Indudablemente. Sin la inteligencia de la humildad no habrá nada que hacer. La humildad no es humillación, sino el más importante ingrediente de la sabiduría y compañera de la prudencia; que no consiste en 'saberlo todo', sino, precisamente, en reconocer nuestras limitaciones naturales para gestionar la combinación entre lo que se "sabe" y lo que se ignora y desconoce, que es mucho más de lo que imaginamos. Baste con mirar y reflexionar sobre el momento presente, para comprobarlo. Nadie tiene la receta de la poción mágica de Astèrix. Se da un paso adelante y al día siguiente, pueden darse tres hacia atrás para salvar vidas, derechos, deberes, proyectos o directrices que desaparecen y aparecen como si todo estuviese escribiéndose en modo borrador. Provisional y desechable a las primeras de cambio.
En realidad la dinámica del existir es ésa. ¿Quién puede asegurar que mañana estará como hoy y que nada cambiará a mejor o a peor? Una tormenta con lluvias torrenciales imprevistas por el Meteosat, o un tornado repentino pueden dar al traste con viviendas, negocios y vidas humanas, un virus puede hacer la función de la radioactividad y montar en un tris un genocidio hasta planetario, mientras contamina a diestro y siniestro lo que se usa, se come, se bebe o respira. Lo mismo un accidente, percance, jamacuco o enfermedad inesperada de cualquier tipo. La vida que experimentamos materialmente es así por naturaleza y nuestra evolución no consiste en modificar esa condición para volvernos intocables por el tiempo, el espacio y las circunstancias concomitantes, sino en aprender de todo ello, gestionando la dependencia funcional de nuestro Ser de lo inevitablemente inestable. Es decir aprender a vivir con ello sin "luchar" y sin quemar nuestro tiempo en pedir peras al olmo, ni mucho menos en ser Superman y Superwoman for ever.
El caso es que al identificarnos constantemente con lo que nos pasa, con lo que nos duele o nos divierte, o nos intriga, nos interesa, nos cuentan o vemos en las noticias, se dispara un automatismo que nos arrastra y nos impide estar bien y medianamente serenos en nuestro interior, así nos hacemos fans de cada circunstancia; nadie nos ha enseñado a relativizar el drama del miedo, del enfado, la euforia, la ira, el dolor o del escapar sin asumir nuestros porqués y paraqués, que son inseparables de los cómos, cuandos, dondes, quienes, cuantos y tantos. Nos adiestran, nos domestican, pero el aprendizaje de la liberación es solo nuestro, es una decisión personal que depende de si tenemos o no desarrollada la conciencia, pareja inseparable del alma y semilla imprescindible de la consciencia.
Tampoco nos enseñan a respirar energía como riego por goteo del territorio de la conciencia y del alma, imprescindibles herramientas para la evolución. Ni a descubrir que cada uno de nosotras es un microcosmos, donde átomos, partículas, moléculas, células, tejidos, sistemas, aparatos, órganos y funciones físicas, como cognitivas, mentales y emocionales, convivenciales y comunitarias, están cuánticamente conectados con todo lo que nos rodea, en lo más cercano como en lo más lejano. Individualmente, cada una y uno, somos la réplica del universo en que vivimos, que cambia con nosotros como nosotras cambiamos con él. Gotas de agua sensibles e inteligentes en un Océano inconmensurable de sensibilidad e inteligencia. Por ejemplo Stephen Hawking al final de su vida afirmó que seguramente los agujeros negros no existen, que no podía seguir afirmando su existencia porque no los podía comprobar como en otro tiempo había hecho. Eso quiere decir que todo puede cambiar indefectiblemente y que nosotros somos parte del cambio. Como nuestras células en sus procesos cambian nuestro cuerpo y nuestra mente pude igualmente cambiar el sentido biodinámico de nuestra células. Por eso hay enfermedades y curaciones, muchas veces espontáneas y repentinas. Como hay meteoritos o cometas o borrascas y cambios atmosféricos. Nada está separado aunque aparentemente lo parezca; aunque como pistas están las coincidencias y la sincronicidad, que cuando vamos despertando comienzan a ser cada vez más evidentes y frecuentes. Cuando vamos despertando empezamos a descubrir un mundo paralelo y activo, tan real, que no podemos diferenciarlo del de siempre, que a su vez se va modificando mediante la experiencia de integración. De hecho ha habido y hay psicólogos, como Ira Progoff, que tratan a los pacientes haciéndoles llevar un "Diario de Integración" con esa finalidad.
Creo, por todos los síntomas a todos los niveles, que este momento histórico es una consecuencia indiscutible de la necesidad evolutiva de ese giro copernicano ya inevitable tanto en el plano de la conciencia colectiva como en el de la conciencia individual, que hasta ahora han disfuncionado cada una por su cuenta. Lo que se ha reflejado a través de la Historia y de la Antropología en las formas de vida y de experiencia humana. Por separado, el ser humano está roto. Y ya hasta el propio Planeta es la prueba del algodón de esa evidencia. Si no cambia el derrotero la humanidad desaparecerá y no tardará en hacerlo, porque ya está afectada gravemente la Naturaleza, de la que somos parte, y ha sido ella, la que ha permitido que los virus demuestren a nuestra especie su propio espejo.
Por eso la cogobernanza debe ser y será la única salida del túnel, si es que se quiere salir de él. Habrá tiras y aflojas, habrá potencias que hasta esperen rentabilizar este estado de necesidad y confusión global para hacerse hegemónicas, partidos políticos tentados por el mismo tirón, pero no será posible salir bien parados de esa locura, porque solo desde dos modos combinados de hacer y gestionar se podrá salir adelante: lo local gestionado desde lo local tendrá que hacer una red solidaria y de corte federalista global, para poder solucionar las grandes carencias, de modo que se corrijan los abusos, se suprima la esclavitud laboral y se abran puertas a la igualdad palnetaria. No pueden seguir siendo biocompatibles Nueva York, Bruselas, Pekin, Berlin, París, Barcelona o Milán, con los vertederos de Ghana, Somalia, Costa de Marfil, las favelas brasileñas, Palestina, Irak, Siria, o los campamentos de refugiados y los CIES en el área mediterránea. Ese estado de enajenación social y personal no es compatible con la vida. De modo que si no se logra la solución mediante la toma de conciencia, estaremos cada vaz más cerca de la extinción, en modo exponencial.
Es evidente que la necesidad y el miedo serán los motores primarios, pero los pasos que se pueden llegar a dar en esa línea macro comunitaria universal basada en el respeto imprescindible y el cuidado solidario de lo micro territorial, serán muy pedagógicos y sanadores de tanta herida antropopática, alienada, sin alma ni conciencia. El hecho de que la fragilidad humana se ponga de manifiesto sin excepciones, afectando a todas las clases sociales por igual, como la inseguridad y pérdida de control sobre una pandemia de la que no se sabe cómo puede sorprendernos en cualquier momento, creo que va a sentar precedentes muy distintos en el Planeta, que nos va centrar en nuestra verdadera realidad y a sacarnos de los falsos paraísos intocables. Y a que sea el modo ONG el método más eficaz de reparación planetaria. Voluntarios y especialistas del mundo entero implicados personalmente en el dolor de la familia humana, sustituyendo poderes políticos, militares y financieros. Tocando el suelo cada día para descubrir que el cielo está dentro de cada paso generoso e inteligente, empático y eficaz que damos hacia la integración del dentro y el fuera, de lo universal a lo particular con ida y vuelta , como billete hacia un presente constantemente nuevo y a estrenar. Mientras vamos descubriendo y conquistando el nuevo continente, el sexto que empieza a verse en el horizonte entre las brumas de miedo y de la inseguridad, del error y del acierto a medias: se llama Conciencia. La única vía disponible para que aun haya futuro.
Creo, por todos los síntomas a todos los niveles, que este momento histórico es una consecuencia indiscutible de la necesidad evolutiva de ese giro copernicano ya inevitable tanto en el plano de la conciencia colectiva como en el de la conciencia individual, que hasta ahora han disfuncionado cada una por su cuenta. Lo que se ha reflejado a través de la Historia y de la Antropología en las formas de vida y de experiencia humana. Por separado, el ser humano está roto. Y ya hasta el propio Planeta es la prueba del algodón de esa evidencia. Si no cambia el derrotero la humanidad desaparecerá y no tardará en hacerlo, porque ya está afectada gravemente la Naturaleza, de la que somos parte, y ha sido ella, la que ha permitido que los virus demuestren a nuestra especie su propio espejo.
Por eso la cogobernanza debe ser y será la única salida del túnel, si es que se quiere salir de él. Habrá tiras y aflojas, habrá potencias que hasta esperen rentabilizar este estado de necesidad y confusión global para hacerse hegemónicas, partidos políticos tentados por el mismo tirón, pero no será posible salir bien parados de esa locura, porque solo desde dos modos combinados de hacer y gestionar se podrá salir adelante: lo local gestionado desde lo local tendrá que hacer una red solidaria y de corte federalista global, para poder solucionar las grandes carencias, de modo que se corrijan los abusos, se suprima la esclavitud laboral y se abran puertas a la igualdad palnetaria. No pueden seguir siendo biocompatibles Nueva York, Bruselas, Pekin, Berlin, París, Barcelona o Milán, con los vertederos de Ghana, Somalia, Costa de Marfil, las favelas brasileñas, Palestina, Irak, Siria, o los campamentos de refugiados y los CIES en el área mediterránea. Ese estado de enajenación social y personal no es compatible con la vida. De modo que si no se logra la solución mediante la toma de conciencia, estaremos cada vaz más cerca de la extinción, en modo exponencial.
Es evidente que la necesidad y el miedo serán los motores primarios, pero los pasos que se pueden llegar a dar en esa línea macro comunitaria universal basada en el respeto imprescindible y el cuidado solidario de lo micro territorial, serán muy pedagógicos y sanadores de tanta herida antropopática, alienada, sin alma ni conciencia. El hecho de que la fragilidad humana se ponga de manifiesto sin excepciones, afectando a todas las clases sociales por igual, como la inseguridad y pérdida de control sobre una pandemia de la que no se sabe cómo puede sorprendernos en cualquier momento, creo que va a sentar precedentes muy distintos en el Planeta, que nos va centrar en nuestra verdadera realidad y a sacarnos de los falsos paraísos intocables. Y a que sea el modo ONG el método más eficaz de reparación planetaria. Voluntarios y especialistas del mundo entero implicados personalmente en el dolor de la familia humana, sustituyendo poderes políticos, militares y financieros. Tocando el suelo cada día para descubrir que el cielo está dentro de cada paso generoso e inteligente, empático y eficaz que damos hacia la integración del dentro y el fuera, de lo universal a lo particular con ida y vuelta , como billete hacia un presente constantemente nuevo y a estrenar. Mientras vamos descubriendo y conquistando el nuevo continente, el sexto que empieza a verse en el horizonte entre las brumas de miedo y de la inseguridad, del error y del acierto a medias: se llama Conciencia. La única vía disponible para que aun haya futuro.
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