El coronavirus baja a la ciencia de su pedestal, ¿habrá una crisis de confianza?
La búsqueda de soluciones contra la COVID-19 nos está mostrando la ciencia en directo. Sin embargo, en ocasiones se desprecia la evidencia como base para tomar decisiones políticas o, en el otro extremo, se le exige al conocimiento científico un poder de predicción absoluto que no tiene. ¿Esta crisis pasará factura a su imagen social?
madrid
Vacunas que prometen plazos imposibles. Tratamientos sin eficacia ni seguridad demostradas. Estudios flojos. Modelos epidemiológicos amateurs. Expertos que se contradicen. Investigadores atrapados en un combate político. Bulos.
Mascarillas sí, mascarillas no. La pandemia de COVID-19 está lejos de
terminar pero, cuando lo haga, ¿cómo habrá cambiado nuestra percepción de la ciencia?
La percepción social de la ciencia en España ha sido positiva hasta ahora, según recoge la última encuesta realizada por FECYT en 2018.
El punto de partida también es bueno en otros países de Europa y
Norteamérica. La pregunta es cómo afectará la crisis del coronavirus a
esta visión.
"Hay un sector ambivalente en crecimiento", explica a SINC el sociólogo de la Universidad Autónoma de Madrid Josep Lobera.
Incluye en este grupo a quienes, sin ser contrarios a la ciencia, "ven
tanto problemas como beneficios" en ella. Una visión que depende mucho
de la ideología, las condiciones sociodemográficas y educativas.
Existen pocos datos en España que permitan evaluar la situación actual. Una encuesta
realizada a finales de abril por el CSIC mostraba que los sanitarios
eran el colectivo mejor valorado por los ciudadanos (4,41 puntos sobre
5), seguidos de los expertos y científicos (4,15 puntos).
Lobera opina que tras la pandemia
la ciencia "seguirá teniendo una imagen positiva porque se disparará en
sectores como el médico"
El investigador de la Universidad de Trento (Italia) Massimiano Bucchi ha estudiado esta cuestión en su país. Los resultados de sus encuestas muestran tres clústeres
de ciudadanos: optimistas, desorientados y pesimistas. Estos últimos,
que representan el 22 %, tienen una visión negativa de la gestión de la
crisis del coronavirus y de la comunicación al respecto, por lo que se
informan a través de amigos, familiares y redes sociales.
Además, casi la
mitad de los ciudadanos italianos está de acuerdo con que "las opiniones
de los expertos científicos han sido disparatadas y causado confusión".
Es por eso que Bucchi considera que la comunicación de la crisis
no ha estado a la altura, pero es cauto a la hora de valorar cómo
afectará esto a la percepción social de la ciencia en un futuro.
Lobera retrocede a crisis tecnocientíficas anteriores para arrojar algo de luz: las vacas locas, Fukushima y Chernóbil
"aumentaron ese espacio de ambivalencia y percepción de riesgos".
Aclara que la situación no es del todo comparable, ya que la crisis
actual "no está generada por una tecnología mal usada que genera un
problema nuevo". El tiempo dirá si las falsas teorías sobre la
intervención humana en el origen de la pandemia penetran en la
población, sobre todo en países donde son apoyadas por el Gobierno, como EEUU.
Aun así, Lobera
opina que la pandemia de SARS-CoV-2 "muy probablemente" no afectará en
su conjunto a la ciencia: "Seguirá teniendo una imagen positiva que
aumentará en su conjunto porque se disparará en sectores como el
médico". En las áreas biosanitarias, tradicionalmente las mejor
consideradas, crecerá la conciencia de que "hace falta invertir más".
Para Climent, "hacer social la ciencia es bajarla de su pedestal"
El último barómetro publicado por la asociación alemana Wissenschaft im Dialog
le da la razón. "El nivel general de confianza en la ciencia se ha
incrementado significativamente en el contexto de la pandemia de
coronavirus", asegura el resumen de la encuesta.
El investigador del Hospital Gregorio Marañón de Madrid e ideólogo de la iniciativa ciudadana Ciencia en el Parlamento Andreu Climent
es más pesimista y teme un efecto rebote. "Si todo el mundo mira a la
ciencia y esta tarda meses o años en tener una hoja de ruta, es fácil
que, cuando esté todo solucionado, se le eche la culpa por ser lenta".
Para Climent es
importante diferenciar entre la percepción que creemos tener y la que de
verdad tenemos. "Es como lo de ser racista, que nadie lo es". Teme que
pueda pasar algo parecido: "Hacer social la ciencia es bajarla de su
pedestal. Cuando está arriba es bonita y brillante, pero no sirve de
nada. Conforme baja se vuelve útil, pero empieza a tener sombras". Aun
así considera que es positivo para que la gente aprenda a valorarla tal y
como es.
Promesas en medio de la incertidumbre
Lobera opina que el
mayor impacto que sufrirá la ciencia será en su imagen de infalibilidad.
"La ciencia es incertidumbre", pero en las últimas décadas ha habido
"una comunicación muy basada en una certeza y un poder predictor casi
absolutos". Asegura que eso "está pasando factura".
"En una sociedad secularizada, la ciencia ha ocupado un espacio casi religioso", afirma Lobera
"Los
científicos sabemos que hay ámbitos de la ciencia muy provisionales",
continúa, "pero cuando esto afecta a los ciudadanos tiene repercusiones
negativas. No lo aceptan. Les supone una frustración respecto a la idea
que tenían de reveladora de verdades permanente capaz de resolver todos
los problemas".
Bucchi comparte
este temor: "Es un problema cuando la ciencia promete algo a corto plazo
a la sociedad, sobre todo en medicina". Considera que "hay que ser
cuidadoso porque a veces no es posible decir con precisión qué pasará ni
cumplir unas expectativas tan altas".
Por todo esto
Lobera es "muy crítico" con lo que considera "una comunicación
idealizada de la ciencia, que vende mucho y es muy efectiva porque a la
gente le entusiasma". El investigador cree que "en una sociedad secularizada,
la ciencia ha ocupado un espacio casi religioso, pero debemos
devolverla a su espacio real. Es la mejor herramienta que tenemos, pero
no es mágica y eso va a decepcionar". Teme incluso que algunos se
"enfaden" al descubrir que ni era "perfecta" ni los expertos eran
"magos".
La ciencia, más politizada que nunca
Este ‘enfado’ se ha
palpado con algunos de los investigadores implicados en la crisis. "Para
muchos soy el malo que está dañando la economía", decía en una entrevista el virólogo que lidera la respuesta alemana contra la COVID-19, Christian Drosten,
quien aseguraba haber recibido amenazas de muerte por ello. En EEUU los
epidemiólogos que modelizan la pandemia han sido acusados de ser un fraude por parte de algunos defensores de Trump, que los consideran parte de un complot para dañar la reelección del presidente.
Bucchi advierte
del peligro de que un mensaje científico sea rechazado "no por su
contenido, sino porque lo dé un político que no nos gusta". Asegura que
se ha visto en Italia, donde parte de la comunicación no era llevada a
cabo por los técnicos.
"Quienes están políticamente en contra del confinamiento buscan hundir a los científicos", aseguraba el exconsejero David King
"Hay
quien canaliza la rabia y la frustración buscando culpables", dice
Lobera. Sin embargo, no cree que esto afecte a la percepción general de
la ciencia ni de los expertos como colectivo, sino de forma específica
sobre "aquellos que sentimos que han fallado a la hora de protegernos".
Esto no quita,
según el investigador, que en el "combate" político se puedan usar
cañonazos contra peones de la ciencia. "Es esperable que quienes más
ansiedad experimenten sean los que confíen menos en los expertos a
cargo. En una crisis no es lo mismo estar gobernado por un partido que
votaste que por uno en el que desconfías".
Estos cañonazos se
han observado en países como Reino Unido. "Quienes están políticamente
en contra del confinamiento buscan hundir a los científicos que
consideran responsables de crearlo", aseguraba en una entrevista el exconsejero David King. "No miran a la ciencia
[...]. Lo que hacen es encontrar un escándalo para atacar a la
persona". Sus palabras hacían referencia a Neil Ferguson, una de las
caras más visibles de la respuesta británica, que tuvo que dimitir del
comité de asesoría británico tras la publicación de que su amante se había saltado el confinamiento para ir a verlo.
¿La muerte del ‘experto’?
"Soy un
estadístico médico. He estudiado estas cosas […] durante décadas. Por
eso no me verás hacer ningún pronóstico sobre el coronavirus", escribía en Twitter a comienzos de abril el matemático Robert Grant.
"Creo que los Centros para el Control de Enfermedades (CDC) tienen la
experiencia que necesitan. También hay mucho postureo que supone el
riesgo de distraer o confundir a la gente. Diría que es el momento del
perfeccionismo".
Algo similar sostenía la investigadora de la Universidad Emory (EEUU) Cecile Janssens en un texto sincero:
"Soy epidemióloga pero apenas se nada sobre epidemias". Insistía en que
"la experiencia es subjetiva y tiene límites". En el otro lado del ring
economistas, físicos, emprendedores tecnológicos y cualquiera con
nociones básicas de estadística han intentado prever el futuro de la
pandemia desde su comienzo.
Anger, filósofo sueco, pide humildad epistémica: "Ser un experto incluye conocer tus límites”
En este sentido, un artículo
del filósofo de la Universidad de Estocolmo (Suecia) Erik Angner
defendía la necesidad de la "humildad epistémica" durante la pandemia.
"Ser un verdadero experto incluye no solo saber cosas, sino conocer los
límites de tu conocimiento. Si no tienes la capacidad de hacer modelos
epidemiológicos avanzados deberías asumir que no puedes diferenciar uno
bueno de uno malo".
"Lo que dice un
experto encaja en dos categorías: temas de los que saben y temas de los
que no", escribía Janssens. Bucchi no cree que el público sea consciente
de estas limitaciones. "Los premios Nobel cambiaron la visión de la
ciencia en el siglo XX y crearon la figura de la ‘estrella’ científica.
Una vez te conviertes en una, la gente te pregunta sobre todo, incluso
fuera de tu área de experiencia".
El sociólogo
italiano considera que es un fenómeno que se está viendo durante la
pandemia. "Hay quien habla de virología sin ser virólogo y esto puede
generar confusión y la percepción de que la ciencia da palos de ciego
porque cada investigador dice una cosa. No es momento de hipótesis, sino
de enviar mensajes cortos y claros".
Aun así, Bucchi se
alegra de que los medios estén más interesados en entrevistar a
virólogos y epidemiólogos. "Esto podría cambiar la percepción pública de
los expertos, pero no sé cómo, porque diferentes expertos dicen cosas
diferentes y eso también puede confundir a la gente".
El papel de los medios y la comunicación
Al filósofo e historiador de la ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid Javier Ordóñez
le preocupa la credibilidad de los mensajes en esta crisis: "Los
científicos saldrán reforzados porque si hay una solución vendrá de un
tratamiento o vacuna, pero me da miedo que se corrompa la fiabilidad de
los canales de distribución de la información científica", explica. "El
número de bulos que corren es enorme y la comunicación de la ciencia
puede salir muy perjudicada si no somos capaces de dar informaciones
veraces, tranquilas y sosegadas".
“El público favorece al charlatán
porque le da lo que quiere escuchar, soluciones innovadoras de la noche a
la mañana y críticas triviales de las decisiones tomadas”, asevera
Ordóñez
La catedrática de Periodismo de la Universidad de Valencia Carolina Moreno,
líder del grupo de investigación ScienceFlows, asegura que, aunque
algunos medios pueden ser alarmistas, "la información basura, la
infodemia tóxica, es la que no emana de los medios sino que va por redes
sociales y WhatsApp".
Ordoñez lamenta
que "los charlatanes se hayan multiplicado y den un púlpito a gente con
aspecto respetable que dice cosas indescriptibles y hace pronósticos
atrevidos". "El público favorece al charlatán porque le da lo que quiere
escuchar, soluciones innovadoras de la noche a la mañana o críticas
triviales de las decisiones tomadas".
¿Qué pasará con la siguiente amenaza?
Lo cierto es que, a
pesar del prestigio de los científicos, sus alertas sobre el riesgo de
los coronavirus animales no se han escuchado lo suficiente. Un estudio
publicado en 2007 ya alertaba de la "bomba de relojería" que suponían estos virus para el ser humano. La OMS recomendó priorizar su investigación desde 2015 y en octubre de 2019 avisó de que el mundo no estaba preparado para la próxima gran pandemia que se avecinaba.
Cuando esta crisis finalice, ¿haremos caso a los investigadores que nos advierten de amenazas como el cambio climático o los tildaremos de nuevo de alarmistas?
"Lo esperable es
que los avisos científicos se tomen más en serio, sobre todo en los
próximos dos o tres años, porque esto nos va a marcar", considera
Lobera. "No es una crisis leve y va a afectar a la opinión que tenemos
de muchas cosas, y una es la ciencia. Los avisos se van a escuchar de
otra manera. El del cambio climático, también". Bucchi también es
optimista: "Espero que se aprenda la lección".
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