Los pactos del engaño
-Público
Son ya varias las voces que se han alzado espantadas ante la repetida petición del Presidente del Gobierno, y de sus secuaces, de que todas las fuerzas políticas firmen un Pacto de Estado, remedo del que se llamó Pactos de la Moncloa. En este mismo diario, Carlos Enrique Bayo, Juan Torres, Nines Maestro, han publicado espléndidos y autorizados artículos describiendo con todo detalle lo que significaron y por qué se aprobaron aquellos pactos que supusieron la rendición del Movimiento Obrero.
Ciertamente, como explica Bayo, fundamentalmente, el peso del ajuste se hizo recaer en los asalariados, ya que se estableció la obligación de incrementar los salarios en base a la inflación prevista y no a la pasada (con el objetivo de que los salarios no aumentasen en 1978, de media, más de la inflación prevista del 22%), y los sindicatos renunciaron a recuperar el poder adquisitivo perdido por la elevadísima inflación en 1977. Por primera vez se estableció la contratación temporal y el despido libre de hasta el 5% de la plantilla de cada empresa. ¿Qué le dieron a cambio a la sumisa izquierda representada principalmente por el Partido Comunista? La aceptación de las libertades democráticas conquistadas en la Revolución Francesa. Es decir, que retrocedimos a 1789.
Dado que intentábamos superar 3 años de una Guerra Civil genocida, de una dictadura de 40 en la que se llevó a cabo sistemáticamente el exterminio de los dirigentes sindicales, políticos, feministas, intelectuales, científicos, profesores, masones, liberales y hasta religiosos críticos con el fascismo, para una parte del pueblo exhausto y de los perseguidos políticamente la Transición parecía haber alcanzado los ideales por los que el pueblo español estaba luchando desde hacía cuarenta años.
Pero lo cierto es que los engañaron. Engañaron a los dirigentes sindicales y a los comunistas que hicieron una empecinada campaña asegurando a sus afiliados y votantes que no había más remedio que rendirse a las exigencias del Capital. Carlos Enrique Bayo explica que "la política económica de la siguiente década se fundamentará a partir de ese momento en limitar el crecimiento salarial por debajo de la inflación prevista, de forma que los aumentos de sueldos aprobados en los convenios colectivos reducirán año tras año el poder adquisitivo de los trabajadores, hasta 1987, Estas políticas de contención salarial, asumidas por los sindicatos, no sólo sentaron las bases de la precarización del mercado de trabajo en España –acompañadas por la instauración de los contratos temporales y el despido libre–, sino que causaron una profunda decepción de los trabajadores, que se desmovilizaron de manera notable:
"En 1978 estaba afiliado sindicalmente el 54,37% de los asalariados, porcentaje que se redujo al 22,23% en 1980 y a sólo el 11,35% en 1984, según datos aportados por la doctora en Economía Kertsin Hamann, de la Washington University, en Afiliación, movilización y aliados políticos: las incógnitas del poder sindical español (1970-1988)"
Y, ¿cuál fue el discurso de los que dirigieron la rendición? Asegurar que únicamente aceptando las condiciones de la patronal, apoyadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, podríamos evitar una nueva guerra civil. En esas condiciones iba incluida la Monarquía y la Ley de Amnistía. Después vendría la entrada en el Mercado Común e inmediatamente la farsa del referéndum de la OTAN.
Ilustres comunistas de aquel momento como Nicolás Sartorius siguen defendiendo que la Ley de Amnistía de 1977 fue necesaria para que los resistentes políticos antifascistas salieran de las prisiones, cuando él mismo fue liberado el 25 de noviembre de 1975 con el primer indulto aprobado por el rey después de su coronación, emitido con motivo de la misma, y que dejó salir de las prisiones y sobreseyó los procesos de miles de opositores políticos. Entre ellos a Marcelino Camacho, que con Sartorius había sido cabeza del expediente 1001 que los llevó a prisión en 1973. Recuerdo estos hechos que nadie debería ignorar, porque los datos económicos y políticos de los Pactos de la Moncloa ya han sido relatados por los autores citados.
Pero yo aquí querría analizar las consecuencias que esos acuerdos tuvieron para las mujeres, de las que no se habla. Nosotras no fuimos tan perjudicadas por los Pactos de la Moncloa porque nuestra participación en el mercado de trabajo era muy pequeña, como consecuencia de la política segregacionista de la dictadura que confinó en el hogar a la mayor parte de la población femenina obligada a reproducirse incesantemente. Los sindicatos nunca se habían ocupado de incorporar a las mujeres a los derechos laborales, los partidos comunistas rechazaban las reivindicaciones feministas tachándolas de burguesas y el PSOE estaba más preocupado de llegar al gobierno que de utilizar su peso político para exigir los avances de la mujer.
Pero en cambio, el trueque que realizaron izquierdas y derechas sobre los derechos laborales y los democráticos beneficiaron indudablemente a las mujeres, que por fin obtuvimos el estatus de ciudadanas que había logrado la Revolución Francesa para los hombres. Los derechos democráticos que garantizó la Constitución fueron el principio de los avances que el feminismo ha conquistado en estos últimos 42 años. Si ellas sólo consiguieron empleos eventuales, a tiempo parcial, con salarios mucho menores que los de los hombres, al menos tuvieron más empleos. Si la participación femenina en el mercado laboral a principios de los años 70 era del 13%, la misma que en Turquía, a partir de la Transición fue creciendo hasta el 53% de hoy. Si siguieron soportando el acoso sexual en el trabajo, ya estaban acostumbradas. Si la justicia no restituye nunca el daño causado a las víctimas de maltrato, de violación, de segregación laboral, a lo que también estamos acostumbradas, al menos pudimos divorciarnos y acceder al aborto en algunos supuestos.
Cuarenta y dos años después la situación no es la misma. Y no porque los sindicatos actuales ni los partidos de izquierda estén mucho más preocupados por los graves problemas que padece la población femenina, como se demuestra por el abandono en que el gobierno tiene a las mujeres prostituidas, a las maltratadas, a las violadas, a las que pierden la custodia de sus hijos, a las que siguen ganando el 30% menos de salario que los hombres y el 38% menos de jubilación, entre otras muchas innumerables represiones y humillaciones que padecen. Las conquistas alcanzadas lo han sido por la lucha del Movimiento Feminista, con muy poca ayuda de los partidos políticos. Por ello, hoy, esos Pactos que se proponen desde el gobierno serán más lesivos para las mujeres que lo fueron los de la Moncloa.
Porque además de que se afianzará el poder de las grandes corporaciones que mantienen la explotación de las clases trabajadoras que incluyen a las mujeres, en estas cuatro décadas no se ha avanzado un ápice hacia la proclamación de la República, a pesar de los escándalos que ha protagonizado, y sigue, el primer monarca de la Transición, que le obligaron a pedir perdón públicamente. Porque no se va a poner en cuestión el apoyo económico y político que se le entrega a la Iglesia, y para colmo de males ahora formamos parte de la Unión Europea que únicamente obedece las órdenes del Capital y de la OTAN.
Si la Monarquía, la Iglesia, la OTAN y las condiciones europeas van en el paquete del próximo pacto de Estado, como cabe esperar naturalmente, que nadie dude que los derechos democráticos serán rebajados y que el feminismo se despida de alcanzar las más urgentes reivindicaciones por las que está luchando en los últimos 20 años. Si la más penosa de las consecuencias de los Pactos de la Moncloa fue la desmovilización del Movimiento Obrero y el desmantelamiento de los sindicatos, que nadie ignore que la consecuencia terrible de los pactos que se firmen después de la pandemia será la fragmentación, el desmantelamiento y la rendición del Movimiento Feminista. Las urgentes reivindicaciones de la modificación de la Ley de Violencia, la abolición de la prostitución y la prohibición de la pornografía y de los vientres de alquiler, la anulación de la Ley Trans, la igualdad de salarios y pensiones y la participación del feminismo en el poder político, quedarán aparcadas sine die. Ya hemos comprobado como los problemas de las mujeres son moneda de cambio con la derecha. Y ahora, para mayor mal, la izquierda está apoyando las tendencias más antifeministas del posmodernismo, como si realmente fuesen avances. Con lo que el discurso del Pacto será hoy para las mujeres más engañoso aún que el de la Moncloa.
Por ello, no puedo entender que la mayoría de las feministas que participan en el gobierno o lo apoyan quieran que se firme ese Pacto de Estado, que como todo pacto que acepte la derecha la beneficiará. Me parece enormemente preocupante el silencio del MF ante la amenaza de esos acuerdos que se proponen las formaciones políticas, cuando es evidente que ni el gobierno, que se reclama de izquierda, va a abolir la prostitución ni a prohibir la pornografía y los vientres de alquiler, y es además el garante de la aprobación de la Ley Trans.
Como dice Juan Torres "La orquesta del Titanic nunca tuvo tantos músicos como ahora". Si el MF no despierta de su sueño de mantenerse apolítico y no toma partido por las alternativas feministas que desde diversas formaciones de izquierda y del Partido Feminista se están haciendo, un día despertará y el dinosaurio no estará ahí, sino que se lo comerá.
Son ya varias las voces que se han alzado espantadas ante la repetida petición del Presidente del Gobierno, y de sus secuaces, de que todas las fuerzas políticas firmen un Pacto de Estado, remedo del que se llamó Pactos de la Moncloa. En este mismo diario, Carlos Enrique Bayo, Juan Torres, Nines Maestro, han publicado espléndidos y autorizados artículos describiendo con todo detalle lo que significaron y por qué se aprobaron aquellos pactos que supusieron la rendición del Movimiento Obrero.
Ciertamente, como explica Bayo, fundamentalmente, el peso del ajuste se hizo recaer en los asalariados, ya que se estableció la obligación de incrementar los salarios en base a la inflación prevista y no a la pasada (con el objetivo de que los salarios no aumentasen en 1978, de media, más de la inflación prevista del 22%), y los sindicatos renunciaron a recuperar el poder adquisitivo perdido por la elevadísima inflación en 1977. Por primera vez se estableció la contratación temporal y el despido libre de hasta el 5% de la plantilla de cada empresa. ¿Qué le dieron a cambio a la sumisa izquierda representada principalmente por el Partido Comunista? La aceptación de las libertades democráticas conquistadas en la Revolución Francesa. Es decir, que retrocedimos a 1789.
Dado que intentábamos superar 3 años de una Guerra Civil genocida, de una dictadura de 40 en la que se llevó a cabo sistemáticamente el exterminio de los dirigentes sindicales, políticos, feministas, intelectuales, científicos, profesores, masones, liberales y hasta religiosos críticos con el fascismo, para una parte del pueblo exhausto y de los perseguidos políticamente la Transición parecía haber alcanzado los ideales por los que el pueblo español estaba luchando desde hacía cuarenta años.
Pero lo cierto es que los engañaron. Engañaron a los dirigentes sindicales y a los comunistas que hicieron una empecinada campaña asegurando a sus afiliados y votantes que no había más remedio que rendirse a las exigencias del Capital. Carlos Enrique Bayo explica que "la política económica de la siguiente década se fundamentará a partir de ese momento en limitar el crecimiento salarial por debajo de la inflación prevista, de forma que los aumentos de sueldos aprobados en los convenios colectivos reducirán año tras año el poder adquisitivo de los trabajadores, hasta 1987, Estas políticas de contención salarial, asumidas por los sindicatos, no sólo sentaron las bases de la precarización del mercado de trabajo en España –acompañadas por la instauración de los contratos temporales y el despido libre–, sino que causaron una profunda decepción de los trabajadores, que se desmovilizaron de manera notable:
"En 1978 estaba afiliado sindicalmente el 54,37% de los asalariados, porcentaje que se redujo al 22,23% en 1980 y a sólo el 11,35% en 1984, según datos aportados por la doctora en Economía Kertsin Hamann, de la Washington University, en Afiliación, movilización y aliados políticos: las incógnitas del poder sindical español (1970-1988)"
Y, ¿cuál fue el discurso de los que dirigieron la rendición? Asegurar que únicamente aceptando las condiciones de la patronal, apoyadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, podríamos evitar una nueva guerra civil. En esas condiciones iba incluida la Monarquía y la Ley de Amnistía. Después vendría la entrada en el Mercado Común e inmediatamente la farsa del referéndum de la OTAN.
Ilustres comunistas de aquel momento como Nicolás Sartorius siguen defendiendo que la Ley de Amnistía de 1977 fue necesaria para que los resistentes políticos antifascistas salieran de las prisiones, cuando él mismo fue liberado el 25 de noviembre de 1975 con el primer indulto aprobado por el rey después de su coronación, emitido con motivo de la misma, y que dejó salir de las prisiones y sobreseyó los procesos de miles de opositores políticos. Entre ellos a Marcelino Camacho, que con Sartorius había sido cabeza del expediente 1001 que los llevó a prisión en 1973. Recuerdo estos hechos que nadie debería ignorar, porque los datos económicos y políticos de los Pactos de la Moncloa ya han sido relatados por los autores citados.
Pero yo aquí querría analizar las consecuencias que esos acuerdos tuvieron para las mujeres, de las que no se habla. Nosotras no fuimos tan perjudicadas por los Pactos de la Moncloa porque nuestra participación en el mercado de trabajo era muy pequeña, como consecuencia de la política segregacionista de la dictadura que confinó en el hogar a la mayor parte de la población femenina obligada a reproducirse incesantemente. Los sindicatos nunca se habían ocupado de incorporar a las mujeres a los derechos laborales, los partidos comunistas rechazaban las reivindicaciones feministas tachándolas de burguesas y el PSOE estaba más preocupado de llegar al gobierno que de utilizar su peso político para exigir los avances de la mujer.
Pero en cambio, el trueque que realizaron izquierdas y derechas sobre los derechos laborales y los democráticos beneficiaron indudablemente a las mujeres, que por fin obtuvimos el estatus de ciudadanas que había logrado la Revolución Francesa para los hombres. Los derechos democráticos que garantizó la Constitución fueron el principio de los avances que el feminismo ha conquistado en estos últimos 42 años. Si ellas sólo consiguieron empleos eventuales, a tiempo parcial, con salarios mucho menores que los de los hombres, al menos tuvieron más empleos. Si la participación femenina en el mercado laboral a principios de los años 70 era del 13%, la misma que en Turquía, a partir de la Transición fue creciendo hasta el 53% de hoy. Si siguieron soportando el acoso sexual en el trabajo, ya estaban acostumbradas. Si la justicia no restituye nunca el daño causado a las víctimas de maltrato, de violación, de segregación laboral, a lo que también estamos acostumbradas, al menos pudimos divorciarnos y acceder al aborto en algunos supuestos.
Cuarenta y dos años después la situación no es la misma. Y no porque los sindicatos actuales ni los partidos de izquierda estén mucho más preocupados por los graves problemas que padece la población femenina, como se demuestra por el abandono en que el gobierno tiene a las mujeres prostituidas, a las maltratadas, a las violadas, a las que pierden la custodia de sus hijos, a las que siguen ganando el 30% menos de salario que los hombres y el 38% menos de jubilación, entre otras muchas innumerables represiones y humillaciones que padecen. Las conquistas alcanzadas lo han sido por la lucha del Movimiento Feminista, con muy poca ayuda de los partidos políticos. Por ello, hoy, esos Pactos que se proponen desde el gobierno serán más lesivos para las mujeres que lo fueron los de la Moncloa.
Porque además de que se afianzará el poder de las grandes corporaciones que mantienen la explotación de las clases trabajadoras que incluyen a las mujeres, en estas cuatro décadas no se ha avanzado un ápice hacia la proclamación de la República, a pesar de los escándalos que ha protagonizado, y sigue, el primer monarca de la Transición, que le obligaron a pedir perdón públicamente. Porque no se va a poner en cuestión el apoyo económico y político que se le entrega a la Iglesia, y para colmo de males ahora formamos parte de la Unión Europea que únicamente obedece las órdenes del Capital y de la OTAN.
Si la Monarquía, la Iglesia, la OTAN y las condiciones europeas van en el paquete del próximo pacto de Estado, como cabe esperar naturalmente, que nadie dude que los derechos democráticos serán rebajados y que el feminismo se despida de alcanzar las más urgentes reivindicaciones por las que está luchando en los últimos 20 años. Si la más penosa de las consecuencias de los Pactos de la Moncloa fue la desmovilización del Movimiento Obrero y el desmantelamiento de los sindicatos, que nadie ignore que la consecuencia terrible de los pactos que se firmen después de la pandemia será la fragmentación, el desmantelamiento y la rendición del Movimiento Feminista. Las urgentes reivindicaciones de la modificación de la Ley de Violencia, la abolición de la prostitución y la prohibición de la pornografía y de los vientres de alquiler, la anulación de la Ley Trans, la igualdad de salarios y pensiones y la participación del feminismo en el poder político, quedarán aparcadas sine die. Ya hemos comprobado como los problemas de las mujeres son moneda de cambio con la derecha. Y ahora, para mayor mal, la izquierda está apoyando las tendencias más antifeministas del posmodernismo, como si realmente fuesen avances. Con lo que el discurso del Pacto será hoy para las mujeres más engañoso aún que el de la Moncloa.
Por ello, no puedo entender que la mayoría de las feministas que participan en el gobierno o lo apoyan quieran que se firme ese Pacto de Estado, que como todo pacto que acepte la derecha la beneficiará. Me parece enormemente preocupante el silencio del MF ante la amenaza de esos acuerdos que se proponen las formaciones políticas, cuando es evidente que ni el gobierno, que se reclama de izquierda, va a abolir la prostitución ni a prohibir la pornografía y los vientres de alquiler, y es además el garante de la aprobación de la Ley Trans.
Como dice Juan Torres "La orquesta del Titanic nunca tuvo tantos músicos como ahora". Si el MF no despierta de su sueño de mantenerse apolítico y no toma partido por las alternativas feministas que desde diversas formaciones de izquierda y del Partido Feminista se están haciendo, un día despertará y el dinosaurio no estará ahí, sino que se lo comerá.
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