El día que al gobernador del Banco de España le subieron el alquiler
Una ficción sobre especulación, burbujas y acoso inmobiliario con un inquilino poco habitual
Vigésimoprimera edición de 'Letra Pequeña': lee aquí la serie de relatos escritos por Isaac Rosa e ilustrados por Riki Blanco
Lo dije hace meses en mi
comparecencia en el Congreso, lo repetí en la presentación de nuestro
informe anual, he insistido en cada entrevista y conferencia, y hoy lo
sigo sosteniendo. No voy a cambiar de opinión solo porque me hayan
subido el alquiler, no voy a darles ese gusto. Lo volvería a decir, con
todas las letras: "No parece adecuado limitar el precio
de las viviendas alquiladas, ya que, según la evidencia internacional,
este tipo de medidas no solo reducen la oferta, sino que también pueden
favorecer un deterioro importante de los inmuebles".
¿Queda
claro? Estoy convencido de ello. Lo estoy personalmente, y también lo
está la institución a la que represento. Sería un error intervenir el
mercado, alterar las leyes de oferta y demanda, y controlar los precios
del alquiler, como proponen algunos. Y mira que yo podría ser el primer
interesado en que el gobierno frenase los precios, puesto que también
soy un afectado, y no menor: no creo que haya muchos inquilinos que
hayan sufrido una subida comparable a la mía. Y de eso quería hablarte,
por eso te llamé y te solicité esta reunión: quiero pedirte que
investigues esa subida, la desproporcionada actualización de mi renta.
Quién está detrás de la misma, qué pretende.
Te lo pido como un favor personal, por la amistad que nos
une. No voy a poner una denuncia, no quiero que hagas una investigación
oficial. Ni siquiera la llamaría investigación, no te quitaré tiempo,
no tendrás ni que moverte de este despacho, seguro que sabes a quién
llamar, de qué hilos tirar para averiguar quién ha decidido subirme de
esa manera la renta. Y por la misma confianza te pido discreción, ya
imaginas. Lo último que quiero es que algo de esto se filtre a la
prensa.
Ya sé, es una obviedad lo que pregunto: como
bien dices, el responsable de la subida es el propietario de la
vivienda. Hasta ahí llego. Pero justo por ahí deberíamos empezar: quién
es el dueño del apartamento que tengo alquilado, en el que vivo de lunes
a viernes para atender mis responsabilidades en el banco. Quién es el
verdadero propietario, quién se oculta tras la empresa que aparece como
titular. Pedí a nuestro servicio jurídico que lo investigase, pero no
averiguaron nada. En el registro de la propiedad figura una empresa sin
muchos datos. Parece que es un fondo de inversión, uno de los muchos que
vienen a comprar lotes de pisos. No tiene empleados ni facturación,
comparte domicilio fiscal con otra veintena de empresas, y el
administrador único es un tipo con más de cien sociedades a su nombre,
el típico testaferro. Hasta ahí, nada raro, verdad. Pero quiero saber
quién se oculta tras esa pantalla. Quién se ha propuesto echarme del
apartamento.
Todo empezó hace tres meses, cuando me
llegó el burofax: me comunicaban que, ante el inminente fin de mi
contrato, si deseaba renovar tendría que hacer frente a una
actualización de la renta. Por supuesto, no me subían el IPC. Tampoco un
incremento similar a la subida media de los últimos tres años. Me
anunciaban un aumento de la renta mensual en un 60%. Has oído bien: 60%.
Evidentemente, era una forma educada de decirme que me largase. Ya
supondrás que la renta anterior no era precisamente baja. Un apartamento
de alto standing, cerca del banco, una de las zonas con el metro
cuadrado más alto. Y aun así, la nueva renta era un disparate.
Pero
espera, ahí no comenzó todo. Vayamos más atrás, cuatro meses antes del
burofax: una abogada vino puerta por puerta a comunicarnos el cambio de
titularidad en la propiedad del inmueble. La familia propietaria del
edificio había decidido vender, y ahora quedábamos en manos del fondo
ese. No le di importancia, es parte de las reglas del juego. El mercado.
Y asumí que el nuevo dueño querría aumentar la mensualidad, es lo que
hacen todos los nuevos jugadores que llegan al mercado de alquiler.
Pero
no te confundas, mi problema no es el dinero, no te pido ayuda por eso.
Aun siendo un disparate, puedo afrontarlo, mi sueldo me lo permite y el
banco me otorga una ayuda mensual para vivienda. De hecho, pese a la
subida acepté renovar el contrato, cosa que tampoco fue fácil, tuve que
recurrir a un abogado de nuestro servicio jurídico porque el
administrador se empeñaba en poner todo tipo de obstáculos, para que
venciese la fecha de renovación sin haber firmado. Si pretendían que me
fuese, no lo han conseguido, no todavía. Porque eso es lo que pretenden:
echarme. Y eso es lo que quiero que averigües: quién, y sobre todo por
qué.
Insisto en la discreción. Esto no puede salir de
aquí. Ya imagino el titular de prensa a la mañana siguiente: "El
gobernador, víctima de la misma burbuja de alquiler que negaba". El
alguacil alguacilado.
Por eso acepté renovar el
contrato, con las disparatadas condiciones económicas: porque mudarme
sería aún peor. Como si los estuviera oyendo: "La subida del alquiler se
cobra una cabeza inesperada: el gobernador del Banco de España". "El
gobernador conoce en carne propia la subida del alquiler que no quería
regular". Imagina el recochineo de tertulianos y redes sociales:
"¿Seguirá pensando el gobernador que no hay que controlar los
alquileres?" "Le han dado de su propia medicina, se lo tiene merecido".
El alguacil alguacilado. El promercado, mercadeado.
Está
bien, no daré más rodeos: lo que quiero que averigües es si todo
comenzó con el burofax o con el cambio de propietario. O si en realidad
comenzó hace un año. Tras la presentación de nuestro último informe
anual. Aquel día volví a rechazar el control de los alquileres. Mis
palabras no cayeron bien a los de siempre, ya sabes. Me piropearon como
de costumbre: guardián de la ortodoxia. Ultraliberal. Defensor de los
grandes propietarios y fondos. Se ensañaron conmigo. Se desahogaron.
Hasta ahí normal. Pero entre todos los comentarios de aquellos días en
medios y redes sociales, hubo uno que tuvo especial eco, al que no dimos
importancia entonces, pero que recordé cuando recibí el burofax.
Inicialmente
fue un comentario aislado, nada premeditado, un cualquiera ingenioso en
alguna red social, pero pronto se viralizó. Decía así: "Qué insensible
el señor gobernador. Yo propongo que entre todos los inquilinos de
España juntemos dinero, compremos el piso donde vive, y le subamos la
renta a lo loco, hasta echarlo, a ver si sigue opinando igual".
Puedes
reírte, no me ofendes. También se rieron los del gabinete jurídico
cuando les pedí que hiciesen averiguaciones. Yo mismo me reí la primera
vez que leí aquel mensaje. Pensé lo mismo que tú ahora: una bobada. Una
ocurrencia. Ganas de conseguir seguidores. De hacerse viral. Lo
consiguió, claro. La bobada, la ocurrencia, triunfó en redes sociales,
saltó a los medios. La replicaron organizaciones de inquilinos,
plataformas de desahuciados, asambleas de vivienda, algunos sindicatos,
un par de partidos de izquierda que se apuntan a todo. Y miles, decenas,
cientos de miles de usuarios de redes sociales. Hasta hubo quien esos
días abrió un crowdfunding para recaudar el dinero necesario para la
acción justiciera.
Lo cierto es que allí quedó todo.
Una bobada, una ocurrencia. Lo hemos investigado, y no hay nada más. La
difusión del mensaje decayó en pocos días. Los chistes se agotaron. Y
del crowdfunding no hay rastro, suponemos que lo cerraron días después
sin haber recaudado nada. Cuesta creer que la propuesta siguiese viva
bajo el radar, que alguien la tomase en serio, que la organizasen. Algo
así no pasaría desapercibido. Hablamos de mucho dinero, y por tanto
mucha gente implicada. Porque no solo es mi apartamento: han comprado el
edificio entero. Son pocos pisos, pero el metro cuadrado vale lo que
vale en esta zona. Calculo unos ocho o nueve millones de euros en total.
¿Cientos de miles de personas poniendo cada una diez o veinte euros
para darse el gusto de escarmentar al gobernador del Banco de España,
más algunas organizaciones aportando cantidades mayores? ¿Fiestas
populares donde venden boletos para recaudar? ¿Huchas con mi foto en
todos los locales vecinales y sociales? ¿Y que además lo hiciesen de
manera clandestina? No parece verosímil, verdad.
Porque
además no solo soy yo. ¿Qué pasa con el resto de inquilinos de mi
edificio? No sé si les aplicaron la misma subida, o directamente les
negaron la renovación. Lo cierto es que se han ido casi todos. O todos,
no sé si queda alguien en el edificio. La mayoría de pisos están
tapiados, y hace semanas que no me cruzo con nadie por la escalera. Y
digo escalera con toda intención: desde el cambio de propiedad el
ascensor está fuera de servicio la mayoría de días. Se avería y no
llaman al técnico. Nadie cambia las bombillas fundidas, aunque sí
cambiaron la llave del portal, sin avisarme ni darme copia. Tampoco
limpian el portal, que con las obras está que da asco.
Ah,
las obras, no te he hablado todavía de ellas: están tirando varios
pisos, uno de mi planta, otro justo encima. Ruido y polvo, ya imaginas.
No puedo abrir las ventanas. Hay cortes de luz frecuentes. Se dice que
van a hacer un hotel, o pisos turísticos, que no sería tan extraño dada
la zona. Pero hasta donde sabemos, no han pedido licencia para nada así.
Solo hay demolición. Mazazos. Taladradoras. Sierras radiales. Como si
solo quisiesen hacer ruido y levantar polvo. Como si solo quisiesen
molestarme, hacerme la vida imposible.
No me mires
así, no soy un delirante. Sigo confiando en la navaja de Ockham: la
explicación más sencilla suele ser la más probable. Sé que no soy el
primer ni el último inquilino al que han subido la renta
desproporcionadamente; ni el único al que hacen la vida imposible para
que se vaya cuanto antes. Razón de más para no irme. Lo más fácil sería
irme, mudarme, puedo pagar cualquier otro apartamento. Pero no les
regalaré el titular: "El gobernador, otra víctima de la gentrificación".
En ningún caso les daré ese gusto. Tanto si han sido ellos, como si no,
lo disfrutarían igual. Una victoria moral. Justicia poética.
Insisto,
soy el primero que no doy mucha credibilidad a la hipótesis activista,
no me he vuelto loco, aunque los martillazos en el piso de arriba me
acabarán enloqueciendo. Pero no, aún mantengo la cordura. De hecho, he
dudado mucho antes de pedirte este favor. Debería bastarme con el
resultado de las indagaciones que ya hizo el servicio jurídico. No
encontraron nada. Caso cerrado. ¿Sí? O no. ¿Qué te dice tu instinto de
viejo policía? Me reconocerás que hay algo… extraño en todo esto.
Casualidades. Muchas, demasiadas casualidades: el informe anual, la
ocurrencia viralizada, el repentino cambio de propietario, la subida de
alquiler.
Las casualidades no existen, ese ha sido
siempre tu lema, ¿no? Y aunque es cierto que lo mismo que me está
pasando a mí le ha ocurrido a miles de inquilinos, sigo pensando que
todo esto no se explica con las leyes del mercado. Cualquiera vería en
todo esto mera especulación inmobiliaria. Tú mismo lo piensas. Yo
también, cuando me sereno y razono. Pero siempre me queda un leve ruido
de fondo, un chirrido que no desaparece, que me desvela por la noche: ¿y
si hubiera algo más? Una mano negra en lugar de la mano invisible del
mercado. Por remota que sea la posibilidad, no la descartemos.
Investiguemos primero.
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