Querida València, lamento que la evolución te esté poniendo cada día más difícil tu forma de entender la fiesta, la jarana de la terreta y los negocietes derivados. Como ves y sufres, la pandemia que nos está dejando hechos puré no es una broma, sino el producto exterior bruto, brutísimo, de una forma de entender la vida y el mundo de un modo tan bestia que ya se hace imposible compatibilizar con la propia vida y salud del Planeta y sus especies, concretamente, la nuestra, que se ha convertido en una plaga letal para el resto de planos vivos, el animal, el vegetal y el mineral.
Debería mosquearte y llevarte a la reflexión el hecho de que sea una neumonía matarile la única manifestación letal de la covi-19. Siempre ha existido la neumonía como enfermedad, pero nunca ha sido tan mortífera, y no solo por culpa del virus, sino por la bajísima calidad en progresión geométrica o sea, exponencial, de la salud humana. No es sostenible ni infinita la vida en un planeta que precisamente está vivo y por ello habitable -es el único del sistema solar que tiene vida- gracias a un detalle que a la cultura valenciana le pasa desapercibido: ese detalle se llama oxígeno y reside en la atmósfera. Lo produce la combinación entre la luz solar y la función clorofílica de las plantas. Hace posible que haya agua, ya sabes, H2O, y con él se pueden regular los excesos del Carbono, ya sabes, el tóxico derivado de las combustiones. Si ya nuestra "civilización" basa su progreso mecánico en la quema masiva y constante de combustibles para todo, imagina a lo que estamos llegando si además el capitalazo achicharra los bosques, que son el respiradero que nos queda, y entre quema y quema de Amazonias, Californias, Autralias o Siberias, más los veranitos chamuscados de España, y tantos países que padecen fuegos con el fin inmediato de disponer de terreno para chalets, urbanizaciones, monocultivos y negocios ganaderos para el comercio de carne (las grandes cantidades de ganado son una máquina impresionante de producir Carbono), más la combustión de los vertederos, comprenderás que las Fallas y las hogueras de San Juan, esté en la lista negra como festejos insostenibles. Si ya es horrible y suicida el modo contaminante y plastificado de comer, vestir, acicalarse, medicarse, envasar, comunicarse a base de coltán, plástico y ondas mortíferas via satélite, y trabajar con todo ello porque no queda otra, si encima le sumamos toda la contaminación que se deriva de divertirnos, a base coches, aviones y todo tipo de transporte basado en el petróleo, súmale, además, la piromanía sistémica no solo como diversión, sino además, como cultura (¡?). El fuego es muy atractivo, muy vigoroso, muy chuli, pero es devastador, sobre todo cuando se usa irresponsablemente porque así lo han hecho durante milenios nuestros antepasados y a nosotros nos mola seguir la tradición y no admitir jamás que haya que limitarla y hasta suprimirla cuando se convierte en una salvajada fuera de contexto sostenible en plano biológico.
Tendrás que atar cabos, València, y comprender que tal y como está el patio en el siglo XXI, las Fallas se han convertido en un atentado contra la salud pública, para las personas y para el medio ambiente y que lo mismo que ya no viajas en carro ni en burro y tartana, ni lavas en el río, ni cocinas en el suelo con leña o carbón, ni usas estropajos de cáñamo, ni hay pregoneros municipales por las esquinas contando a gritos las decisiones del municipio, porque existen las webs y la prensa, pues tampoco tiene el menor sentido no evolucionar en el modo más salvaje de celebrar festejos y divertirse comunitariamente, si esa forma de comportamiento deja secuelas gravísimas.
¿Qué pueden hacer los enfermos crónicos imposibilitados para desplazarse para huir en fallas de la ciudad? Y no solo en Fallas, sino ya durante todo el mes de marzo. Aun recuerdo al vecino jubilado que murió atrapado en su propia casa en la calle Joaquín Costa de València, porque la ambulancia no pudo llegar a él;las carpas y los monumentos falleros se lo impidieron.
Imponer la diversión por narices, invalidando los derechos y libertad del vecindario, sin consideración alguna, con ruidos y estruendos sin fin ni horarios aceptables, es barbarie pura y dura, ¿cómo dormir si hasta la madrugada hay petardazos, músicas y bailes, y a las ocho de la ya comienza la despertá?
Cada vez son más los vecinos de València que se ven obligados a irse en Fallas por motivos de salud, de problemas respiratorios y neurológicos. ¿Acaso los casales falleros pagan a sus víctimas los viajes y estancias fuera del destarifo legalizado, los días en que deben salir huyendo de tanto exceso incomprensible en una sociedad democrática y civilizada? Pues no. A los falleros se les concede bula municipal para que hagan de su capa un sayo, para que sin pedir permiso a las comunidades de vecinos cuelguen sus luces desde los balcones. Fue en 2008, en la calle Puerto Rico, en pleno barrio de Ruzafa, las luces de la Falla arrancaron de cuajo la barandilla de una terraza. Menos mal que era media noche, porque justo bajo el desaguisado había varios comercios, si hubiese sido de día y en horario comercial, habría sido terrible. Por suerte fue a media medianoche, acudieron los bomberos y la poli municipal. Pero ni se multó al casal ni se cambió ninguna norma. El pp estaba al cargo y ya se sabe la complicidad y dependencia mutua que existe entre fallerismo y fascismo. El voto fallero tiene un peso devastador en la política valenciana. Antes machos y hembras asfixiados que mujeres y hombres civilizadas.
Por otra parte es muy judeo-cristiano celebrar a los santos y usarlos como excusa para machacar al género humano, animal o vegetal, con la excusa de las santidades. Por ejemplo, matar corderos en Pascua, en el judaísmo para bendecir a Dios. Por ejemplo, montar guerras "santas" en las cruzadas y en el Islam para ver qué dios se lleva la victoria sobre los campos de batalla sembrados de muerte,desolación y masacre de la propia creación de ese Dios ¿O qué tendrán que ver los Sanfermines, con el pobre San Fermín, que seguro era un bendito? ¿Qué nexo establecer entre San José con la piromanía de las fallas, solo porque era carpintero y ese gremio aprovechaba la celebración pirómana de las primaveras en el Paleolítico, para quemar el serrín y las maderas sobrantes del taller? Fanatismos, dogmas alucinógenos, costumbres rancias y hasta suicidas, nada tienen de celebración, más bien son la prolongación sofisticada y convertida en negocio, of course, de rituales salvajes y bastante descerebrados, como todos los excesos, que como siempre paga la ciudadanía más desamparada y sometida por el ppoder de la inercia, la incultura y la demagogia.
Es muy legítimo disfrutar de celebraciones históricas, religiosas, estacionales, etc, etc, pero esa legitimidad debe ser, por encima de todo, respetuosa con el medio en el que se celebre, es decir con todos los eres humanos, porque el derecho a la expresión festiva de la propia libertad, conlleva en paralelo , el deber de respetar los derechos ajenos a la salud, al descanso, a la no violencia, y al equilibrio comunitario.
València no puede seguir divertiéndose y celebrando a San José o San Juan, a base de terrorismo medioambiental, tal y como está el Planeta, está cada vez más claro que va a tener que elegir entre cambiar el modo de festejar lo suyo o morir matando el Planeta que la hace posible.
Las Fallas pueden convertirse en cultura, con sus músicas, sus danzas, su cocina tradicional, concursos de pintura, de escultura, de cocina, incluso hacer una ciudad fallera habitable y turística en algún polígono anexo a la ciudad, donde todo el año funcione la hostelería, la gastronomía, cursos de cultura, de lenguaje, de ecología, de historia y tradiciones, de tejidos y costura típicas, de botánica y cultivo floral, de cinematografía valenciana, y los casales pueden derivar en centros sociales solidarios en los que haya cursos y talleres de convivencia, de valenciano, de informática, y también abiertos a la solidaridad con los más pobres y olvidados de los barrios. Lo que ahora se está gastando y derrochando en tracas y monumentos que se queman en un rato, contaminando todo durante semanas y meses, se puede emplear en mejorar el nivel y calidad de vida común, mejorando las condiciones mediante el imprescindible despertar y desarollo de un conciencia que aun no existe en una tierra tan bonita y luminosa como ésta; el caso es que incluso la tierra más hermosa acaba siendo morralla si sus habitantes no se la merecen, porque al adornarla se la cargan y al alegrarla sin inteligencia, solo con instintos y deseos tan primarios, la destrozan.
Si no se cambia de dirección, llegará un momento en que seguramente la Fallas dejen de ser patrimonio cultural de la humanidad según la UNESCO, para convertirse en un peligro público según la OMS.
Aun se puede cambiar. Aún respiramos. La pandemia nos está avisando de que lo mejor sería desde ahora cambiar el crematorio medioambiental por la construcción de nuevos caminos sostenibles, antes de que ya no se pueda cambiar nada porque ya no quede nada que cambiar ni nadie que lo pueda hacer, ni en València ni en ningún sitio, si el Planeta lo dejamos como nuestros antepasados reptilianos (a los que confundimos con dioses) dejaron Marte.
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