No es caos ni desastre ni violencia como nos contaron de pequeños en la dictadura y en sus escuelas-secuelas; es todo lo contrario: el crecimiento de la conciencia tanto individual como colectiva y cooperativa mediante la realización comunitaria y personal de metas compartibles, que nos hace posible vivir en libertad porque la máxima aspiración ya no es el poder (arjé, arjía, en griego), sino la libertad desde dentro, que por esa condición de libres en el pensamiento, en el deseo, en las ideas, en las opciones y por ello, en la conciencia, hace innecesario y perjudicial, el ejercicio del poder sobre los demás, porque ya hay suficiente capacidad para elegir, debatir, dialogar, determinar y compartir lo que comprendemos, deseamos, necesitamos y co-creamos, desde uno mismo a los demás, que son también una manifestación integral del sí mismos; del yo pequeño al nosotros sin fronteras. Del nosotros infinito al yo determinado que sabe ser libre e integrarse en libertad con el resto de la humanidad. Y desarrollando juntas en la convivencia una pedagogía mutua y sinérgica.
Ser libres, empáticos, solidarias, autónomas en los criterios teniendo como guía personal y grupal, el bien común y los valores que lo hacen posible. Ser la proyección vital y social del imperativo categórico de la ética kantiana; el verdadero anarquista es quien obra de tal modo que su ley personal puede convertirse en ley universal, totalmente inofensiva, ecuánime y sanísima para todo el que la practique y la respete. La única Ley que solo desde la conciencia -personal y social- puede ejercerse con la seguridad de que es inocua en los daños y constructiva y eficaz en los bienes que aporta. Así es la anarquía, (an=no, arjía=poder) ese estado que ya no necesita poderes ni mandatos externos que le dirijan la existencia ni los intereses.
Contra lo que pueda parecer por el empleo equivocado del término en países como el nuestro, en el que simplemente pensar por libre mereció el destierro, la cárcel y hasta la hoguera durante siglos y sigue mereciendo condenas y cárcel para quienes intentan vivir desde la libertad y expresarlo en sus actos, palabras, y decisiones, calificadas de golpistas, mientras a quienes fueron golpistas de verdad, se les consideran "padres de la patria", la bendita anarquía es la mayoría de edad. La madurez del conocimiento y la praxis, individual y colectiva.
Si en las décadas primeras del siglo XX el anarquismo se manifestó, como todos los demás movimientos políticos del momento histórico, con la misma violencia que éstos, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, en la segunda década del XXI, el anarquismo ha evolucionado más profundamente que el resto de opciones, y ha asumido la paz y el bien común como camino social, político, económico, ideológico e individual. Su manifestación preferida es la noviolenta; la experiencia viene demostrando que persistir e insistir, resistiendo tentaciones de cortar cabezas para acabar haciendo lo mismo que "el enemigo" y que todo siga igual tras haberse matado y destruido con balas, bombas adobadas con rencor, miedo y odio letal for ever, mientras el bien para uno significa el mal para el contrario, es mucho más eficaz y constructivo, grato, reconfortante y regenerador que la repetición de la guerra eterna, si no nos salimos con la nuestra; y es que se ha ido descubriendo que en realidad "la nuestra" es la de todas. Algo, que según vamos viendo, no se entiende en las viejas formaciones políticas aun disfrazadas de "nuevas". Y es esa doble cara la que precisamente las acaba delatando y deconstruyendo, dejándolas a la altura del betún y, para más inri, cuantas más milongas cuentan y propagan, más en evidencia quedan sus "verdades" absolutamente negadas e incapaces de comprender su propia incoherencia y nefasta estupidez.
En estos momentos, el mundo, Europa y España necesitan mucha más hondura y reflexión, escucha, debate, diálogo y acuerdos, que rabietas, partidocracias, rivalidades ideológicas que son callejones sin más salida que el aumento de volumen y cantidad de problemas. Si el problema más grande es el sistema enfermo, no puede haber mejoría integral, porque todo es pura desintegración si sobran en el "poder" (cracía) narcisistas, cínicos, orates esnifados, egos miedosos y temerarios al fifty-fifty y faltan conciencia, lucidez, humanidad de verdad,salud psicoemocional, y anarquía. Esas hermosas, sanísimas e imprescindible barricadas del bien común y su conciencia individual y por ello, colectiva.E inexpugnable si se lo propone. No hay más victoria posible que una paz cooperativa ética e inteligente. O sea, anarquía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario