jueves, 7 de diciembre de 2017

Mensaje de Navidad de Su Majestad el Rey de 1975




Después de este vídeo, del manoseo y la manipulación en la Navidad del 1975, con el genocida muerto hacía un mes y la farsa hipócrita a todo trapo se comprende perfectamente que  España esté como está a día de hoy. Estos fueron los pilares de nuestra 'original' democracia, de la transición y de la constitución: la transmisión pacífica y por goteo, de una dictadura inoculada y puesta a salvo en el inconsciente colectivo entre 'dios (católico of course), patria, rey' y en la trastienda miedo, caciques leguleyos, ejército, abusos, mentiras y mordaza. 
Una 'democracia ejemplar' envidia del mundo mundial, atada y bien atada por su autor y sus secuaces que ahora nos siguen amargando la existencia pero aun disfrazados de demócratas y buena gente (en apariencia, hasta que las consecuencias sociales, políticas y económicas de sus actos les arrancan la máscara, que se ve como normal y hasta 'inteligente'). 

Da náuseas escuchar y ver este teatro fariseo, después de conocer en directo y durante años la verdad: las juergas, las mordidas, las queridas innumerables, las cacerías de animales en extinción, con Corinnas y los apartamentos-putiferio de lujo en los Alpes. El 9% del PIB que se embolsan, a base de recortes y desigualdades provocadas por la misma casta global. Las eternas vacaciones en grupo que les hemos pagado y seguimos pagando, con las secuelas de Urdangarín y la Infanta afásica y amnésica saqueando autonomías amparados en la corona, con el mismo cinismo de todo el conjunto.  Fenómeno que sólo se explica por el lavado de cerebro durante cuarenta años y por la representación teatral de otros cuarenta de vodevil constante como trampantojo sine die, ad hoc et ad propria negotia, hay breves expresiones latinas que son mucho más clarificadoras que un tratado patriótico.
Y lo más triste de todo: el daño crónico que esa situación nos ha hecho; nos ha dejado sin inteligencia colectiva, que ha sido sustituida por los "valores" de la picaresca y los susurros de sacristía, donde jamás hay propósito de enmienda, y sólo indigna la basura cuando nos quita derechos y nos empobrece. Hemos vivido cuarenta años postfranquistas aceptando todo, tragando  sapos que creíamos faisanes y mirando para otro lado, abducidos por el canto de las sirenas de la corrupción que se disfrutaba como el "pop" del progreso y bienestar a ojos de la mayoría convencida de que todo aquello era el logro de su lucha y no una estrategia mundial para crear necesidades que nos atarían como esclavos sin redención posible al consumismo de los mercados, para siempre. ¿Qué barbaridades no tendrán que soportar los trabajadores que se atan a los créditos bancarios porque los banqueros les convencieron de que era mucho mejor una hipoteca a 35 años que un alquiler y además, un chollo que se puede ampliar para comprar un coche o pagarse una vacaciones en Cancú o un crucero por el Mediterráneo. Por fin llegaba la igualdad y el café para todos. Marx estaría contentísmo si pudiera ver el colocón capitalista del proletariado. Y quienes ponían peros eran amargados y cascarrabias o alucinados antisistema como Noé, Gandhi, Lanza del Vasto o Julio Anguita,  hablando de arcas, diluvios y futuros en la cuerda floja más negros que el sobaco de un grillo, si la cosa seguía como iba, en medio del merecido jolgorio popular...Qué cenizos.


La realidad actual nos está demostrando que no es un logro deseable aquel  bienestar consistente sólo en ganar más dinero, ni que los obreros sean capitalistas con dos casas hipotecadas, un par de coches y los hijos malcriados y deshumanizados pero universitarios en paro y adictos a las máquinas carísimas. El éxito de la democracia resultó que es no disfrutar la igualdad en lo que nos destruye sino en lo que nos hace mejores, más lúcidos, solidarios, sencillos y justos. No, ese no era el camino del despilfarro y la corrupción con bula hacia una sociedad más justa sino hacia el barranco del fracaso, que es donde hemos caído las economías más débiles y perjudicadas por el sistema católico-capitalista. La Europa del Sur, de la que de momento sólo se salva Portugal, como un oasis de decencia, igualdad y justicia en medio de una Europa desoladora, que pretende hacer un remedo de los USA, para ser más manejable en los mercados del dinero y en la debacle de las leyes que protegen a los ciudadanos sustituidas por otras leyes que los aplastan.

Esa ceguera histórica que hemos sufrido tanto tiempo significa que si no hubiera sido por la crisis aún estaríamos encantadas/os con ese marrón social indecente, injusto, fraudulento, hipócrita y terminator para el Planeta, pero que no se ve mientras estamos retozando  como cerdos que hozan contentísimos en el barrizal, esperando el momento de la matanza final para convertirse en chorizos de poca monta que alimentan a maxichorizos montados en el euro, en el dólar y en cualquier moneda que les forre el bolsillo. 

Seamos adultos e inteligentes reconociendo que estas barbaridades no son posibles sin nuestra cooperación, como los campos de exterminio alemanes lo fueron por el silencio de todos aquellos que sabían lo que estaba pasando y callaron porque les iba bien con el sistema e incluso le habían jurado fidelidad y devoción. 
Hanna Arendt lo llamó "la banalidad del mal". Sí, llevaba razón. El mal nunca avanza si no hay una previa y paralela banalidad estupidizante y superficial en la que el propio mal pueda camuflarse como "normalidad" y hasta "derecho" a ser imbéciles colectivos.

Puntillosa realidad, empecinada e implacable videoteca...



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