Una ciudad llena de bicicletas... y de viandantes
Tras el impulso a los carriles bici, el reto del segundo mandato de Joan Ribó en Valencia es la peatonalización del centro
"Bueno, parece que le han
ganado a Rita", soltó el taxista para darme algo de conversación. Solo
dos días después de las elecciones de 2015, ese era el resumen de aquel
conductor sobre lo ocurrido en Valencia, que amplió enseguida al
conjunto de las instituciones valencianas con otro comentario: "Al amigo
de Rita también le han ganado". Se refería al presidente de la
Generalitat saliente, Alberto Fabra, en una demostración inconsciente de
la imagen que buena parte de la población tenía de la distribución del
poder en la época del PP. "¿Y los nuevos qué cree que harán?", me
preguntó con curiosidad. Yo le respondí, medio en broma: "Van a llenar
Valencia de bicicletas". Al taxista no le pareció entonces mi pronóstico
ni bien ni mal.
Cuatro años después, en efecto, la
ciudad está bastante llena de bicicletas, gracias a una política de
movilidad que ha dado prioridad a la construcción de carriles bici y a
la "pacificación" del tráfico. Celebradas otras elecciones, Valencia ha
renovado la mayoría de izquierdas y el alcalde, Joan Ribó, se prepara
para emprender un nuevo mandato. Y eso a pesar de que las bicicletas han
sido el arma arrojadiza de la derecha en su oposición a la política del
Ayuntamiento del cambio durante toda esta etapa.
Porque, además de un cambio radical de estilo de
gobierno, alejado de la pose populista y autoritaria que Rita Barberá
exhibió durante más de 25 años, la llegada de Ribó a la alcaldía supuso
una reorientación de la idea de ciudad para alinearla con los modelos de
tantas urbes europeas que fomentan el transporte público y restan
opciones al automóvil a favor de los desplazamientos a pie y en
bicicleta (o en patinete, que es un vehículo de creciente uso). No fue
casual que las políticas relacionadas con el transporte y el tráfico
convirtieran al concejal responsable del área de movilidad, Giuseppe
Grezzi, en un pararrayos de todas las tormentas que la oposición y el
sistema local de medios desencadenaron sin descanso.
Y
por eso no fue el único, pero sí el argumento más llamativo, del PP y
Ciudadanos en la crítica al tripartito de izquierdas. Hasta el punto de
que, en campaña, las dos formaciones prometieron eliminar varios de los
carriles bici más polémicos. Unas vías ciclistas, las que amenazaron con
desmontar, por las que circulan 45.000 personas al día. Pero volvió a ganar la izquierda y, por tanto, el desarrollo de ese nuevo modelo continuará.
Valencia
es una ciudad llana, de clima benigno. Reúne las condiciones ideales
para profundizar en el paradigma de la calle habitada, es decir, la
calle de los viandantes, donde se despliegan las interacciones humanas
en toda su riqueza y su pluralidad. Algo que implica reducir la
velocidad, la intensidad y las posibilidades de aparcamiento del coche
privado, pero también establecer una política metropolitana de movilidad
y transporte que la derecha desmanteló a conciencia y que la izquierda
apenas ha empezado a organizar.
Algunos expertos ponen objeciones al abuso de la fórmula
de los carriles bici porque defienden un modelo que no segregue
sistemáticamente en infraestructuras específicas la circulación de
bicicletas y haga uso donde sea posible de un viario mixto. Con una
prioridad básica: la gran masa de peatones que se desplazan por la urbe,
considerada la gran riqueza social que hay que proteger.
Y
ese es precisamente el reto de este segundo mandato del Ayuntamiento de
izquierdas que va a comenzar, la peatonalización, que implica una
estrategia combinada de urbanismo y movilidad. La intención del equipo
de Ribó es cerrar al tráfico de coches cuatro grandes plazas, en una
maniobra urbanística que implicará la práctica peatonalización del
centro histórico de Valencia. Las obras en la primera de ellas, la plaza
de la Reina, están listas para comenzar. Después vendrán las plazas del
Mercat, de la Ciudad de Brujas y del Ayuntamiento.
Sin
duda, Ribó tendrá que afrontar proyectos de mayor envergadura, como la
regeneración efectiva del barrio de El Cabanyal, o actuaciones más
urgentes y complejas, como las relacionadas con la provisión de vivienda
asequible y con el control del precio del alquiler, pero es seguro que
la política de la "calle habitada" suscitará las más enconadas tormentas
locales. Tal vez porque, en caso de que culmine con éxito, convertirá
Valencia en otro tipo de ciudad.
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