Yo no voto más
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en el Congreso de los Diputados EFE
"La vida es política no porque al mundo le importe cómo te sientas tú, sino porque el mundo reacciona a lo que tú hagas"
Timothy Snyder. Sobre la tiranía
Yo no voto más. Pedro, Pablo, con toda confianza, estoy
obligada a decir que no voto ni una vez más. Hasta dentro de cuatro
años, obviamente. Tengo un recuerdo horrible de niñez y de aquellas
interminables partidas de brisca con mi amama en familia. Tengo en mente
a ese crío insoportable -primo, hermana, amiguito- que metía las manos
sobre la mesa y revolvía sus cartas con las que quedaban en el mazo para
estropear la partida cada vez que no le gustaban las cartas. Mi abuela,
con toda su santa paciencia, volvía a pedirnos las nuestras, barajaba
con parsimonia, y volvía a repartir. Hasta que se le hinchaban los
bemoles. Entonces juraba en hebreo, en arameo y hasta en sánscrito y nos
echaba un rapapolvo sobre asumir las reglas, jugar con las cartas que
la vida te daba y no pensar que el mundo te lo debía todo, hasta los
triunfos.
Puede que sea yo la única con esta
convicción, pero me malicio que hay muchos más votantes progresistas y
de izquierda que están asistiendo estupefactos a lo que nos dejáis ver
en los medios y que está empezando a estar hasta las mismas narices. He
interpretado muchas veces que se trataba de pura estrategia para llegar
al acuerdo con la mayor fuerza posible, desde cada una de las partes,
pero me estoy empezando a maliciar que no, que todo lo que vemos es
cierto, que estáis dispuestos a dilapidar el capital de esperanza y el
grito de auxilio de tanta buena gente que ve cómo enfrente se rearman
los fantoches más negros de la historia.
A pesar de
eso, de esa preocupación porque lleguen al poder aquellos que no tienen
reparos en cercenar libertades, en despreocuparse de los derechos de las
minorías o en mantener los espectros franquistas, a pesar de ello
tampoco estoy dispuesta a que nadie se ría de mí. Ya sé que a los de
enfrente no les importa lo más mínimo que les hagan turuletas
intelectuales con tal de conservar el poder, pero quizá peco de lo mismo
que pecáis vosotros y es de no lograr dejar a un lado mis maximalismos
personales para saber buscar el bien común. Esto último era puramente
irónico, ya podéis imaginar. Lo es porque ya he sido capaz de saltar
sobre todo eso. Me he ido, he vuelto, he hecho combinaciones, he vuelto a
ir y a volver y he acudido a las urnas puntualmente con responsabilidad
e ilusión cada vez que ha sido preciso, pero todo tiene un límite. Ya
pasó una vez. Ya vimos como la ilusión de construir un futuro que muchos
deseamos se fue por el desagüe de las ambiciones, los vetos y las
expectativas de lograr mejor posición y más poder.
Yo
puedo empatizar con muchas cosas. Puedo empatizar con la idea de Pablo
de hacer valer su necesidad y con el hecho de que en el cóctel es
necesario parte de ese peso para hacer valer la voluntad popular. No es
un secreto para nadie que, a sabiendas de que el gobierno lo formaría
Pedro Sánchez, muchos quisieron que contara con un contrapeso para que
no lo centraran de más algunos prebostes de su partido y de fuera de él.
Puedo entender que, asumido que llegar al gobierno desde Podemos será
imposible, no se quiera renunciar a la capacidad de rentabilizar el voto
en políticas concretas. Ante esto no tengo nada que decir. Puedo, sin
duda, entender que para Pedro sea más interesante pensar en un gobierno
parecido al que ya ha manejado este último año y contar con apoyos
parlamentarios que no toquen el Consejo de Ministros. Hasta quizá
entienda que se pueda pensar que es un riesgo que alguien como Pablo
entre en el núcleo mismo del Poder Ejecutivo sin tener seguro si será
leal o empezará a hacer la oposición interna por su cuenta y riesgo y
conociendo las secretas deliberaciones.
No revelo qué
postura es la que más se aproxima a la mía, digo que soy capaz de
ponerme en los zapatos de ambos y entender las razones que se defienden
desde cada sector. Hasta ahí. Comprender y empatizar no es aplaudir,
compartir o siquiera tolerar. Pablo, Pedro, las cartas están encima de
la mesa. Hemos barajado y repartido ya demasiadas veces en los últimos
tiempos. Ahora los triunfos son los que son, Pedro va de mano y es hora
de que seáis capaces de hacer lo que hay que hacer. En absoluto podéis
delegar vuestra responsabilidad de nuevo en nosotros, los votantes.
A
mí, personalmente, los culos y los asientos me preocupan poco, aunque
también comprendo que hay ambiciones, egos, necesidades y deseos. Fijaos
si soy indulgente. Ni siquiera creo que nada de eso pueda dejarse atrás
en una negociación, ni sería tan ingenua de pedirlo. No ignoro que en
cada formación hay una amplia gama de sentires. Sé que a una parte más
centrada del PSOE, los de Podemos le da escalofríos, y tampoco olvido
que para muchos de los de Pablo, los socialistas ni siquiera son la
izquierda de verdad. Hasta tengo presente que hay fuerzas muy vivas que
prefieren que sea otra la componenda que permita a Sánchez gobernar. De
lo que estoy realmente cansada es de que todas estas consideraciones,
importantes en sí mismas, sirvan de excusa para obviar las obligaciones y
las responsabilidades. Ya os supongo poseedores de la sabiduría de la
política como arte de lo posible y no me cabe duda de que vuestra
trayectoria os trae llorados de casa, así que sólo falta que completéis
el trabajo que se os ha encomendado por el más glorioso jefe que nadie
pueda tener nunca, el pueblo que os ha votado.
No
pongo líneas rojas. No digo que no habléis de sillones. No tengo ni idea
de cómo podéis cubrir con dignidad esta misión que se me antoja
compleja, pero sí sé que tenéis que hacerlo y que no cabe que penséis en
sacar las manos sobre la mesita y en revolver las cartas de nuevo.
Pensad en aquello a lo que podéis renunciar, tanto política como
personalmente, porque este mandato que tenéis exige altura de miras,
sacrificio y afán de servicio. Espero de vuestro entorno la misma
actitud, porque lo contrario no convendría a ningún espíritu
progresista. Deseo profundamente que desde esa idea común podamos
asistir al despegue de la España que será en un siglo incierto.
De no ser así, no contéis conmigo.
Yo otra vez no voto.
Es vuestro tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario