jueves, 7 de diciembre de 2017

Magnífica, Elisa Beni.Gracias por esa energía decente


No eres mi tipo

Cada vez me resulta más común leer sentencias y resoluciones judiciales en las que el relato de hechos parece contener elementos de cierta ficción o posverdad
No defiendo a presuntos rebeldes o presuntos terroristas, de lo que voy a ser acusada inmediatamente. Defiendo la pureza del sistema legal, defiendo la seguridad jurídica
El juez Salvador Alba, en el juicio del caso Calero. (ALEJANDRO RAMOS)
ALEJANDRO RAMOS
“¿Sabes lo que le dijo la conducta a la ley penal? No eres mi tipo” Es un chiste malo que me han contado a la hora del desayuno, pero que viene pintiparado para la preocupante deriva que se observa en la Justicia española y que debe ser puesta de relieve no sólo por los casos particulares a los que afecta sino porque constituye un signo claro del deterioro que ha sufrido el sistema. La cuestión no es el resultado que tal deriva produce en una acción jurídica, sino si estamos aceptando que las reglas del juego se retuerzan y se estiren hasta conseguir una apariencia de legalidad suficiente sólo porque los objetivos que buscan les parecen justos a muchos. Esta tendencia, que apareció en escena de forma clara en lo que dimos en llamar lucha contra el terrorismo, se ha ido extendiendo a otros ámbitos que tienen relevancia política o que pretenden instaurar actitudes represoras ante la complacencia de grandes masas de público y profesionales que consideran que la mano dura es necesaria para que las cosas no se desmanden y que no reparan en que permitir usos maleables de las normas sustantivas y procesales es un riesgo que podría volverse contra todos. No me obligo a citar de nuevo a Niemöller.
No eres mi tipo. Cada vez me resulta más común leer sentencias y resoluciones judiciales en las que el relato de hechos parece contener elementos de cierta ficción o posverdad para la que es preciso tener predispuesto el espíritu de cierta manera. No debería suceder así. Los hechos y su calificación jurídica nos deberían ser más o menos aceptables a todos. No siempre sucede. Uno lee relatos de rebeliones con explosiones violentas que llevan en su interior gérmenes de más violencia futura, cometidas por organizaciones criminales integradas por parlamentos o sectores sociales completos y no termina de identificarlas con los acontecimientos que ha vivido en directo. Menos si como ya expliqué en  “Insurrección (versión Beta)" desde el primer momento se era consciente de que asistíamos a una fórmula nueva y no prevista de insurrección. No prevista. Eso en el contexto penal ya saben lo que significa. Podrían plantearse modificar el Código Penal o incluir estas nuevas formas pacíficas de violar las normas. Hasta ahí de acuerdo. En todo caso hay una división profunda sobre esta cuestión.  Cien profesores de Derecho Penal y magistrados, no de todo signo, comparten esta preocupación. No decimos que los del procès no hayan podido delinquir sino que no han cometido ese delito concreto.
No eres mi tipo. Oigo en Youtube un montón de raps que, a mi que soy amante del género, me producen cierta decepción por su calidad pero que a un grupo de jóvenes les van a costar dos años y un día de condena, con ese día malicioso que parece pensado para ingresarles en la prisión. La cárcel. Leo un relato de hechos y luego una condena por enaltecimiento del terrorismo para unos chavales en la que se afirma que “no es inequívoco que toda obra artística quede extramuros del Código Penal” y ya me pongo a temblar.  La propia presidenta del tribunal manifiesta discrepar profundamente con esta resolución y lo hace hasta con cierto mordiente hacia sus compañeras cuando afirma que estas “criaturas” han “ensalzado” a una organización terrorista inexistente y “alabado” a unos terroristas muertos cuando ellos aún llevaban pañales, para llamar la atención. ¿Podremos escribir una novela con un terrorista como protagonista que cause empatía o resulte un héroe? Se escriben sentencias en estos días que no hubieran tenido cabida a finales del siglo pasado.
Tampoco tu eres mi tipo. En la agresión del bar de Alsasua, ni la juez de instrucción ni la Audiencia Provincial de Navarra vieron delito de terrorismo. La conducta era típica pero de otra cosa. Hasta que intervino la Fiscalía desde arriba y, con un relato y una calificación que tampoco soy capaz de reconocer, les arrebató el caso y lo llevó como terrorismo ante la Audiencia Nacional. Utilizaron para ello una reforma realizada pensando en el terrorismo yihadista, por la que no hace falta pertenecer a una organización terrorista para cometer actos de terrorismo, pero se la aplican a unos jóvenes en relación con ETA. Algo que nunca hubiera sido posible con la legislación que siempre se aplicó a la banda. Llevan un año internados en FIES como presos peligrosos y a sus abogados ni siquiera les han admitido probar que la asociación a la que pertenecen nunca ha estado ni siquiera próxima de la banda armada.
Todos los casos siguen la misma tónica. En varios ha habido magistrados y fiscales que han considerado que los delitos cometidos eran diferentes a los que finalmente han llevado a la Fiscalía a arrebatárselos. Ni el TSJC ni el TSJN, ni sus respectivas fiscalías, vieron ni por asomo los delitos que ahora en los órganos centrales se dilucidan. Ahora es cuando comprobamos qué y cuánto interés tenía controlar los nombramientos judiciales. La Sala Segunda era un gran objetivo. Reconozcamos que si existen varias formas de interpretar el Derecho, cada vez quedan menos intérpretes de un signo en los tribunales estratégicos.
Dice el artículo 3.1 del Código Civil que las normas se interpretaran según el sentido propio de sus palabras -así que los alzamientos violentos deberían ser claramente alzamientos violentos-, en relación con el contexto, los antecedentes legislativos -y ya sabemos por López Guerra por qué se introdujo la violencia y conocemos también por qué el enaltecimiento intentaba acabar con los homenajes a etarras-,la realidad social del tiempo y atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquellas. Los tipos penales no pueden ser chicles sino clichés inamovibles por los que los ciudadanos sepamos a priori qué conductas concretas están penalizadas.
No defiendo a presuntos rebeldes o presuntos terroristas, de lo que voy a ser acusada inmediatamente. Defiendo la pureza del sistema legal, defiendo la seguridad jurídica para todos los ciudadanos, sean quienes sean o quienes seamos. También por eso defendí la estrategia procesal de acudir a Bruselas. En cualquier caso las cosas terminarán llegando a Estrasburgo, como sucedió con la utilitaria doctrina Parot, y no deja de ser triste tener que poner las esperanzas en que se haga Justicia tan lejos.

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