Un mes y medio confinadas en la residencia en la que trabajan: "Ha merecido la pena porque nadie ha dado positivo"
Tomaron la decisión de encerrarse con los 40 usuarios del centro y ahora otros compañeros les toman el relevo: "Vamos a intentar que todo siga bien y que la situación no se dé la vuelta"
Mientras toda Cantabria se acostumbra
a vivir en la fase 1 de la desescalada, hay un grupo de mujeres que
cuando perdió de vista la calle aún no había un ápice de vida en ella.
Este miércoles comenzarán a retomar sus vidas, pero no en el punto en el
que las dejaron, sino en otro ambiente que se les hace extraño: "Hay
muchas personas fuera, ha sido un mes y medio pero sentimos que todo nos
sorprende", explican.
Y es que su vida cambió el
pasado 1 de abril. Ese día decidieron que su lugar de trabajo -la
residencia Fernando Arce de Torrelavega, en Cantabria- se convertiría en
su casa. ¿El objetivo? Que el coronavirus no llegase ni a los usuarios
del centro ni a sus familias. Y lo han conseguido. Por eso este 13 de
mayo otros compañeros les tomarán el relevo y continuarán manteniendo en
la cuarentena más absoluta a este centro para personas con discapacidad
intelectual.
Ana y Lucía son dos de las cuidadoras que accedieron de
forma voluntaria a cambiar su confinamiento. Ambas confiesan que este
mes y medio "ha merecido la pena" porque han conseguido que nadie en el
centro dé positivo en COVID-19. "Lo repetiría todas las veces que
hiciese falta", admite Lucía. Ana, por su parte, confiesa que si ya le
gustaba su trabajo, ahora le gusta "todavía más".
La
idea de quedarse allí no vino de la dirección como podría esperarse,
sino de un grupo de cuidadoras. "Se lo comunicaron, la empresa lo
estudió y unos días más tarde nos lo propuso. Todas dijimos que sí",
explica Ana. Lo que no sabían era que esos primeros días iban a ser los
más complicados. "Hasta que vimos que pasaban los días y nadie se ponía
enfermo, lo pasamos un poco mal", relata.
Y es que
hasta hace un mes aproximadamente no les hicieron las pruebas PCR, pero
después de dar todos negativo comenzaron a hacer vida en común "como una
familia grande". Al ser sus historias paralelas, también lo son sus
formas de vivirlas, por eso las dos cuentan que lo único que les han
podido aconsejar a los compañeros que les relevan "es que se cuiden y
que se lo tomen con filosofía".
Uno de los trabajadores que este
miércoles se trasladaba a la residencia ha sido Alejandro, el director
del centro de día. A diferencia de sus compañeras, él entra a confinarse
justo en el momento en el que estaba empezando a salir a la calle.
"Siempre he estado esperando a que me llamasen, es un trabajo que tiene
una gran parte social y cuando vienen malas tienes que poner todo de tu
parte", explica.
Su familia, su novia y sus amigos "lo
han entendido porque saben dónde trabajo y que esto podría ocurrir",
aunque lo cierto es que afrontan esta etapa sin una previsión clara de
cuándo podrán volver a ver a Alejandro en persona "porque entre tanto
nos veremos por videollamada". Él, por su parte, tiene claro que la
distancia será dura, pero que su principal pretensión "es intentar que
todo siga bien, sin positivos, y que la situación no se dé la vuelta".
Después
de realizarse la PCR hace varios días y ver que daba negativo, tuvieron
unos días para comenzar a mentalizarse de lo que sería su nueva
realidad: "En Fernando Arce hay chicos muy vulnerables y eso fue lo que
animó a optar por esta estrategia. Gracias a ello todos están sanos y
contentos, así que ojalá siga así porque las personas que entramos hoy
tenemos muchas ganas e ilusión", concluye.
Asimismo,
Lucía y Ana intentan hacerse a la idea de la nueva realidad que les
acontece mientras tratan de desconectar de la cuarta planta de la
residencia que ha sido su hogar durante este tiempo. Ahora les toca
volver a instalarse en su casa y esperar a que las llamen de nuevo.
"Estaremos ahí para lo que nos necesiten, y si tenemos que volver,
volvemos", aseveran.
Por otro lado, los demás
trabajadores -son 18 en total- continuarán allí hasta que les vayan
relevando. Esta decisión, tomada por la empresa, responde al posible
cansancio de los trabajadores y la necesidad que puedan tener de ver a
sus familiares y amigos, aunque Ana y Lucía defienden que ellas se
hubiesen quedado "hasta el final". La próxima semana cinco cuidadoras
más tomarán el relevo a otras cinco compañeras, y la vuelta a la
realidad tras el confinamiento se repetirá para ellas.
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