George Orwell: «En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario».
domingo, 12 de abril de 2020
Rap para una ecografía urgente
Se buscan poetas sanadores para un tiempo a estrenar,
hacen falta los versos hechos carne
con sabor a conciencia,
sin egos ni estrambotes, sin marca registrada
ni derechos de autor, versos del alma
de los que se reparten como las mascarillas antivirus,
versos del alma, sí, entera y gratuita,
fuera de los salones,
que harta de la mentira como salsa
en plan trotaconventos,
abandonó el almario y los armarios turbios
con tufo de alcanfor apanopliado,
rancio entre los laureles y meras florituras repeinadas,
absténganse los chungos prestidigitadores
de fantasmologías, y los aprovechados
que se cuelan hasta el patio del dolor
solo para contarlo en los corrillos
y sin mover un dedo para que el dolor cese.
Pero que no se abstengan los poetas
que manan de la fuente de la vida
esos que no hace falta ni que escriban,
porque sus actos son su propio verso,
su lenguaje y su paso por el mundo
su código moral y su evangelio
Vengan esos poetas de los barrios,
a pegar hebra con las palmas de todos y de todas,
que versoalfabeticen este mundo pirado y obsoleto
que acaba contagiado de sí mismo
bajo el peso infernal del propio ego
eso que llaman virus por no reconocerlo
como su gen mestizo terminator
Absténganse fantoches irredentos,
narcisos de palacio y lentejuelas,
pavos reales de poliuretano,
gallinas caponatas y trufas de corral,
pero vengan corriendo los del alma,
los desnudos de pufos y fanfarrias,
los libres, los que no se conforman ni caducan
a base de mejunjes y fiestas de guardar
y reciten sus versos mano a mano,
mientras abren las puertas que siempre están cerradas
con el "no pasarán" de la vergüenza ajena.
Que vengan los poemas de Pilar
a regular las gafas del sistema,
esa mendiga sabia que resiste y no cede
a la necesidad de maldecir con todos los motivos,
que suene la exquisita sinalefa de Yousuf
en el archivo gris de los papeles
para darles vigencia y realidad
en cualquier lengua de las cinco que habla,
que traduce y escribe,
que Mireia recite el último soneto,
como abogada experta en encontrar
los casos más perdidos,
que acuda Valentín al recital,
el chico para todo, que arregla los entuertos
y no cobra
si la factura implica el no poder comer
de una familia, hundida y olvidada
por esa patria chula y fanfarrona
que los falsos poetas recomponen
y cantan con marrones de postín
por los teatros, como a la Zarzamora.
Si no se alcanza el son de ese nivel,
tan vivo y cotidiano, tan próximo,
tan prójimo, tan rico y tan a mano,
mejor será el respeto del silencio,
ese sound of the silence que dictan la vergüenza
y el pudor, que cuando no se cuida,
se expresa en catalán y femenino,
eso acontece si es que solo se mueve el incensario
para rizar el rizo de la ausencia de alma,
de espíritu y conciencia.Y presumir de ello
sin recato,
en un salto mortal digno del circo,
del ingenio imposible
a la imprudencia y al truño desatado
sin que nadie reclame explicaciones
de dogmas ni certezas.
En casos tan flagrantes, mejor no meneallo
y seguir el consejo que dicta la prudencia:
callando están más guapos.
Se hace menos notoria la batalla
entre el quiero y no puedo,
entre el trepo y no alcanzo,
con la greña total de la careta, la claque
y el teatro.
Un juego estrafalario y deslucido
especialmente
en tiempos de pandemia y finiquito,
donde a la exhibición y al autobombo
ya no les queda sitio presentable.
Sólo el Amor mayúsculo y sensato
generoso y sutil, que ha superado el morbo
y sus delirios, entiende de milagros
y siempre da en el clavo, por encima
de ramplonas miserias subrogadas,
mas, si eso no se entiende a la primera,
mejor abandonar la procesión,
porque va a ser en vano,
como nos canta Silvio
en su sabia balada sobre el tema.
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