Dos grandes errores
Enric Juliana, el pasado sábado en un artículo en La Vanguardia, calificaba
la decisión de Artur Mas de finales de septiembre de 2012 de disolver
el Parlament y convocar nuevas elecciones como el “gran error” que había
conducido a Catalunya, y por extensión a España, a la situación en que
ahora mismo nos encontramos.
Pienso que Juliana no
quería decir que en esa decisión estuviera “el origen” del enorme
pandemónium (“lugar en que hay mucho ruido y confusión” RAE) en que se
han convertido Catalunya y España, pero sí que había sido el “detonante”
de la ciclogénesis explosiva que nos ha traído hasta aquí.
Con esta lectura de su artículo coincido plenamente con
él. Sin aquella decisión nada de lo que ha ocurrido en el interior del
sistema político catalán habría sido lo que ha sido. Por lo pronto, no
habría desaparecido CiU, que era, con mucha diferencia, el partido que,
dentro de la opción nacionalista, daba estabilidad política a Catalunya
y, como consecuencia de ello, a la relación de Catalunya con el Estado.
Con dicha decisión, Artur Mas puso en marcha un proceso hacia la
independencia que dividía de manera inmanejable a la sociedad catalana.
Alimentaba, por una parte, la “ilusión” de una parte muy numerosa de
dicha sociedad, pero provocaba, por otra, una “angustia” extraordinaria
en otra parte igual de numerosa. El proceso que una parte viviría como
un “sueño”, se convertiría para la otra en una “pesadilla”.
Lo que más me sorprende de esta decisión del President Mas es que él
mismo, en el discurso de investidura de 2010, había anticipado este
riesgo y, por eso mismo, había excluido la posibilidad de convocar un
referéndum. “Es responsabilidad de un Presidente… no cerrar las puertas a
los anhelos de un pueblo, así como evitar fracturas internas”, fueron
sus significativas palabras. Derecho a decidir sí, pero referéndum, no.
Con esta ambigüedad en su discurso, Artur Mas no conseguiría el apoyo
de ningún partido, siendo investido finalmente gracias a la abstención
del PSC.
En 2012, con la decisión de convocar
elecciones, CiU pasaría de 62 a 50 escaños y, como consecuencia de ello,
perdió el control de la situación que tenía en la anterior legislatura.
En 2010 ERC se ofreció a apoyar la investidura de Artur Mas sin exigir
la convocatoria del referéndum. Mas no aceptó el ofrecimiento temiendo
la posible pérdida de autonomía en el curso de la legislatura. En 2012
ERC exigiría el compromiso de la convocatoria del referéndum para apoyar
la investidura.
Como Artur Mas se temía, “no cerrar
las puertas a los anhelos de un pueblo”, que es lo que la convocatoria
del referéndum suponía, entrañaba el riesgo cierto de “fracturas
internas” en el seno de dicho pueblo. El salto de la Autonomía a la
Independencia conllevaría la división de la sociedad catalana en dos
bloques de tamaño similar. Todos los resultados electorales desde
entonces lo vienen certificando.
En esas estábamos
cuando se ha producido la aplicación del artículo 155 CE. Y la
aplicación de dicho artículo de la forma en que se ha hecho, ha dado un
paso más en esa dirección. Hacer uso del 155 CE para convocar elecciones
podía contribuir a encontrar una salida de esa división en bloques.
Pero aprovechar el 155 CE para poner en marcha querellas por delito de
rebelión contra los miembros del Govern y de la Mesa del Parlament no
ante los órganos judiciales radicados en Catalunya, sino en Madrid, no
puede conducir más que a cimentar todavía más la división política de la
sociedad catalana. El recurso al 155 CE podría haber abierto una
puerta, pero ha conducido a todo lo contrario, a cerrar todavía más
cualquier posible salida.
El PSOE no debería haber
apoyado el recurso al 155 CE sin garantías previas por el presidente del
Gobierno de que ordenaría a la Fiscalía General del Estado la no
interposición de querellas en periodo electoral. La formación de un
sedicente bloque “constitucionalista” haciendo uso simultáneamente de la
fuerza represiva del Estado en su máxima expresión contra sus
adversarios electorales, no puede conducir nada más que a lo que está
conduciendo.
Con la amenaza del delito de rebelión no
hay manera no ya de hacer desaparecer, sino de debilitar siquiera, la
consistencia de la línea divisoria que separa políticamente a la
sociedad catalana. Con la aplicación que se ha hecho del 155 CE se ha
convertido el Código Penal en la Constitución. Y con el Código Penal
como Constitución no hay manera de salir de donde estamos.
El 155 CE se ha aplicado de una manera disparatada. Se ha introducido
una célula cancerígena en el sistema político español. O se entiende así
y se reacciona adecuadamente o se puede llevar por delante no el
ejercicio del derecho a la autonomía en Catalunya, sino todo el
ordenamiento constitucional en España.
El error de
2012 del nacionalismo catalán me parece indiscutible. Pero el error de
los partidos sedicentemente constitucionalistas en 2017 no me lo parece
menos.
Ya se han cometido. Ahora hay que buscar la forma de enmendarlos. Todavía hay tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario