El efecto S
Una ficción ligeramente distópica sobre el controvertido "derecho al olvido"
Vigésimocuarta edición de 'Letra Pequeña': lee aquí la serie de relatos escritos por Isaac Rosa e ilustrados por Riki Blanco
"¿De verdad no sabes
quién fue L.B.? Cuando yo tenía tu edad, L.B. era todo un personaje,
representante de toda una época. Se habló mucho de él durante años,
aunque es verdad que hoy ya nadie se acuerda de él. Ni de su época."
El
eterno lamento del abuelo Lucas, su época y la actual, ayer y hoy,
cuando él era joven versus los jóvenes de hoy, la poca memoria que
tenemos. Ya sé lo que viene después, me adelanto y lo digo yo antes,
imitando su voz grave:
-Un país que no conoce su historia está condenado a repetirla.
Para
compensar la burla, le pido que me explique quién era ese L.B., y
entonces me cuenta una película sobre la financiación de no sé qué
partido hace un millón de años, un caso de corrupción en el que L.B.
jugó un papel importante, aunque su relato termina con el refunfuñar
habitual del abuelo:
-Al final se escapó con poca
condena, la justicia era un cachondeo, entonces y ahora, que en eso no
ha cambiado, si acaso a peor. Este L.B. se pasó unos pocos años en la
cárcel, y adiós muy buenas. L.B., menudo personaje…
Por
curiosidad, y por darle el gusto a mi abuelo, hago una búsqueda sobre
el tal L.B. Tecleo su nombre en el buscador, y aparecen unas pocas
decenas de resultados, la mayoría noticias de periódicos de la época.
Las ojeo por encima, pero ninguna tiene nada que ver con la película que
me ha contado el abuelo. Llego hasta el final, hasta la advertencia
rutinaria que siempre aparece tras el último resultado en toda búsqueda:
"Es posible que algunos resultados se hayan eliminado de acuerdo con la ley de protección de datos europea".
-Ahí
tienes la explicación, chaval, siempre la ley de protección de datos
–me explica el abuelo cuando le cuento el resultado de mi búsqueda y
cuestiono su buena memoria. Él no se da por vencido: "Ahí tienes la
explicación, chaval, la ley de protección de datos. El derecho al
olvido. También L.B. ha disfrutado del jodido derecho al olvido. Su
familia, sus hijos o ya sus nietos, habrán pedido al buscador que
desindexe todas las informaciones que afecten a L.B., para limpiar el
nombre de la familia. Y ya se sabe que en este país, teniendo dinero y
un buen abogado, hay barra libre para el olvido digital. Y un país que
no conoce su historia…
-Está condenado a repetirla –termino yo la frase, burlón.
Un par de días después, el abuelo Lucas vuelve a la carga:
-Ahí
tienes a L.B. –me dice ufano, y me muestra en la pantalla un ejemplar
de un periódico de su época, sacado de la hemeroteca digital. En la
página destacada, una foto de L.B. y un gran titular: "Comienza el
juicio por el caso B."
-Pues yo busqué y no encontré nada –digo.
-Desindexado,
ya te dije. Derecho al olvido. Yo lo he encontrado sin poner su nombre,
es la única manera. En su lugar, escribí en el buscador el nombre del
juez que llevó el caso, y ahí lo tienes.
Leo la
noticia fingiendo interés, hasta que el abuelo se aleja y entonces
aprovecho para echar un vistazo a la sección de deportes del mismo
periódico. Siempre me gusta leer sobre viejos partidos de fútbol,
glorias de otro tiempo cuyos nombres todavía hoy resuenan míticos.
En
la primera página de la sección de deportes encuentro una noticia sobre
el gran M. He visto muchos vídeos de M., sus goles son inolvidables,
todavía hoy los niños visten camisetas con su nombre y número a la
espalda. Pero la noticia no habla de ningún gol mítico, ni de victorias o
mundiales, sino de algo nada deportivo: una condena por fraude fiscal.
¿En serio condenaron a M. por evadir impuestos? Leo la noticia, con
creciente asombro. Vaya con el mejor futbolista de todos los tiempos…
Me
extraña tanto, que incluso pienso que el periódico es de mentira, que
lo ha escrito y editado el abuelo para salirse con la suya en toda esa
historia de L.B., y de paso quedarse conmigo, que él es muy de hacer
bromas elaboradas. Antes de preguntarle nada, hago una búsqueda sobre M.
y el fraude fiscal, pero no hay nada. Respiro aliviado, y estoy por ir a
burlarme del abuelo, de su mala memoria y sus confusiones, pero antes
hago una búsqueda más, usando ahora otros términos: no escribo el nombre
de M., y sí el de su equipo, el año y las palabras "fraude fiscal". Y
ahí está: el robot de búsqueda me ofrece cientos de noticias. Esto ya no
puede ser un invento del abuelo.
Sigo revisando el
mismo periódico antiguo, saltando de sección en sección, atiendo otras
noticias. Un ex policía, J.A.G.P., alias B.E.N., reclamado por la
justicia argentina. Un actor, K.S., del que he visto alguna película
vieja, detenido por una agresión sexual a un menor. Un empresario,
G.D.F., encarcelado por delitos económicos. Y otras noticias breves que
hablan de ciudadanos condenados por otras causas: un intento de
asesinato machista, un plagio en una tesis doctoral, distribución de
pornografía infantil.
Apunto los nombres de todos y
los voy introduciendo uno a uno en el buscador. De algunos salen
resultados, pero se refieren a otro tipo de hechos. En cambio de otros,
como el que intentó matar a su pareja, o el pederasta, no hay rastro en
Internet, se confunden con otros ciudadanos que comparten nombre y
apellido. Solo en el caso del policía J.A.G.P. y del empresario G.D.F.
encuentro noticias de sus causas, aunque los primeros resultados no
hablan directamente de sus problemas con la justicia, sino del intento
fallido de sus herederos por beneficiarse del "derecho al olvido" años
después. En el caso del ex policía, acusado de torturador, la
movilización de sus víctimas y familiares logró que un juez impidiese la
desindexación de noticias que le afectaban, aunque otro juez ordenó que
su nombre fuese sustituido por iniciales. En cuanto al empresario
G.D.F., fue el propio buscador quien rechazó la solicitud, en base a la
relevancia informativa de su caso, aunque los familiares siguen
batallando en los tribunales.
Paso la tarde consultado
otros periódicos de la misma época. Leo noticias, apunto nombres, hago
búsquedas con ellos, y solo en los casos más relevantes encuentro
resultados. En otros, en la mayoría, no queda rastro, solo aparecen
usando otros términos de búsqueda, algunos ni siquiera así.
Desindexados. Olvidados.
-Hace años que dejó de ser un
tema polémico –me explica el abuelo cuando le confieso mi estupor-.
Antes la gente montaba escándalo si unos familiares querían limpiar el
nombre de un antepasado canalla, pero la práctica se fue normalizando.
Aparecieron todos esos bufetes que te garantizan el olvido total, y que
trabajan con discreción, van eliminando sin hacer ruido, hasta conseguir
desindexar todo rastro de los buscadores y hasta en los motores de
búsqueda interna de medios digitales. Pero siempre te queda usar
buscadores alternativos, que los hay, mantenidos por plataformas
ciudadanas. Ya sé que esos buscadores no son tan potentes como el de
toda la vida, pero al menos tienen algo más de memoria, no ponen tan
fácil la aplicación de la ley de protección de datos, resisten sin
desindexar mientras no lo ordene un juez.
-Un país que no conoce su historia está condenado a repetirla –digo, sin ningún acento de burla.
-Así
es. En mis tiempos, cuando empezó toda esta historia del derecho al
olvido, cada vez que algún pajarraco quería limpiar su mierda se montaba
un buen pollo, y le acababa saliendo el tiro por la culata: en vez de
lograr el olvido, se ganaba una repercusión universal, porque todo el
mundo difundía aquello que pretendía ocultar. Lo llamábamos el "efecto
S."
-¿Qué es el "efecto S."?
-Ni te
molestes en buscarlo, porque ya te digo yo que no vas a encontrar nada.
El "efecto S.", así lo conocíamos por el apellido de una famosa actriz
de entonces, B.S. Una vez intentó que no publicasen unas fotos de su
casa, y lo único que consiguió fue que todo el mundo difundiese fotos de
su casa. Cuando intentas ocultar algo y te acaba estallando en las
narices, eso es el "efecto S." O eso era.
-¿Y qué pasó? No me digas que también sus familiares…
-Así
es. Después de años, los descendientes de B.S. consiguieron que el
buscador desvinculase el apellido de la actriz de toda información
relativa al "efecto S.", por considerarlo perjudicial para el buen
nombre de B.S. y de su familia. Si hoy haces una búsqueda directa, no
encontrarás nada sobre el "efecto S."
("Es posible que algunos nombres de este cuento hayan sido sustituidos por iniciales de acuerdo con la ley de protección de datos europea").
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