estímulo y de alivio de la deuda basadas en la cooperación internacional.
Es el momento de recordar a los gobiernos, y también al de España y a la Unión Europeo en su conjunto, que no están haciendo lo necesario para evitar que cierren miles de empresas y se salve el empleo. Por no gastar ahora, están generando un coste financiero futuro mucho más elevado y un daño social y personal sencillamente incalculable.
Salvar ahora el empleo que destruye la crisis de la Covid-19 y aprovechar la reactivación para instaurar mejores condiciones laborales que avancen hacia el trabajo decente no es solamente una imperativo ético para salvar la vida de millones de personas (lo que ya debería ser suficiente) sino un acto de pura racionalidad económica. Actuar como están actuando la inmensa mayoría de los gobiernos, los organismos internacionales y los bancos centrales es una locura.
En el planeta hay recursos suficientes para evitar la indecencia del trabajo, para reducir sustancialmente la jornada de trabajo haciendo que puedan estar empleadas muchos millones más de personas sin que haya tantas desempleadas o en trabajos que no las sacan de la pobreza, y hay riqueza de sobra para que no se tenga que dar la desigualdad vergonzosa que hay entre las rentas salariales más altas y más bajas y entre las del capital y el trabajo.
Según los cálculos de Oxfam Intermon, los 26 individuos que acumulan las mayores fortunas del planeta poseen más dinero que el que suman en conjunto las 3.800 millones personas más pobres.
Y, hoy, un Primero de Mayo más, tendremos que seguir oyendo que no hay dinero suficiente y que el paro se produce porque las condiciones de trabajo con muy rígidas y favorables para los trabajadores o porque los salarios son demasiado elevados.
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