Aquí va el artículo para Altaveu, Esther. Ya me comentas. Besicos!
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7 may. 2020 18:10 (hace 2 días)
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LA MOCHILA DEL MIEDO
Entre
los temas que se han propuesto para reflexionar en Altaveu he
elegido el del miedo. Porque estoy convencida de que es la clave de
casi todos los problemas de ajuste en la convivencia entre los seres
humanos. El miedo está presente en nuestra especie desde la noche de
los tiempos. Nace con nosotros. Por eso, seguramente, nacemos
llorando.
¿Es
un instinto, una emoción, un pensamiento? ¿Qué lo produce?
Es
una emoción instintiva capaz de producir pensamientos y condicionar
la mente, la conducta, las relaciones interpersonales y hasta la
salud. Con él somos capaces de crear un paradigma que nos puede
condicionar la vida, las decisiones, la libertad y el conocimiento de
la realidad, falseándola y deformándola.
¿Es
el miedo igual en todas las culturas y situaciones o presenta
diferencias?
El
instinto es el mismo: huir, evitar y hasta perseguir, combatir y destruir sin pensar en las consecuencias, aquello que amenaza nuestra
seguridad y/o nuestra supervivencia o nuestro bienestar o nuestro
nivel de vida, nuestra libertad, nuestros placeres, nuestras posesiones, cargos,
trabajo o prestigio.O simplemente nuestras costumbres y creencias. "Lo nuestro", eso cuyo valor y calidad fundamental importa menos que el hecho de ser "nuestra propiedad".
¿Qué
diferencia hay entre el miedo de un emigrante y el de un europeo bien
situado? Creo que no son estados comparables aunque el mecanismo
del miedo sea el mismo. ¿Qué diferencia hay entre el miedo de un
emigrante y el de un europeo oprimido y marginado en su propia
cultura? Creo que, en esencia, ninguna. La situación es idéntica
aunque las culturas sean muy distintas. Ambos están condenados a la
marginación, de entrada. Aunque si el emigrante está más sano y
mejor dispuesto para la integración tendrá más y mejores
oportunidades de alcanzar un nivel de vida digno, cosa que el
marginal autóctono nunca podrá conseguir si no acepta reeducarse e
insertarse en la sociedad por la que ha sido y se ha sentido
rechazado.
Digamos
que ese miedo connatural tiene una explicación sociológica,
económica y política; está generado por la desigualdad, la
injusticia y la terrible inconsciencia del egocentrismo, que también
está conectado con el miedo. De hecho, acapararlo todo, querer para
sí mismo todo el poder y toda la riqueza, la misma avaricia e
incluso la violencia son productos del miedo a no ser nada o nadie
sin riquezas y poderes que garanticen unos valores personales, que no
se tienen. De lo contrario, si se tuvieran esos valores, no sería
necesaria tanta “lucha”, tanta intriga, tantos tinglados y
corrupciones, tanta claudicación ante la miseria moral que ha dado
como resultado un sistema deshumanizado y condenado por sí mismo a
su deterioro exponencial y a la extinción, por el mero hecho de ser
insostenible en todos los aspectos.
En
realidad nuestra civilización occidental solo ha sido un organismo
antropológico fagocitador del planeta Tierra; se ha esmerado en
invadir y apropiarse de continentes, mares, océanos y hasta de la
atmósfera como autopista hacia el vacío, empujada por un sinsentido
fundamental carente de conciencia. Ha hecho de la ciencia un barullo
especulador y de las relaciones humanas un negocio consumista. Del
trabajo un suplicio y una forma ineludible de opresión y explotación
y del ser humano una máquina de producir y consumir. De acaparar o
de servir, de amos y esclavos, que se esfuerzan cada día por no
asumir que son víctimas y verdugos de sí mismos, por idéntica
causa: el miedo.
Por
miedo a la pobreza generaciones enteras se han sumergido en la
ambición, conquistando tierras que no le pertenecen a nadie, que,
para más inri, en realidad son un usufructo de todos,
principalmente de los que las habitan desde hace siglos e incluso
milenios, nadie posee nada cuando llega a este mundo y nadie se lleva
nada cuando se va de aquí, es más, el único capital que puede
llevarse es una conciencia sana, una paz gozosa por haber dado lo
mejor de sí mismos , sembrando igualdad, empatía fraterna y amor
sin fronteras.
El
principal impedimento para obtener la lucidez necesaria que nos
facilite la comprensión de esta realidad, es el miedo a sufrir si se
carece de riqueza y de poder ya sea adquisitivo, emocional, mental,
operativo o financiero. Por eso también la seducción, mediante
ideologismos, credos religiosos pero no espirituales, ciencia
manipuladora, publicidad de todo el conjunto abductor, se utiliza
para “enamorar” voluntades y manipularlas a tutiplén. El éxito
consiste en “conquistar” clientes consuetudinarios, que adquieran
la costumbre de asumir como propio y sin reflexión autocrítica el
discurso propagandístico diario, cuyas dosis nos dan en las noticias
como en las tertulias mediáticas, en las películas y series,
generalmente procedentes de grandes emporios empresariales que hacen
de la cultura de la imagen su caballo de Troya perfecto.
Si
conseguimos romper el maleficio del engaño y salirnos de la ratonera
mientras contemplamos sus manifestaciones en las pantallas, relatos,
noticias o redes sociales, observaremos que en la base de todo
argumento o propuesta, late el miedo. Puede ser el miedo a no estar
al día, a no enterarse bien de los rifirrafes, puede ser el miedo a
no ser popular y aplaudido por fans de Instagram o de Fbook. El miedo
a ser engañados por “los malos”, el miedo a que gobierne el
“enemigo” que piensa distinto, el miedo a que los emigrantes nos
quiten “lo nuestro”, como si nuestra cultura maravillosa no les
hubiese dejado a ellos en la miseria quitándoles “lo suyo” desde
los grandes imperios hasta hoy.
Miedo
es la enfermedad más grave de nuestra civilización. El origen de
los complejos de inferioridad y de superioridad, que en realidad son
dos caras de la misma moneda. Una sintomatología que despista,
porque casi siempre va de sobrada y de quejica, alternativamente.
Cuando un pobre sin evolucionar ni haber entrado en sí mismo
aprovechando la tesitura de su estado, se hace rico o poderoso de
repente, se comporta salvo excepciones, con la misma prepotencia y
banalidad que los ricos, e incluso, puede que se vengue de quienes le
miraban mal en su anterior estado. Algo así sucedió en la Rusia
comunista tras vencer al enemigo ricachón y conquistar el poder
social. ¿No habría sido más inteligente,práctico, eficaz y humano
que en vez de matar al Zar y a su familia y a los más ricos, les hubiesen reeducado y
regenerado como seres humanos trabajadores y normales sentando un
precedente de verdadera revolución que cambia el mundo? Un pueblo
despierto y sano lo habría hecho así, pero era imposible que
habiendo sido domesticados y torturados por el miedo, tuviesen
reacciones de mejor calado hacia sus verdugos y explotadores, el miedo sin superar se transforma en rencor y en odio. De ese
modo un legado tan inteligente y justo como el de Karl Marx se
utilizó como directriz manipulada de una nueva
forma de injusticia, que por llamarse “dictadura del proletariado"
no demostró ser más sana y justa que la dictadura del capital,
por eso el mundo no ha cambiado y vuelve una vez y otra al mismo
derrotero.
Puede
que la clave sea que sólo la evolución de la conciencia, que es la
materialización práctica del alma, sea el motor de ese cambio de
civilización, y lo primero que nos quita es el miedo. Ojo, que eso
no significa ser unos kamikazes y lanzarse a la vida sin
reflexionar ni aprender a gestionar la realidad de cada día, todo lo
contrario: solo mediante una reflexiva toma de conciencia
consciente, se puede cambiar
una misma y en consecuencia, el mundo inmediato que nos rodea. Porque
si uno mismo cambia es inevitable que haya repercusiones y “contagio”
curativo alrededor.
Tenemos
muchísimo que aprender de nuestros hermanos y hermanas
emigrantes refugiadas -todo migrante es refugiado, porque lo mismo
mata el hambre, la enfermedad sin remedios , la escuela sin recursos,
la pobreza extrema y la esclavitud desalmada del capitalismo, que las
bombas y la metralla -.
En
los cuatro años que llevo cooperando con nuestras hermanas y
hermanos migrantes, voy descubriendo en
primera persona que
tienen mucho menos miedo y más energía, salud
psicoemocional, esperanza
y optimismo que nosotros, los “ricos” y
“listos”
de Occidente. Y si por fortuna este mundo desquiciado logra
sobrevivir a las pandemias de su propia fabricación, acabará por
comprender, cuánto
tiempo y recursos ha perdido invirtiendo en el negocio equivocado,
porque el primer y más básico ‘negocio’ es el milagro de la
vida
revelado en
cada ser humano ,
una riqueza insustituible que nunca jamás ni bajo ningún concepto
ni dogma debe abandonarse en manos del miedo, aunque se presente
disfrazado de dios. Más aun, si se presenta de ese modo, no sólo no
es dios, es el timo de la estampita.
Está
cada vez más claro: el único modo de ser libres, sanos, justos y
felices, es dejar para
siempre en
el contenedor de la basura la mochila del miedo. Para ello hay que ir
dando forma a la mochila compartida
de
la generosidad individual y el optimismo de la inteligencia
colectiva.
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