jueves, 6 de junio de 2019

Ernest Maragall. El seny con alma grande. Catalán republicano tenía que ser...



Barcelona, mirada larga

Ernest Maragall i Mira
Admiro Barcelona por todas sus virtudes y cada una de sus complejidades. Ciudad crítica, inconformista y de valentía constante. Mezcla de personalidades y anhelos. Una ciudad que ahora nos confía el reto de lograr un Gobierno nítidamente progresista y comprometido con la defensa de los derechos y las libertades. Estamos ante la oportunidad de definir un nuevo rumbo, con un Gobierno más fuerte, coherente y en sintonía positiva con la sociedad barcelonesa. No es tiempo, pues, de huir de la complejidad, sino de hacerle frente abiertamente.
Mantengo firmemente mi creencia de que es el momento de un acuerdo sólido entre Esquerra Republicana y Barcelona en Comú. El resultado electoral ha sido tan nítido como abierto, y por eso necesitamos leerlo con mirada larga, apartando todo interés personal y efímero, pensando en la responsabilidad que nos corresponde en la encrucijada histórica y social en la que estamos.

Combinaciones nada naturales

Frente a la aritmética de combinaciones nada naturales, donde la derecha reaccionaria y minoritaria quiere condicionar los próximos cuatro años de mandato, tenemos la obligación de hacernos fuertes y dignos. Barcelona nos ha pedido que hagamos políticas ambiciosas y transformadoras, al tiempo que también nos ha exigido que no dejemos de luchar por la defensa de los derechos y las libertades, por el libre retorno de presos y exiliados, por el referéndum de autodeterminación y el diálogo institucional. Es un reto que lograremos sólo si nos alejamos de la confrontación permanente y lideramos la 'vía Barcelona' de diálogo y de avance hacia la equidad y la cohesión social para el cien por cien de la ciudadanía.
Empecemos a conjurarnos con urgencia contra las desigualdades. Abordemos, con todos los instrumentos, el problema de la emergencia habitacional. Lideremos la acción contra el choque climático a través de la transformación energética y de movilidad que ello implica. Socialicemos los éxitos, empezando por el que genera el turismo. Consolidémonos como ciudad feminista y solidaria, defensora de todas las libertades y los derechos individuales y colectivos. Trabajemos para fortalecer la convivencia y reducir los problemas de seguridad. Y hagámoslo con la educación y la cultura como herramientas principales y con los valores republicanos por bandera. Nuestros proyectos son ampliamente coincidentes.
Entretodos
Podemos y queremos hacerlo. Por eso hemos propuesto un Gobierno 50/50 y la creación de una nueva figura con las máximas atribuciones y representatividad, para poder consolidar un tándem institucional y de gobierno con Ada Colau. Un rol político del máximo nivel, complementario al del alcalde, que tenga vigencia durante los próximos cuatro años.
Hemos tenido diferencias, sí. Todas enmarcadas en el imprescindible contraste de propuestas y de maneras de hacer. Pero ahora es momento de convertirlas en complicidades para sumar las energías y capacidades respectivas. Pero para que así sea, la confianza debe ser mutua y necesitamos saber que ambas partes estamos dispuestas a trabajar en la misma dirección. Nosotros no renunciamos a seguir negociando con Barcelona en Comú, pero no queremos ni podemos ser espectadores de una negociación paralela que exige el voto de Manuel Valls. Sería inaceptable un diálogo bilateral pero explícitamente sometido a la posible utilización, por activa o por pasiva, del 'voto Valls'. ¡No me entra en la cabeza! ¡Sería tanto como negar la soberanía de Barcelona!
Una acción -u omisión- de estas características es injustificable desde cualquier punto de vista, más todavía si se pretende incluir en un presunto progresismo.

Una sucursal de la vergüenza

Y lo digo claro. Pocos deben lamentar tanto como yo que el PSC no pueda ser, hoy, una opción para compartir proyecto. Pero el PSC de hoy ha malvendido todo carácter propio y se ha convertido en una sucursal de la vergüenza, instalada cada vez más en la total negación del diálogo. ¡Ni reunirse por cortesía quieren! No podemos aceptar que se blanquee a Manuel Valls, pero tampoco que se disimule la responsabilidad del socialismo español y catalán, especialmente desde el 1 de octubre, en las continuas iniciativas de carácter represivo a las que asistimos.
Barcelona no puede ser escenario de regateos de poder ni de componendas impuestas y antinaturales que generarían inestabilidad y refuerzo del frentismo. Barcelona es demasiado importante para dejarla en manos de intereses ajenos o para aceptar que sea gobernada desde combinaciones incongruentes y contrarias a la voluntad que los ciudadanos acaban de expresar con claridad.
Ahora, solo deseo ser capaz de trabajar sin descanso por una Barcelona más cohesionada, más dinámica y más valiente. Es momento de coherencia, de legitimidad ganada a pulso y de mirada larga en el horizonte estimulante que podemos contemplar. Generosidad, toda. Dignidad, también.

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