Comenzar por el medio la reconstrucción de la izquierda: un balance y cuatro propuestas
Raúl Camargo, portavoz de Anticapitalistas-Madrid. ExDiputado en la Asamblea de Madrid
Sobre las otras dos derechas no hay debate sobre su naturaleza aunque cada vez queda más claro que Vox es la pata franquista que el PP siempre tuvo dentro y que ahora camina por libre, veremos por cuanto tiempo. No hay un ápice de orientación antiélites en su discurso y práctica, tan solo una rancia reivindicación de la España de pandereta, toros y caza y ataques al feminismo, movimiento LGTBi y a todo lo que huela a izquierda. Con esos mimbres, el partido de Abascal nunca echará raíces entre sectores populares, como sí ha hecho Marine Le Pen en Francia por ejemplo, y si sigue por la senda de acuerdos generalizados con PP y C,s en todos lados su propia existencia como partido “outsider” de las derechas también se verá cuestionada, especialmente en las elecciones generales donde la división tanto les ha penalizado.
El PP, pese a perder votos en todas partes, va a conservar un notable poder territorial por haber mantenido a duras penas la primera posición en votos dentro del bloque de derechas. La “resiliencia” popular tras los múltiples escándalos de corrupción se pone otra vez al descubierto: la implantación territorial es capaz de soportar carros y carretas.
En el denominado bloque progresista, el PSOE vuelve a hegemonizar el flanco izquierdo sin hacer mucho: solo con algunos gestos del Gobierno de Sánchez y la renuncia de Unidos Podemos a disputarles el liderazgo, los socialistas han vuelto a sus buenos tiempos. Aunque les gustaría mirar al centro-derecha, y aunque tengamos la certeza de que el núcleo duro de sus políticas no va a saltarse ni un ápice los dictados de Bruselas ni la regla de gasto, no van a tener más remedio que llegar a un acuerdo de gobierno con UP y acordar una abstención de ERC. Y, haciendo gala de su pragmatismo e instinto de supervivencia, podemos apostar a que Pedro Sánchez lo hará.
Pero nos detendremos con más detalle en el balance de los resultados de Unidas Podemos, las confluencias y Mas Madrid. Los motivos de la debacle electoral del 26-M son múltiples, y no se pueden achacar a un solo factor. Sin duda, el contexto general de desmovilización y de leve recuperación económica ha perjudicado a estas opciones. Pero los descensos son tan acusados que el factor objetivo no lo puede explicar todo. La progresiva descomposición de las asambleas de base y de la actividad fuera de las campañas electorales ha sido palmaria en todo este bloque. Y ese alejamiento de la gente que, voluntariamente y sin salario mediante, construía y hacía campaña cada día por Podemos, Ahora Madrid y otras organizaciones ha sido determinante en los malos resultados. La decisión crucial para elegir este rumbo se tomó en Vista Alegre I, cuando el brillo del éxito lo cegaba todo. Ya entonces, Anticapitalistas y otros compañeros y compañeras advertimos de que una organización sin raíces, sin estructuras de base con poder de decisión y con hiperliderazgos que al cabo toman todas las decisiones importantes podían, en poco tiempo, marchitar las buenas expectativas. De poco sirve decir ahora “teníamos razón” porque también es cierto que nuestro modelo no garantizaba la victoria inmediata (aunque el mayoritario tampoco lo hizo, por cierto). Los estados de ánimo y las coyunturas electorales van y vienen, pero la implantación en el terreno y la confianza de la gente de base en que tu herramienta política es sustancialmente diferente de las otras, y más democrática que ellas, es lo que permite superar los reflujos, mucho más en un partido que tenía al 15-M como bandera.
En aquellos debates de octubre-noviembre de 2014 se perdieron muchas cosas. La ilusión en que las cosas podían hacerse de otra forma en política fue, sin duda, la pérdida más importante. Una vez que un partido deja de ser un dispositivo para la reflexión colectiva capaz de integrar a la pluralidad existente en su seno se pasa a la fase donde los giros bruscos, los bandazos y la política de titulares y de regate corto se imponen. No recuerdo que haya habido ninguna reflexión estratégica en Podemos que explicara los continuos cambios de orientación con respecto a la relación con el PSOE, de la “cal viva” a la petición de Ministerios, del “sorpasso” a la defensa del Gobierno conjunto en Castilla-la Mancha y posterior olvido de esta experiencia (que ha sido ruinosa para Podemos, dejándolo sin representación en esa Comunidad) a dos campañas electorales donde la única idea-fuerza era la de entrar a cogobernar con el PSOE en minoría. Todo esto ha pasado sin ningún debate serio de abajo-arriba en Podemos, más allá de los plebiscitos que anulan por completo la capacidad deliberativa de la que debería dotarse una fuerza política transformadora que aspire a perdurar. Si se hubiera organizado ese debate, se podrían haber expuesto modelos a favor y en contra de esta orientación basada en la subalternidad hacia otra fuerza social liberal. Comparar ejemplos del pasado, aquí y en otros países, donde este modelo se implementó y lo que supuso a medio plazo para la fuerza pequeña. Con textos previos y discusiones abiertas. Y tras estas, haber organizado votaciones, efectivamente. Eso hubiera hecho avanzar colectivamente al proyecto. Pero no ha sido así ni va a ser ya de esta forma. Por tanto, lo más probable es que se haga la experiencia de un gobierno de coalición, en minoría, entre el PSOE y UP. Desde Europa ya anuncian que la reforma laboral no se puede tocar y que a España le corresponde recortar 7.000 millones de euros en los Presupuestos para el próximo año. Veremos si el “modelo español” es un contrapeso a la Italia de Salvini o un sucedáneo de la Francia de Macron… veremos.
En Madrid, la operación de Manuela Carmena e Íñigo Errejón ha tenido un sabor agridulce para ellos. Si bien obtienen un muy buen resultado en la Comunidad pierden, por poco, el Ayuntamiento, que era su gran buque insignia. La evidente habilidad de Errejón para organizar campañas electorales y para exprimir el capital simbólico de Carmena en su propio beneficio se ha topado con los límites de su transversalidad: hace cuatro años la Alcaldía se ganó por muy pocos votos sumando a todos los sectores sociales y políticos de la izquierda de la ciudad, necesarios todos ellos para derrotar a una derecha con mucha fuerza en Madrid desde hace décadas. Carmena decidió romper Ahora Madrid porque no quería seguir contando con el sector más a la izquierda. Y esa decisión, junto con el desencanto provocado en los distritos más deprimidos, fueron decisivas en su derrota. No obstante, Errejón cuenta ahora con una buena plataforma para extender su proyecto al conjunto del Estado y dar el tiro de gracia a Podemos. Solo una diferenciación política clara respecto al modelo de centro izquierda de Errejón podría salvar a Podemos de ser engullido por la plataforma del líder de Mas Madrid. Pero aquí comprobamos que, en realidad, asistimos a una disputa discursiva donde las diferencias políticas de fondo no se aprecian con facilidad. Ambos proyectos apuestan por programas moderados, por cogobernar con el PSOE en todos sitios y por plataformas personalistas fuertemente controladas por un aparato de fieles. Bien es cierto que el errejonismo es más sutil en sus formas y maneja la comunicación con mucha más destreza que el pablismo. Pero en la estrategia, sus líneas maestras son muy similares. El giro hacia la hipótesis del “espacio de Los Verdes” del errejonismo puede introducir nuevos matices en esta corriente política, máxime si tenemos en cuenta la implosión de Equo, pero si el modelo son sus homónimos alemanes ya sabemos lo que se puede esperar: pragmatismo en la política de alianzas (en algún Estado comparten gobierno hasta con el partido conservador de Angela Merkel) combinado con formas comunicativas frescas y retórica verde sin programas fuertes que la complementen. Aunque en España este nicho político nunca ha funcionado, esta vez podría hacerlo porque la situación de emergencia climática es cada vez más evidente.
En cuanto a IU, muestra una fuerte división interna entre la dirección federal, partidaria de una fusión fría con Podemos en el marco de UP, aquellos/as que defienden un proyecto plural de las izquierdas sin subordinarse al pablismo y otro sector que reivindica la sigla IU y la separación de Podemos, pero que políticamente está en posiciones incluso más moderadas que las de la dirección federal. En los próximos meses habrá una clarificación en el espacio político de IU y el PCE, pero hay que reconocer que aquí se encuentra una parte importante de la fuerza (determinantes en sitios tan importantes como Andalucía y Madrid) con la que afrontar una reconstrucción de la izquierda alternativa.
Y para terminar este balance, no puedo dejar de referirme a Anticapitalistas. Las apuestas que hemos hecho en este último periodo han tenido una suerte dispar. En Andalucía, la coalición Adelante Andalucía (cuyo resultado en las autonómicas fue muy criticado en diciembre pero que en mayo se ha convertido en el mejor de todos los del bloque del cambio) ha resultado un acierto. Sus resultados municipales han sido bastante dignos en comparación con el los del resto de la izquierda estatal, con hitos como el 42% obtenido en Cádiz, donde además de la figura carismática de Kichi, ha pesado el largo trabajo de inserción social e implantación en la ciudad realizado desde hace años por Anticapitalistas. El modelo de Adelante ha salido así revalorizado y la forma (confluencia abierta entre iguales) y el fondo (la independencia respecto al PSOE como bandera) tendrán mucha importancia en el devenir de la izquierda en el resto del Estado. Sin embargo, en Madrid, Murcia o Castilla y León nuestros proyectos el 26-M sufrieron un serio revés. Por diferentes motivos, y pese a la buena sintonía con la gente de IU con la que fuimos coaligados, no se obtuvieron los resultados esperados. La premura de esta alianza sin duda influyó pero no debemos ser autocomplacientes y hay que reconocer que nuestras ideas son muy minoritarias aún en la sociedad española y que solo una paciente labor de inserción social e implantación militante podrá ir revirtiendo la debilidad demostrada.
Realizado este balance del estado de fuerzas en el conjunto de la izquierda transformadora, toca esbozar algunas propuestas para comenzar la reconstrucción de este espacio. Pese a las diferencias de fondo, no hay que perder de vista la necesidad de tener una política unitaria con todos estos sectores. No hay elecciones a la vista en una larga temporada y tras muchos años de urgencias se puede bajar la pelota al suelo y levantar la vista. Sin ánimo de ser muy exhaustivo, por aquí van cuatro ideas para comenzar de nuevo:
1. Hemos estado en estos años demasiado centrados en la política institucional, en las elecciones y en las peleas internas sucesivas. Y, en este tiempo, un importante número de activistas que nutrieron las campañas de movimiento en los años anteriores a 2014/2015 abandonaron esas tareas y las sustituyeron por todo tipo de tareas ligadas a las instituciones. Ahora que el peso en estas ha disminuido de forma ostensible, podría ser un buen momento para destinar energías a construir campañas de movilización sostenidas en el tiempo, como fueron en su día las Marchas de la Dignidad, por ejemplo, que trabajen de forma unitaria y sin sectarismo y sean capaces de volver a reunir en una movilización de carácter social a decenas de miles de personas. Hay muchos temas que podrían concitar el acuerdo. Pero creo que la emergencia climática en la que estamos inmersos y el colapso ambiental hacia el que nos dirigimos de forma inexorable bien podría remover las desconfianzas y propiciar una campaña unitaria de la izquierda social y política. En muchos países de Europa ya es un tema fundamental de la agenda. Aquí los jóvenes ya han hecho de avanzadilla y para el próximo otoño se preparan jornadas internacionales de protesta. Poner energías en esto podría ayudar a salir del letargo en el que nos movemos.
2. Las luchas internas han provocado un tremendo desgaste en toda la gente que estuvimos en Podemos y también en confluencias como En Marea, Ahora Madrid y otras. La etapa de un partido-madre del que emanaban todas las orientaciones estratégicas se quebró hace tiempo. Y lo que viene parece anunciar más la creación de partidos-facción donde un núcleo homogéneo dirige sin fisuras los destinos del partido. Esto es aplicable tanto a Podemos como a Mas Madrid o, incluso, a partidos municipales como Barcelona en Comú. Más que lamentarse por esta nueva situación lo conveniente sería tomar nota y no malgastar más energías en estériles peleas internas. Se puede conformar una mesa para el debate entre las diferentes fuerzas de la izquierda y, a medida que se acerquen las elecciones, comprobar si son posibles acuerdos de programa y de forma de elegir las listas o no. Reconocernos todos como actores políticos independientes que podemos confluir en un algún tipo de frente electoral pero que no nos mantenga en una lucha interna sin final en unas organizaciones que ya son “comunes” sino artefactos en manos del liderazgo de turno. El ahorro de energías, malos karmas y pasiones tristes de una medida tal creo que sería positivo para todas las partes.
3.Las iniciativas de encuentro, reflexión, culturales y debates respetuosos sobre posiciones políticas e ideológicas, sin caricaturizar al de al lado creo que van a ser muy importantes en esta etapa. No hay muchos foros de este tipo en el Estado español pero iniciativas como las jornadas “Historical Materialism” que se van a celebrar a finales de junio en Barcelona, la Universidad de Verano de Anticapitalistas a finales de agosto y otros foros que entidades como la Fundación de Investigaciones Marxistas, la Fundación de los Comunes, la editorial Lengua de Trapo, la revista Sin Permiso o la revista Viento Sur vayan organizando ayudarán sin duda en la necesaria tarea de reconstrucción intelectual que necesita la izquierda alternativa. La vorágine electoral también nos ha mantenido muy lejos de la necesaria reflexión sosegada en estos años. Este tipo de encuentros permiten balances reposados y diálogos abiertos que nos permiten entender las razones del otro y de la otra.
4.Por último, la situación económica está lejos de estar estabilizada. La deuda de España está por encima del 100% del PIB y solo la política de contención del BCE impide que las cosas se compliquen de momento. Hay más de 8,5 millones de personas que viven en situación de exclusión social. La precariedad laboral es la norma en la mayoría de las personas asalariadas. El acceso a una vivienda es un lujo que la mayoría de jóvenes no puede permitirse y la turistización expulsa a miles de familias del centro de las ciudades por el aumento del precio de los alquileres. Muchos hombres siguen matando a las mujeres (más de 1000 asesinadas ya en los últimos 16 años) y las agresiones ambientales están llevando al planeta a un futuro colapso. Todo esto ocurre aquí y ahora y para enfrentar esta injusticia necesitamos algo más que comités de campaña dirigidos por una o dos personas muy listas. Seguimos necesitando una organización política de masas con un programa rupturista que sea capaz de combatir con eficacia todas las injusticias que el sistema capitalista comete contra la mayoría de la gente trabajadora y contra nuestro planeta cada día. Esa sigue siendo una tarea pendiente pero en este tiempo hemos aprendido también algunas cosas: las ideas y los proyectos deben estar siempre por encima de las personas. Para que un proyecto político transformador se consolide, este debe ser democrático. Vamos a seguir intentando construir esto con mucha más gente y con quienes no piensan exactamente lo mismo que nosotros/as. Pero hay mínimos que ya no deberían volver a olvidarse. No construiremos algo partiendo de cero sino del medio. Todos los proyectos políticos siempre parten de ahí.
“Volvemos siempre a empezar por el medio”
Giles Deleuze
El nuevo ciclo político
abierto tras el atracón electoral de abril y mayo transcurre enfrascado
en las negociaciones entre los partidos para conformar gobiernos a
todos los niveles. Y, a la vista de lo acontecido este sábado en la
constitución de los Ayuntamientos, parece que todo va a transcurrir como
parecía antes y durante la campaña electoral: las derechas de PP y C,s
pactarán con la extrema derecha de Vox en las Comunidades Autónomas
donde suman y en el gobierno central habrá algún tipo de acuerdo de cooperación
o coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, con previsible abstención
de ERC. Las hipótesis que apuntaban a que C,s podría desgajarse del
bloque de las derechas y permitir gobiernos socialistas en regiones como
Madrid, Castilla y León o Murcia se han demostrado infundadas y reinciden en un error: considerar a Ciudadanos un partido de centro.
Por más que los naranjas digan que lo son todas sus prácticas en los
últimos años desmienten esta afirmación, y hemos tenido el mejor de los
ejemplos en sus vergonzantes pactos con PP y Vox en decenas de
ayuntamientos. No solo por los orígenes de Albert Rivera, promocionado
en su día por la caverna mediática de Intereconomía o con aquel acuerdo
en 2009 con la organización ultraderechista Libertas,
sino por su propia orientación en múltiples conflictos en los últimos
años, desde su línea incendiaria en Catalunya a su posición más a la
derecha que el PP en materia económica. C`s es un partido-franquicia
donde Rivera ejerce de Consejero Delegado. Lo mismo fichan a un CEO rico
como Marcos De Quinto que venden (literalmente) sus puestos en listas
municipales. Escuchamos y leemos estos días muchas soflamas contra el
“giro a la derecha” de Rivera y cómo sus votantes van a sentirse
estafados por sus acuerdos generalizados con el PP y Vox. Pero que iba a
hacer esto estaba bastante claro desde la conformación del gobierno en
Andalucía o en su rotunda negativa a pactar “por activa o por pasiva” con el PSOE durante la campaña de las generales. En este sentido, ningún votante naranja podrá sentirse engañado. Otra cosa es que su rol como socio menor
de los populares en todos los gobiernos conjuntos que van a formar le
acabe pasando factura ,como efectivamente creo que pasará. Sobre las otras dos derechas no hay debate sobre su naturaleza aunque cada vez queda más claro que Vox es la pata franquista que el PP siempre tuvo dentro y que ahora camina por libre, veremos por cuanto tiempo. No hay un ápice de orientación antiélites en su discurso y práctica, tan solo una rancia reivindicación de la España de pandereta, toros y caza y ataques al feminismo, movimiento LGTBi y a todo lo que huela a izquierda. Con esos mimbres, el partido de Abascal nunca echará raíces entre sectores populares, como sí ha hecho Marine Le Pen en Francia por ejemplo, y si sigue por la senda de acuerdos generalizados con PP y C,s en todos lados su propia existencia como partido “outsider” de las derechas también se verá cuestionada, especialmente en las elecciones generales donde la división tanto les ha penalizado.
El PP, pese a perder votos en todas partes, va a conservar un notable poder territorial por haber mantenido a duras penas la primera posición en votos dentro del bloque de derechas. La “resiliencia” popular tras los múltiples escándalos de corrupción se pone otra vez al descubierto: la implantación territorial es capaz de soportar carros y carretas.
En el denominado bloque progresista, el PSOE vuelve a hegemonizar el flanco izquierdo sin hacer mucho: solo con algunos gestos del Gobierno de Sánchez y la renuncia de Unidos Podemos a disputarles el liderazgo, los socialistas han vuelto a sus buenos tiempos. Aunque les gustaría mirar al centro-derecha, y aunque tengamos la certeza de que el núcleo duro de sus políticas no va a saltarse ni un ápice los dictados de Bruselas ni la regla de gasto, no van a tener más remedio que llegar a un acuerdo de gobierno con UP y acordar una abstención de ERC. Y, haciendo gala de su pragmatismo e instinto de supervivencia, podemos apostar a que Pedro Sánchez lo hará.
Pero nos detendremos con más detalle en el balance de los resultados de Unidas Podemos, las confluencias y Mas Madrid. Los motivos de la debacle electoral del 26-M son múltiples, y no se pueden achacar a un solo factor. Sin duda, el contexto general de desmovilización y de leve recuperación económica ha perjudicado a estas opciones. Pero los descensos son tan acusados que el factor objetivo no lo puede explicar todo. La progresiva descomposición de las asambleas de base y de la actividad fuera de las campañas electorales ha sido palmaria en todo este bloque. Y ese alejamiento de la gente que, voluntariamente y sin salario mediante, construía y hacía campaña cada día por Podemos, Ahora Madrid y otras organizaciones ha sido determinante en los malos resultados. La decisión crucial para elegir este rumbo se tomó en Vista Alegre I, cuando el brillo del éxito lo cegaba todo. Ya entonces, Anticapitalistas y otros compañeros y compañeras advertimos de que una organización sin raíces, sin estructuras de base con poder de decisión y con hiperliderazgos que al cabo toman todas las decisiones importantes podían, en poco tiempo, marchitar las buenas expectativas. De poco sirve decir ahora “teníamos razón” porque también es cierto que nuestro modelo no garantizaba la victoria inmediata (aunque el mayoritario tampoco lo hizo, por cierto). Los estados de ánimo y las coyunturas electorales van y vienen, pero la implantación en el terreno y la confianza de la gente de base en que tu herramienta política es sustancialmente diferente de las otras, y más democrática que ellas, es lo que permite superar los reflujos, mucho más en un partido que tenía al 15-M como bandera.
En aquellos debates de octubre-noviembre de 2014 se perdieron muchas cosas. La ilusión en que las cosas podían hacerse de otra forma en política fue, sin duda, la pérdida más importante. Una vez que un partido deja de ser un dispositivo para la reflexión colectiva capaz de integrar a la pluralidad existente en su seno se pasa a la fase donde los giros bruscos, los bandazos y la política de titulares y de regate corto se imponen. No recuerdo que haya habido ninguna reflexión estratégica en Podemos que explicara los continuos cambios de orientación con respecto a la relación con el PSOE, de la “cal viva” a la petición de Ministerios, del “sorpasso” a la defensa del Gobierno conjunto en Castilla-la Mancha y posterior olvido de esta experiencia (que ha sido ruinosa para Podemos, dejándolo sin representación en esa Comunidad) a dos campañas electorales donde la única idea-fuerza era la de entrar a cogobernar con el PSOE en minoría. Todo esto ha pasado sin ningún debate serio de abajo-arriba en Podemos, más allá de los plebiscitos que anulan por completo la capacidad deliberativa de la que debería dotarse una fuerza política transformadora que aspire a perdurar. Si se hubiera organizado ese debate, se podrían haber expuesto modelos a favor y en contra de esta orientación basada en la subalternidad hacia otra fuerza social liberal. Comparar ejemplos del pasado, aquí y en otros países, donde este modelo se implementó y lo que supuso a medio plazo para la fuerza pequeña. Con textos previos y discusiones abiertas. Y tras estas, haber organizado votaciones, efectivamente. Eso hubiera hecho avanzar colectivamente al proyecto. Pero no ha sido así ni va a ser ya de esta forma. Por tanto, lo más probable es que se haga la experiencia de un gobierno de coalición, en minoría, entre el PSOE y UP. Desde Europa ya anuncian que la reforma laboral no se puede tocar y que a España le corresponde recortar 7.000 millones de euros en los Presupuestos para el próximo año. Veremos si el “modelo español” es un contrapeso a la Italia de Salvini o un sucedáneo de la Francia de Macron… veremos.
En Madrid, la operación de Manuela Carmena e Íñigo Errejón ha tenido un sabor agridulce para ellos. Si bien obtienen un muy buen resultado en la Comunidad pierden, por poco, el Ayuntamiento, que era su gran buque insignia. La evidente habilidad de Errejón para organizar campañas electorales y para exprimir el capital simbólico de Carmena en su propio beneficio se ha topado con los límites de su transversalidad: hace cuatro años la Alcaldía se ganó por muy pocos votos sumando a todos los sectores sociales y políticos de la izquierda de la ciudad, necesarios todos ellos para derrotar a una derecha con mucha fuerza en Madrid desde hace décadas. Carmena decidió romper Ahora Madrid porque no quería seguir contando con el sector más a la izquierda. Y esa decisión, junto con el desencanto provocado en los distritos más deprimidos, fueron decisivas en su derrota. No obstante, Errejón cuenta ahora con una buena plataforma para extender su proyecto al conjunto del Estado y dar el tiro de gracia a Podemos. Solo una diferenciación política clara respecto al modelo de centro izquierda de Errejón podría salvar a Podemos de ser engullido por la plataforma del líder de Mas Madrid. Pero aquí comprobamos que, en realidad, asistimos a una disputa discursiva donde las diferencias políticas de fondo no se aprecian con facilidad. Ambos proyectos apuestan por programas moderados, por cogobernar con el PSOE en todos sitios y por plataformas personalistas fuertemente controladas por un aparato de fieles. Bien es cierto que el errejonismo es más sutil en sus formas y maneja la comunicación con mucha más destreza que el pablismo. Pero en la estrategia, sus líneas maestras son muy similares. El giro hacia la hipótesis del “espacio de Los Verdes” del errejonismo puede introducir nuevos matices en esta corriente política, máxime si tenemos en cuenta la implosión de Equo, pero si el modelo son sus homónimos alemanes ya sabemos lo que se puede esperar: pragmatismo en la política de alianzas (en algún Estado comparten gobierno hasta con el partido conservador de Angela Merkel) combinado con formas comunicativas frescas y retórica verde sin programas fuertes que la complementen. Aunque en España este nicho político nunca ha funcionado, esta vez podría hacerlo porque la situación de emergencia climática es cada vez más evidente.
En cuanto a IU, muestra una fuerte división interna entre la dirección federal, partidaria de una fusión fría con Podemos en el marco de UP, aquellos/as que defienden un proyecto plural de las izquierdas sin subordinarse al pablismo y otro sector que reivindica la sigla IU y la separación de Podemos, pero que políticamente está en posiciones incluso más moderadas que las de la dirección federal. En los próximos meses habrá una clarificación en el espacio político de IU y el PCE, pero hay que reconocer que aquí se encuentra una parte importante de la fuerza (determinantes en sitios tan importantes como Andalucía y Madrid) con la que afrontar una reconstrucción de la izquierda alternativa.
Y para terminar este balance, no puedo dejar de referirme a Anticapitalistas. Las apuestas que hemos hecho en este último periodo han tenido una suerte dispar. En Andalucía, la coalición Adelante Andalucía (cuyo resultado en las autonómicas fue muy criticado en diciembre pero que en mayo se ha convertido en el mejor de todos los del bloque del cambio) ha resultado un acierto. Sus resultados municipales han sido bastante dignos en comparación con el los del resto de la izquierda estatal, con hitos como el 42% obtenido en Cádiz, donde además de la figura carismática de Kichi, ha pesado el largo trabajo de inserción social e implantación en la ciudad realizado desde hace años por Anticapitalistas. El modelo de Adelante ha salido así revalorizado y la forma (confluencia abierta entre iguales) y el fondo (la independencia respecto al PSOE como bandera) tendrán mucha importancia en el devenir de la izquierda en el resto del Estado. Sin embargo, en Madrid, Murcia o Castilla y León nuestros proyectos el 26-M sufrieron un serio revés. Por diferentes motivos, y pese a la buena sintonía con la gente de IU con la que fuimos coaligados, no se obtuvieron los resultados esperados. La premura de esta alianza sin duda influyó pero no debemos ser autocomplacientes y hay que reconocer que nuestras ideas son muy minoritarias aún en la sociedad española y que solo una paciente labor de inserción social e implantación militante podrá ir revirtiendo la debilidad demostrada.
Realizado este balance del estado de fuerzas en el conjunto de la izquierda transformadora, toca esbozar algunas propuestas para comenzar la reconstrucción de este espacio. Pese a las diferencias de fondo, no hay que perder de vista la necesidad de tener una política unitaria con todos estos sectores. No hay elecciones a la vista en una larga temporada y tras muchos años de urgencias se puede bajar la pelota al suelo y levantar la vista. Sin ánimo de ser muy exhaustivo, por aquí van cuatro ideas para comenzar de nuevo:
1. Hemos estado en estos años demasiado centrados en la política institucional, en las elecciones y en las peleas internas sucesivas. Y, en este tiempo, un importante número de activistas que nutrieron las campañas de movimiento en los años anteriores a 2014/2015 abandonaron esas tareas y las sustituyeron por todo tipo de tareas ligadas a las instituciones. Ahora que el peso en estas ha disminuido de forma ostensible, podría ser un buen momento para destinar energías a construir campañas de movilización sostenidas en el tiempo, como fueron en su día las Marchas de la Dignidad, por ejemplo, que trabajen de forma unitaria y sin sectarismo y sean capaces de volver a reunir en una movilización de carácter social a decenas de miles de personas. Hay muchos temas que podrían concitar el acuerdo. Pero creo que la emergencia climática en la que estamos inmersos y el colapso ambiental hacia el que nos dirigimos de forma inexorable bien podría remover las desconfianzas y propiciar una campaña unitaria de la izquierda social y política. En muchos países de Europa ya es un tema fundamental de la agenda. Aquí los jóvenes ya han hecho de avanzadilla y para el próximo otoño se preparan jornadas internacionales de protesta. Poner energías en esto podría ayudar a salir del letargo en el que nos movemos.
2. Las luchas internas han provocado un tremendo desgaste en toda la gente que estuvimos en Podemos y también en confluencias como En Marea, Ahora Madrid y otras. La etapa de un partido-madre del que emanaban todas las orientaciones estratégicas se quebró hace tiempo. Y lo que viene parece anunciar más la creación de partidos-facción donde un núcleo homogéneo dirige sin fisuras los destinos del partido. Esto es aplicable tanto a Podemos como a Mas Madrid o, incluso, a partidos municipales como Barcelona en Comú. Más que lamentarse por esta nueva situación lo conveniente sería tomar nota y no malgastar más energías en estériles peleas internas. Se puede conformar una mesa para el debate entre las diferentes fuerzas de la izquierda y, a medida que se acerquen las elecciones, comprobar si son posibles acuerdos de programa y de forma de elegir las listas o no. Reconocernos todos como actores políticos independientes que podemos confluir en un algún tipo de frente electoral pero que no nos mantenga en una lucha interna sin final en unas organizaciones que ya son “comunes” sino artefactos en manos del liderazgo de turno. El ahorro de energías, malos karmas y pasiones tristes de una medida tal creo que sería positivo para todas las partes.
3.Las iniciativas de encuentro, reflexión, culturales y debates respetuosos sobre posiciones políticas e ideológicas, sin caricaturizar al de al lado creo que van a ser muy importantes en esta etapa. No hay muchos foros de este tipo en el Estado español pero iniciativas como las jornadas “Historical Materialism” que se van a celebrar a finales de junio en Barcelona, la Universidad de Verano de Anticapitalistas a finales de agosto y otros foros que entidades como la Fundación de Investigaciones Marxistas, la Fundación de los Comunes, la editorial Lengua de Trapo, la revista Sin Permiso o la revista Viento Sur vayan organizando ayudarán sin duda en la necesaria tarea de reconstrucción intelectual que necesita la izquierda alternativa. La vorágine electoral también nos ha mantenido muy lejos de la necesaria reflexión sosegada en estos años. Este tipo de encuentros permiten balances reposados y diálogos abiertos que nos permiten entender las razones del otro y de la otra.
4.Por último, la situación económica está lejos de estar estabilizada. La deuda de España está por encima del 100% del PIB y solo la política de contención del BCE impide que las cosas se compliquen de momento. Hay más de 8,5 millones de personas que viven en situación de exclusión social. La precariedad laboral es la norma en la mayoría de las personas asalariadas. El acceso a una vivienda es un lujo que la mayoría de jóvenes no puede permitirse y la turistización expulsa a miles de familias del centro de las ciudades por el aumento del precio de los alquileres. Muchos hombres siguen matando a las mujeres (más de 1000 asesinadas ya en los últimos 16 años) y las agresiones ambientales están llevando al planeta a un futuro colapso. Todo esto ocurre aquí y ahora y para enfrentar esta injusticia necesitamos algo más que comités de campaña dirigidos por una o dos personas muy listas. Seguimos necesitando una organización política de masas con un programa rupturista que sea capaz de combatir con eficacia todas las injusticias que el sistema capitalista comete contra la mayoría de la gente trabajadora y contra nuestro planeta cada día. Esa sigue siendo una tarea pendiente pero en este tiempo hemos aprendido también algunas cosas: las ideas y los proyectos deben estar siempre por encima de las personas. Para que un proyecto político transformador se consolide, este debe ser democrático. Vamos a seguir intentando construir esto con mucha más gente y con quienes no piensan exactamente lo mismo que nosotros/as. Pero hay mínimos que ya no deberían volver a olvidarse. No construiremos algo partiendo de cero sino del medio. Todos los proyectos políticos siempre parten de ahí.
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