sábado, 30 de mayo de 2020

Lúcida, genial, certera como un rayo de cordura, honesta y consciente como pocas, con una ética inasequible a los bajones, Lidia Falcón retrata con pelos y señales el "marco incomparable" de lo que nos espera si no espabilamos YA. ¡Gracias, hermana!

La reconstrucción económica que nos espera

/Público


Las fábricas de automóviles Nissan de Barcelona cierran. Tres mil trabajadores se quedan sin empleo y veinte mil más de las industrias complementarias. Veinte mil familias, siendo muy prudentes podemos contar sesenta mil personas que hoy no saben cómo ganarse la vida. Alcoa de fabricación de aluminio en Galicia también liquida su producción, mil trabajadores más en la calle. Y sus familias.
Era de esperar. Antes de que se tomaran las medidas de confinamiento por la pandemia el paro se había situado en el 14%, el doble de la media de UE, que es el suelo del paro estructural de España, y hemos vivido periodos del 18 y hasta del 23%. El Capital en España cuenta con ello. Son el ejército de trabajadores de reserva de que habla Carlos Marx. Ellos, situados en los estratos más bajos de la escala productiva, en un buen porcentaje emigrantes de países subdesarrollados, azotados por las guerras que ha organizado ese mismo capital para arrebatarles las materias primas, son muy útiles para mantener los salarios bajos, la ausencia de garantías laborales y lo que llama la patronal "movilidad laboral". Es decir, la disposición de los trabajadores para ser trasladados a otros centros, incluso ciudades, sin fijar horarios, contratos por días y por horas, el despido libre incluso de enfermos y embarazadas, los falsos autónomos, y toda la panoplia de métodos de explotación y de esclavitud que logró implantar la patronal en España a partir de la crisis de 2008. Y que ningún gobierno, incluyendo el benéfico PSOE, ha derogado ni piensa hacerlo, aterrado ante la ofensiva del Capital, las advertencias de la Comisión Europea, la presión de los lobbies empresariales y la campaña mediática contra la derogación de la reforma laboral que, con toda desvergüenza, han desencadenado los voceros de la derecha en los medios de comunicación que dominan.
Era de esperar, repito. Esta crisis la hemos vivido a partir de 2008, pero en otros ciclos anteriores ya la habíamos padecido. Nuestro tratado de adhesión al Mercado Común nos situó como país turístico y nos impuso liquidar el tejido industrial que se mantenía desde el siglo XIX, reducir la ganadería de altura y ciertos cultivos que tienen que competir con Marruecos, y dedicarnos al turismo. Turismo, palabra mágica que nos ha salvado de situarnos al nivel económico de los países llamados "en vías de desarrollo". La desaparición de nuestra producción industrial, que nos ha llevado al ridículo de no poder fabricar ni mascarillas, nos entrega inermes a intentar recuperar desesperadamente los ochenta millones de turistas anuales que nos dan de comer, a cambio de destrozar el medio ambiente: playas, mares, lagos, ríos, montañas, deteriorar los edificios históricos milenarios; que convierten nuestras ciudades en lugares infernales, y cuyos usuarios se dedican a las borracheras, los balconing, las peleas y agresiones, mientras nos llenan de basuras y contaminan acústicamente las noches de verano.
La mayoría de la población española ignora que la II República realizó un estudio por parte de ingenieros, constructores y ambientalistas para proteger la Costa Brava del deterioro que podía ocasionar el aumento de viajeros, como se les llamaba entonces. ¡En 1932! Ese estudio, que deseo se encuentre guardado en algún archivo, nunca pudo ser realizado. Para impedirlo se ocuparon la Guerra Civil y la dictadura. En vez de aquella belleza inigualable de las montañas boscosas del Ampurdán, que se eleva sobre las pequeñas calas y las hermosas playas de la Costa Brava, hoy las construcciones crecidas en el último medio siglo han fagocitado bosques, colinas, playas y calas, y vertido todos los desagües al antiguo Mare Nostrum antes azul prístino, de suave oleaje y temperatura ideal para el ser humano. Cuna de la civilización occidental.
No será secreto para nadie el estado en que se encuentran nuestras costas desde Portbou a Algeciras. Causa espanto ver las urbanizaciones construidas con ladrillo sobre ladrillo en la Costa Brava, en la Costa Dorada, en Levante, en el Mar Menor –hoy desaparecido- en Marbella, en Cádiz, en Mallorca, en Ibiza, en Gran Canaria, en Tenerife.
La industria turística es además la escuela de la zafiedad, del mal gusto, de la incultura, del alcoholismo. Resulta insoportable unirse a un grupo y seguir la manada de alegres, maleducados y borrachos turistas para escuchar de un guía turístico mal informado el relato estúpido de las bellezas y costumbres locales. No sólo no se ofrecen explicaciones precisas y veraces sobre la historia del territorio sino que se modifican a tenor de lo que la empresa supone que ha de gustar a la clientela, contando anécdotas banales y muchas veces falsas.
La Barcelona industrial, que era puntera en la industria textil, química, farmacéutica y pequeña metalurgia, la monumental que la burguesía mimó en sus edificios emblemáticos, y la medieval que es la ciudadela conservada más grande de Europa después de París, se ha convertido en una urbe a donde arriban varios cruceros diarios con cuatro y cinco mil personas que desde el puerto hasta la Diagonal se convierten en hordas de gentes gritonas y maleducadas que dejan su rastro de basuras malolientes indeleble en los centros históricos, edificios y ramblas. Pero ese turismo no ha traído la riqueza necesaria para que los barrios pobres como El Raval no sigan mostrando el rostro de la miseria y el abandono, amén del tráfico de drogas y de la prostitución.
Tantos elogios como nos prodigamos por nuestra gastronomía y no escucho las voces que deberían denunciar la bazofia que se come en los viajes turísticos y en todos los tugurios: tabernas, cafeterías, restaurantes, chiringuitos callejeros, montados al calor de la llegada de turistas; la estafa de los precios, la insalubridad de los alimentos y la falta de higiene.
A este destrozo estético de nuestras costas y la aglomeración de gentes en las partes más emblemáticas e históricas de nuestras ciudades, hay que añadir, y no es menos preocupante y peligrosa, la contaminación medio ambiental.  El informe del 29 de mayo de 2020, emitido por Tendencias Científicas, afirma que "El turismo ya es una de las industrias más contaminantes". Representa el 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
El turismo mundial se ha consolidado como una de las industrias más contaminantes: representa el 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, de las que el 12% corresponden a los viajes aéreos. El impacto del turismo crecerá hasta el 40 por ciento en 2025 si no se cambian las políticas y los hábitos.
Según la OMT, las llegadas de turistas internacionales registraron un notable aumento del 7% en 2017 hasta alcanzar un total de 1.322 millones. El sector mueve 1,4 billones de dólares cada año y supone el 7% de todas las exportaciones de bienes y servicios del mundo. A estos datos hay que unir los de un estudio de la Universidad de Sídney, según el cual la huella ecológica del sector ha superado los 4.500 millones de toneladas métricas en 2013, cuatro veces más de lo previsto, representando el 8% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Si esta tendencia se mantiene, la huella de carbono del turismo mundial aumentará hasta un 40 por ciento antes de 2025, cuando alcanzará los 6.500 millones de toneladas métricas de CO2, si no se cambian las políticas y los hábitos, según la misma investigación.

 La investigación, publicada en Nature Climate Change,  ha reunido datos de 160 países y descubierto también que los viajes en avión representan el 12 por ciento del total de la contaminación que genera el turismo.
Además de las emisiones de dióxido de carbono, las emisiones de otros gases de efecto invernadero relacionadas también con la actividad turística, como los que se generan con el mantenimiento de las infraestructuras (de hoteles y aeropuertos), así como las emisiones vinculadas a la compra de alimentos, bebidas y recuerdos para los turistas, ha elevado el porcentaje de la implicación del turismo en las emisiones contaminantes hasta el 8 por ciento.
A la vista de los nuevos datos, la investigación ha determinado que el turismo es responsable de casi una décima parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, y que los vuelos son un componente importante de esta contaminación, algo que según los investigadores fue obviado por el Acuerdo de París para contener el calentamiento global.
La investigación destaca también que la huella ecológica del turismo aumenta a medida que aumenta el tráfico de viajeros de un lado al otro del mundo y que los ingresos que obtiene esta actividad no tienen impacto en la reducción de la contaminación que genera el sector. Este estudio, resultado de año y medio de trabajo, es el primero en cuantificar la  huella turística mundial en toda la cadena de suministro, desde vuelos hasta recuerdos turísticos, y pone de manifiesto que el turismo se ha revelado como un importante y creciente contribuyente a las emisiones de gases de efecto invernadero.
 Hay que volar menos y pagar más, es la consigna de la autora principal de esta investigación, Arunima Malik.
Pero esta consigna significa arruinar el turismo de masas en el que se basa la riqueza de España. Y es a él, como única solución defendida incluso por economistas de fuste, al que tenemos que fiar nuestro futuro. Que va a ser bastante más triste que el que predecía Alvin Toffler en El shock del futuro de los años 70, y que nos aseguraba un mundo feliz, basado en las nuevas tecnologías. Esa transformación de la economía que defienden los burgueses de hoy cuando aseguran que la clase obrera ha desaparecido. O en todo caso queda arrinconada en el sudeste asiático donde nos fabrican los coches y los neumáticos y las camisas una legión de esclavos que no importan a nadie.


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Tal vez, el problemón que se nos plantea a todos los niveles laborales, económicos, sanitarios y funcionales, como de supervivencia, sea el impulso que necesitamos para abrir los ojos y cambiar ideas preconcebidas y formas de funcionar sin salida en un tiempo que nos supera en su dinámica como respuesta a nuestra depredación como especie intoxicada por un capitalismo feroz capaz de acabar con todo lo que existe. Incluido el Planeta y la propia especie humana, unida a  tan terrible destino a todos las especies vivas. 

Que estamos en las últimas es un hecho. Pero también si queremos cortar la sangría del desastre y vacunarnos contra el finiquito cada vez menos diferido y más acelerado si seguimos en este plan, aun podemos construir vida y posibilidades a partir del propio desastre. Tenemos delante una España vacía, regiones, comarcas, pueblos enteros, campos abandonados, y al mismo tiempo, un hundimiento laboral de escándalo con el cierre en cadena de fábricas, de industrias y empresas. Es decir, que tenemos un espacio inmenso para poner en marcha y miles y miles de trabajadores y trabajadoras en la calle. Por un lado miles de pueblos sin nadie y miles de casas vacías y por otro hacinamientos, deshaucios por falta pago de alquileres astronómicos, embargos por insolvencia hipotecaria, falta de alimentos y de recursos imprescindibles para sobrevivir, y todo ellos en medio de una riqueza natural que se ignora y se margina, porque no está inserta en medio del consumo y el destrozo. 

En un mundo enfermo como este, potenciar agricultura y producción de alimentos sanos es tan fundamental reeducarnos en el consumo de productos del entorno natural como fomentar y potenciar desde el estado la agricultura sostenible y ecológica, igualmente es cada vez más imprescindible la producción de energías limpias para el consumo energético y para alimentar motores del transporte que no contaminen el medio ambiente, la fabricación de placas solares para las viviendas, como hacen en la Sonen Staat de Freiburg, en el Sur de Alemania, -en cuya región gobiernan Los Verdes, desde hace más de 40 años- que permite el consumo gratis de energía para las familias más económicamente débiles, el fomento de la producción artesanal y ecológica de tejidos, ropa, calzado, productos de higiene hechos a partir de productos naturales, por ejemplo, en Soria existe desde hace muchos años una empresa farmacéutica que fabrica medicamentos a partir de las plantas que la misma empresa cultiva, recolecta y transforma en diversos productos. Se llama Soria Natural y es una fuente de trabajo para toda la región. Además se puede fomentar el trabajo on line si se facilita la conexión a internet de las zonas abandonadas que se vayan repoblando. 
La reconstruccción de los pueblos abandonados daría mucho trabajo a las empresas constructoras y a las fabricantes de materiales ecológicos para construir. Se puede hacer material de construcción con los muebles viejos, con los mismos derribos y maderas desechadas, se puede reciclar el tejido de las alfombras, tapicería, lana, algodón, lino...y al mismo tiempo fomentar el cultivo de esas plantas para evitar los tejidos cuyo origen es plástico, nylon y fibras artificiales contaminantes. 
Las familias que repueblen esas zonas necesitarán tiendas, farmacias, algún bar, horno, carpintería, zapatería y también centros de confección y compostura de ropa, de calzado, escuelas, institutos, centros de cultura, bandas de música, centros de salud y atención sanitaria, hospitales pequeños, adaptados al medio,  como equipos municipales de cuidados para ancianos, nada que ver con las residencias como negocio, talleres de reparación de maquinaria, de relojes, fábricas de reciclado de papel y cartón, de envases ecológicos, de material biodegradable, de cosmética limpia y natural, de envases de vidrios reciclados, creación de empleo en cuidado de los bosques y la prevención de incendios como el cuidado del medio ambiente, creando depósitos subterráneos para la incineración de rastrojos y así evitar incendios forestales, en fin...que vida hay, material para ponerla en marcha, también. Incluso el turismo se puede mejorar y transformar en una oferta distinta, que reparta por los pueblos a quienes quieran conocer otra España, real y sana, un turismo de cultura rural, en pequeñas dosis, en casas gestionadas por los habitantes de cada pueblo, con programas de senderismo acompañado, de visitas arqueológicas guiadas y de convivencia con un ambiente más sano y sereno que el de las ciudades. 

Es el momento de ponerse en marcha, de no querer seguir deslizándonos por el terraplén que acabará enterrando esta impresentable descivilización  en el abismo consumista, depredador y sin futuro alguno que nos espera si esto sigue como va.  Ese cambio de vida nos hará cambiar de mentalidad, liberarnos de los tics de la rutina, de la dependencia del desastre como única salida, nos hará más libres y despejados para elegir, decidir, unirnos y cooperar en iniciativas y proyectos compartidos y pensados en común. 
Es mucho más fácil organizarse desde lo pequeño, lo cotidiano, lo próximo, desde el mundus minor, que funcionar como tornillos de máquina, en la mecánica teledirigida por las finanzas y los emporios empresariales, en plan Big Brother orwelliano, que disponen y mangonean escondidos en legislaciones compradas, a su interés y capricho: el mundus maior
Mucho mejor, volver a la Caja Postal de Ahorros en la Plaza del Pueblo, que solo invierta en las personas y sus proyectos en la comarca y jamás lo haría especulando en la bolsa ni en Wall Street. Por eso están a salvo de la ruina especuladora,como ha pasado en España con las Cajas de Ontinyent y de Manacor, las dos únicas entidades que nunca invirtieron en fraudes bancarios, solo en proyectos comarcales sanos y limpios, de los vecinos. En fin, que sí, que se puede, que nada es eterno ni divino, sobre todo cuando se sostiene mediante la explotación, la injusticia y el robo a mano armada de una casta cerrada sobre sí misma y adicta a la bulimia financiera a costa del prójimo más explotado y perjudicado. 

Si nos ponemos las pilas de la conciencia, si sabemos aprovechar las buenas ideas para hacerlas comunes  y no para forrarnos, si somos lo suficientemente inteligentes como para comprender que el verdadero progreso solo es posible mediante la generosidad, la altura de miras y la solidaridad del bien común bien organizada entre todos y todas, conseguiremos no solo salir de esta, sino entrar en un plano de la existencia que nunca más conseguirá hacernos tanto daño y utilizarnos, para crear tanta desgracia, a causa de nuestra falta de conciencia y de un legado desastroso en nuestra historia y cultura. Todo está por hacer. Y eso abre tantas puertas, como liquida el mal fario que nos ha hecho tanto daño por no reconocerlo y seguirlo a base de rutinas sacralizadas, como si fuese dios. Un dios de pacotilla, claro, ideado por los mismos que nos educaron y llevaron durante siglos por la calle de la amargura. Lo verdaderamente divino es el ser humano cuando descubre quién es y puede experimentar y comprender para qué ha nacido de verdad.

Ahora cuando los  mismos gestores del desastre se están cayendo a cachitos, es el momento de salir de Egipto, como hicieron los hebreos con Moisés, escapando de los faraones del forring office. Nuestra tierra prometida es la España vaciada a saco por el sistem in failure que descubrimos en la peli de Matrix, y que al parecer está resultando ser mucho más real que imaginaria. Era una peli profética.









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