Qué pereza
Que Pablo Iglesias siga pensando que todo pasa por él y que, desde 2015, todos se han equivocado menos él y ninguna de cuantas desgracias le ha sucedido a Podemos se corresponde con las decisiones de un líder tan excesivo para lo bueno y lo malo, es para echarse de cabeza al pozo
No sé ustedes, pero
personalmente estoy a un telediario y dos tertulias de Ana Rosa de que
me dé exactamente igual si Pedro Sánchez se presenta a la investidura
externo, pensionista o semipensionista. Ya sólo reclamo como ciudadano
el mismo derecho que Adam Smith demandaba ante cualquier soberano: que
gobernase causando las menos molestias, fatigas y penurias posibles a la
gente. Ya soy muy mayor para confundir la estulticia con la estrategia y
la vida me ha enseñado que no es posible el marianismo sin Mariano
Rajoy; es una perdida de tiempo.
Tampoco sé si soy el
único, pero el sentimiento de optimismo y confianza que me produjo el
resultado del 28A cuando, iluso de mí, llegué a declarar que
representaba el triunfo de la política y los discursos pluralistas e
integradores frente al melodrama y las consignas cerradas y excluyentes,
se ha ido transformando en un hartazgo cansino y moroso, que solo causa
desaliento y la horrible sensación de estar siempre malgastando el
tiempo en majaderías irrelevantes, cuando nos hace tanta falta para
afrontar los problemas reales de un país donde el asalto a lo público y
al bienestar común no se ha detenido, solo ha cambiado de táctica.
Si el discurso de la plaza de Colón representase
realmente aquello que piensan la mayoría de los españoles, la derecha
habría arrasado en las elecciones generales. Pero no, ganó y sólo puede
gobernar la izquierda asociada con un nacionalismo más fuerte que antes.
Habrá que repetirlo otro millón de veces más, a ver si así conseguimos
que ese discurso rancio y reaccionario de la derecha española deje de
marcar los limites de lo deseable y lo indeseable en la política
española.
Tras dos meses de absurda parálisis porque
nuestros políticos no saben hacer campaña y hacer política a la vez y
luego de semanas de negociaciones sin mas criterio que la última
ocurrencia, ni más estrategia que "a ver que me puedo sacar gratis
total", sólo pido que acabe esta tortura cuánto antes. Me tiemblan las
manos y no siento las piernas solo de pensar en la semanas de
maquiavelismo de puticlub y estrategia de chichinabo que nos aguardan
hasta la investidura.
Que el gran asunto y el tema de
disputa en la izquierda resida en si Pablo Iglesias es ministro o no,
solo puede producir melancolía y vergüenza en cualquier progresista. Que
el PSOE y Pedro Sánchez le compren el problema a los mismos que les
aseguraban que Ciudadanos era un partido de centro y reformista y Albert
Rivera un hombre de Estado, es para echarse a llorar. Que Pablo
Iglesias siga pensando que todo pasa por él y que, desde 2015, todos se
han equivocado menos él y ninguna de cuantas desgracias le ha sucedido a
Podemos se corresponde con las decisiones de un líder tan excesivo para
lo bueno y lo malo, es para echarse de cabeza al pozo. Un poco de
altura, señorías.
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