No eres mi tipo
Cada vez me resulta más común leer sentencias y resoluciones
judiciales en las que el relato de hechos parece contener elementos de
cierta ficción o posverdad
No defiendo a presuntos rebeldes o presuntos terroristas, de lo que voy a ser acusada inmediatamente. Defiendo la pureza del sistema legal, defiendo la seguridad jurídica
No defiendo a presuntos rebeldes o presuntos terroristas, de lo que voy a ser acusada inmediatamente. Defiendo la pureza del sistema legal, defiendo la seguridad jurídica
“¿Sabes lo que le dijo
la conducta a la ley penal? No eres mi tipo” Es un chiste malo que me
han contado a la hora del desayuno, pero que viene pintiparado para la
preocupante deriva que se observa en la Justicia española y que debe ser
puesta de relieve no sólo por los casos particulares a los que afecta
sino porque constituye un signo claro del deterioro que ha sufrido el
sistema. La cuestión no es el resultado que tal deriva produce en una
acción jurídica, sino si estamos aceptando que las reglas del juego se
retuerzan y se estiren hasta conseguir una apariencia de legalidad
suficiente sólo porque los objetivos que buscan les parecen justos a
muchos. Esta tendencia, que apareció en escena de forma clara en lo que
dimos en llamar lucha contra el terrorismo, se ha ido extendiendo a
otros ámbitos que tienen relevancia política o que pretenden instaurar
actitudes represoras ante la complacencia de grandes masas de público y
profesionales que consideran que la mano dura es necesaria para que las
cosas no se desmanden y que no reparan en que permitir usos maleables de
las normas sustantivas y procesales es un riesgo que podría volverse
contra todos. No me obligo a citar de nuevo a Niemöller.
No eres mi tipo. Cada vez me resulta más común leer sentencias y
resoluciones judiciales en las que el relato de hechos parece contener
elementos de cierta ficción o posverdad para la que es preciso tener
predispuesto el espíritu de cierta manera. No debería suceder así. Los
hechos y su calificación jurídica nos deberían ser más o menos
aceptables a todos. No siempre sucede. Uno lee relatos de rebeliones con
explosiones violentas que llevan en su interior gérmenes de más
violencia futura, cometidas por organizaciones criminales integradas por
parlamentos o sectores sociales completos y no termina de
identificarlas con los acontecimientos que ha vivido en directo. Menos
si como ya expliqué en “Insurrección (versión Beta)" desde
el primer momento se era consciente de que asistíamos a una fórmula
nueva y no prevista de insurrección. No prevista. Eso en el contexto
penal ya saben lo que significa. Podrían plantearse modificar el Código
Penal o incluir estas nuevas formas pacíficas de violar las normas.
Hasta ahí de acuerdo. En todo caso hay una división profunda sobre esta
cuestión. Cien profesores de Derecho Penal y magistrados, no de todo signo, comparten esta preocupación. No decimos que los del procès no hayan podido delinquir sino que no han cometido ese delito concreto.
No eres mi tipo. Oigo en Youtube un montón de raps que, a
mi que soy amante del género, me producen cierta decepción por su
calidad pero que a un grupo de jóvenes les van a costar dos años y un
día de condena, con ese día malicioso que parece pensado para
ingresarles en la prisión. La cárcel. Leo un relato de hechos y luego
una condena por enaltecimiento del terrorismo para unos chavales en la
que se afirma que “no es inequívoco que toda obra artística quede
extramuros del Código Penal” y ya me pongo a temblar. La propia presidenta del tribunal manifiesta discrepar
profundamente con esta resolución y lo hace hasta con cierto mordiente
hacia sus compañeras cuando afirma que estas “criaturas” han “ensalzado”
a una organización terrorista inexistente y “alabado” a unos
terroristas muertos cuando ellos aún llevaban pañales, para llamar la
atención. ¿Podremos escribir una novela con un terrorista como
protagonista que cause empatía o resulte un héroe? Se escriben
sentencias en estos días que no hubieran tenido cabida a finales del
siglo pasado.
Tampoco tu eres mi tipo. En la agresión
del bar de Alsasua, ni la juez de instrucción ni la Audiencia
Provincial de Navarra vieron delito de terrorismo. La conducta era
típica pero de otra cosa. Hasta que intervino la Fiscalía desde arriba
y, con un relato y una calificación que tampoco soy capaz de reconocer,
les arrebató el caso y lo llevó como terrorismo ante la Audiencia
Nacional. Utilizaron para ello una reforma realizada pensando en el
terrorismo yihadista, por la que no hace falta pertenecer a una
organización terrorista para cometer actos de terrorismo, pero se la
aplican a unos jóvenes en relación con ETA. Algo que nunca hubiera sido
posible con la legislación que siempre se aplicó a la banda. Llevan un
año internados en FIES como presos peligrosos y a sus abogados ni
siquiera les han admitido probar que la asociación a la que pertenecen
nunca ha estado ni siquiera próxima de la banda armada.
Todos los casos siguen la misma tónica. En varios ha habido magistrados
y fiscales que han considerado que los delitos cometidos eran
diferentes a los que finalmente han llevado a la Fiscalía a
arrebatárselos. Ni el TSJC ni el TSJN, ni sus respectivas fiscalías,
vieron ni por asomo los delitos que ahora en los órganos centrales se
dilucidan. Ahora es cuando comprobamos qué y cuánto interés tenía
controlar los nombramientos judiciales. La Sala Segunda era un gran
objetivo. Reconozcamos que si existen varias formas de interpretar el
Derecho, cada vez quedan menos intérpretes de un signo en los tribunales
estratégicos.
Dice el artículo 3.1 del Código Civil
que las normas se interpretaran según el sentido propio de sus palabras
-así que los alzamientos violentos deberían ser claramente alzamientos
violentos-, en relación con el contexto, los antecedentes legislativos
-y ya sabemos por López Guerra por qué se introdujo la violencia y
conocemos también por qué el enaltecimiento intentaba acabar con los
homenajes a etarras-,la realidad social del tiempo y atendiendo
fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquellas. Los tipos penales
no pueden ser chicles sino clichés inamovibles por los que los
ciudadanos sepamos a priori qué conductas concretas están penalizadas.
No defiendo a presuntos rebeldes o presuntos terroristas, de lo que voy
a ser acusada inmediatamente. Defiendo la pureza del sistema legal,
defiendo la seguridad jurídica para todos los ciudadanos, sean quienes
sean o quienes seamos. También por eso defendí la estrategia procesal de
acudir a Bruselas. En cualquier caso las cosas terminarán llegando a
Estrasburgo, como sucedió con la utilitaria doctrina Parot, y no deja de
ser triste tener que poner las esperanzas en que se haga Justicia tan
lejos.
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