martes, 5 de mayo de 2020

La voz de Iñaki Gabilondo | 05/05/2020 | Partidas simultáneas en un únic...





Lo que es inconcebible en la gestión impolítica que padecemos es la falta total de sentido de la realidad al elegir pretenciosamente entre susto o muerte, como parece estar debatiéndose en el Parlamento. Resulta que el binomio no es disyuntivo, sino simultáneo. Susto y muerte. Los dos en comandita. Pues aunque la cosa se quede aparentemente en susto, como el sistem in failure no cambia, la muerte por finiquito multiduniario será un crescendo inevitable. Lo más grave no es que muramos los humanos, lo que de todas maneras, tarde o temprano sucederá, sino que la misma vida de la Tierra se extingue, y no porque le haya llegado su día, sino porque esta especie la está destruyendo con sus excesos constantes. ¿Adónde irán los guantes, los tejidos y envases de plástico que nos están "salvando" del contagio? ¿Qué mecanismos tenemos para deshacernos de ellos, ya que duran mucho más que el humano más longevo? ¿Como es posible que se pueda creer que esto tiene arreglo si lo que nos "protege" nos mata liquidando al mismo tiempo el único planeta vivo que hasta ahora se conoce en el Universo disponible y a nuestro alcance? 
Esas visiones y conceptos simultáneos en el mismo nivel decisorio no podemos concebirlas ni dejarlas en partidas de ajedrez, de billar o de póker, en las que solo está en juego la cháchara de las fijaciones y de los enredos de ppoder. Hay que despertar YA o no lo contará nadie, y dejar a un lado el mantra "cuando salgamos de esto", "cuando todo mejore", "cuando haya una vacuna", "cuando todo se normalice", porque no se está entendiendo que para que esto termine bien, la mirada, la reflexión, las conclusiones, iniciativas, actitudes y decisiones tienen que cambiar por completo. Lo que nos ha traído hasta aquí nos está poniendo en peligro de extinción, con el Planeta incluido. Hay que rebajar las expectativas ilusas de 2030 o 2050, si llegamos a 2022 en el plan que estamos, será o un milagro o una muerte lenta por cuentagotas para todo el conjunto terrestre.
Es evidente que los gestores públicos desconocen la relación cuántica que existe entre los pensamientos , intenciones y deseos más torpes, retorcidos y contaminados, con el funcionamiento de los procesos humanos y de la misma enfermedad. Los procesos más sutiles del conocimiento  son calificados como pseudociencias. Igual que a Servet, Paracelso, Copérnico y Galileo se les consideraba "brujos" y "nigromantes", como les hubiese sucedido a Einstein, Max Plank, Jung,  Marconi o Tesla en este momento de exaltación de la horterada autómata convertida en mátrix total del desastre elevado a la máxima potencia. En román paladino, esto significa que si no hay interruptor que encienda la luz, la oscuridad será la única materia disponible con que disfuncionar. El interruptor elemental e imprescindible es descubrir que lo que nos une nos salva y lo que nos enfrenta nos mata. Pero que el acuerdo además de unirnos tiene que sanarnos. 

Cuando en los Evangelios Jesús "limpiaba los pecados" para poder curar a la peña, no lo hacía para dárselas de poderoso ni divino, lo hacía como terapia liberadora para que la salud fuese posible, solo cambiando por dentro a mejor con una convicción y una conciencia que se despierta al sentirnos liberados, podemos curarnos de la enfermedad y de la cerrazón. El "pecado" del evangelio no es "la culpa" justiciera, es la enfermedad del no entender, del no conocernos como individuos ni como comunidad. Así nos va. Tomar conciencia de los propios errores significa cambiar la enfermedad por la salud, como de nada vale acusarse en un confesionario y ser "absueltos" de cualquier cosa si no se ha despertado y se ha cambiado por dentro previamente. Nuestra falta de consciencia solo puede solucionarse con nuestro cambio personal. Y eso es lo que aun gran parte de la comunidad humana no ha hecho, unos porque no se enteran y otros porque no quieren, es más cómodo acusar al mundo de nuestros fallos que asumirlos y dar pasos hacia la salud. 

Durante los años que trabajé como voluntaria en la cárcel modelo de València y las temporadas veraniegas en El Dueso, haciendo cursos de crecimiento personal, descubrí con la ayuda de los reclusos, que uno de los peores estados del ánimo, de las emociones y pensamientos que nos nubla la capacidad de ser objetivos y poder comprender el porqué de nuestros conflictos y errores, es precisamente esa venda egocéntrica en los ojos que nos hace víctimas irresponsables de nuestros errores, pero que se achacan a la injusticia de la sociedad, de "los otros". De ese modo nunca se entra en el núcleo personal responsable, que es el único espacio en que radica el cambio imprescindible. Cuando los reclusos tras varias sesiones de trabajo introspectivo, descubrían la verdad de sí mismos, espontáneamente lo primero que hacían era necesitar el perdón y en paralelo, perdonar y comprender. Llorar como niños recién nacidos en un mundo nuevo, sorprendente. Lo más tremendo era que nunca habíamos nombrado "el perdón", esa necesidad aparecía por sí misma en cuanto se encendía la luz en las conciencias, una por una, como en un riego por goteo. Y luego, al cabo de los día, en común. Es seguro que la mayoría de responsables políticos no han tenido experiencias introspectivas de ese tipo, y por ello no han descubierto el fundamento de una buena salud psico-emocional, que es la herramienta más necesaria para entenderse con el resto de la humanidad. Por ese motivo es muy difícil que logren acuerdos en nada. Les puede más la fijación externa del prejuicio seductor, que el convencimiento interno de la realidad objetiva del Ser. Según el análisis transaccional de Berne, oscilan entre el Padre estricto/protector  y el Niño rebelde/sumiso, y no saldrán del bucle hasta que no encuentren su Adulto. El Adulto es la Conciencia consciente. El único de los tres estados psicoemocionales que puede reconocer sus propios errores sin echar balones fuera y cambiando de rumbo cuando sea preciso para seguir avanzando en la mejor dirección. ¿Cómo se reconoce esa dirección? Por la serenidad y conocimiento empático e instantáneo que produce. Porque ilumina desde dentro la confusión externa. Porque no deja secuelas ni escoria ni cenizas y abre vías de entendimiento y conciliación. Y claro que es posible. Si lo consiguen seres humanos en la cárcel o presos en la droga, ¿por qué no lo van a conseguir los presos en sus propias trampas y los adictos a la droga del ego? Si quieren pueden. Lo tienen mucho más fácil: no tienen a la sociedad en contra sino como felpudo. Es más fácil superar la adicción a un felpudo que la de una condena judicial o una adicción drogodependiente. ¿O no?

Debemos reconocer que afrontar la gestión de la crisis presente es un verdadero callejón sin salida cuando aun no se ha despertado por dentro. Es muy difícil despertar cuando el propio trabajo que se desempeña en la política disponible, es una dosis diaria de adormidera que impide ver más allá de lo inmediato, ya que el prestigio y la valoración dependen fundamentalmente del glamour y la fanfarria y no de la eficiencia real. De hacer mucho ruido más que de tener muchas nueces para repartir. 

Mientras el pp no disponga de cabezas visibles capaces de pedir perdón de verdad, o sea cambiando de actitud y dejando de lado las estrategias del ganar y perder, reconociendo que sus errores están en la base del problema que ahora padecemos, humanizándose y arrepintiéndose, su enfermedad autodestructiva no parará por mucho que dejen de asistir a los debates para ir a misa o de negarse a cooperar dándoselas de estar por encima del problema, sin asumirlo. Con ello harán más fuerte al Gobierno; el pueblo entiende mejor ponerse a salvo con una prolongación de las medidas que aumentar la pasta de los de siempre y el descerebre Ifema fashion, si al fin es el pueblo el que da el callo y se pone en riesgo directo. Mejor prevenir que ser carne de cañón. Esperemos que la zona más sensata del PNV, ERC y el resto de derecha que aún no padece delirios y alucinaciones, lo comprendan y sea posible una desescalada más inteligente y sin tanto riesgo. De poco sirve ganar dinero si ya no hay nadie que lo necesite, porque se ha muerto por el camino. 

Ojalá despierten todos a tiempo.

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