sábado, 19 de noviembre de 2016

Para compensar la mala noticia anterior


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Esta tarde me he llevado una sorpresa estupenda al dar un paseo por el carrer Pius XI de València, en mi barrio, por donde suelo caminar para adentrarme en las profundidades del distrito de Patráix, un paisaje lleno de sorpresas que aún conserva el perfume natural de las huertas, que aún existían en aquellos parajes cuando llegamos a la ciudad hace ya 33 años.

Es cierto que se han construido muchos edificios nuevos, pero también se ha llenado de parques y rincones verdes encantadores y rebosantes de vida, lo que no significa que no queden residuos y vericuetos abandonados llenos de desperdicios y cacas de perro, aunque es cierto que poco a poco, una nueva conciencia va haciendo cada vez menos frecuente la barbarie del abandono, tanto por parte de la ciudadanía como por parte del Ayuntamiento.

Hace algo más de una semana, pasando por ese lugar que he citado al principio, volví a suspirar con tristeza al ver el panorama: el enorme solar en la calle Pío XI, que está a las espaldas de una escuela en la Calle Humanista Mariner lleva años y años en estado denigrante. Lleno de excrementos de perro e intransitable. Es un lugar ideal para que jueguen los niños o para un gran jardín o un huerto urbano, pero nadie parecía caer en la cuenta y los malos olores, las alambradas a medio romper, y los montones de cascotes, hierbajos, papelujos, botellas, plásticos y suciedad le daban el desolador aspecto de una especie de tierra de nadie en posguerra. 24 años de alcaldía ppera, bajo la bota de Rita Barberá le habían concedido el blasón de espacio impresentable a la espera eterna de una buena oferta especuladora, que la crisis, afortunadamente, hizo imposible. Pues bien, esta tarde he vuelto por allí camino de mis rincones favoritos, cuando de repente ante mi vista se ha presentado otro paisaje sorprendente: todo limpio y despejado, amueblado con columpios, balancines y dos mesas de ping-pong, más un espacio detrás en la parte más alta, una especie de colina con arbolicos tiernos, recién plantados, como una alegoría sobre la escuela que se levanta detrás del nuevo jardín-parque infantil. Me he parado a contemplar el reflejo del atardecer sobre el nuevo espacio recuperado para la civilización y el disfrute de las familias, de los paseantes, de los abuelitos que se sentarán en los bancos de la acera a tomar el sol o el fresco, mientras ven a los chiquillos correr y jugar.

He suspirado con alivio y alegría. Sí, los tiempos cambian y en muchos aspectos es a mejor. Sobre todo en los aspectos más cercanos, más gestionables, más próximos. Esta crisis global solo podrá aliviarse y dejar espacio a la vida desde la simplificación solidaria, desde un espíritu cada vez más amplio y facilitador de buenas vecindades, desde el respiro de lo pequeño, desde lo local, desde el codo con codo y mano a mano de calle e institución. 
Ayer tarde, en la presentación del libro sobre la banca y sus excesos en Valencia, que tuvo lugar en la exquisita librería del barrio, que es un modelo de gestión y de apertura, se habló de esta realidad que todos y todas venimos comprobando desde hace ocho años, los mismos que llevo viviendo en este espacio trabajador, sencillo, generoso y tan sensible a las problemáticas sociales. El barrio que elegí para vivir a gusto y lejos del anterior ambiente desconectado de la realidad y lleno de marcianos para mí. Un barrio que jamás habría elegido si hubiese podido escoger mi lugar en el mundo en aquellos tiempos. Ayer comentamos esa condición imprescindible del nuevo tiempo: recuperar cercanía, ética compartida, vida en común y humanidad que suavice la dureza inclemente de un tiempo que se muere matando. 
Hoy, como la confirmación de nuestros deseos, esta rehabilitación de un espacio común, ha venido, entre las viejas calles recuperadas para los peatones y los ciclistas como un regalo anticipado de otro tipo de navidad: el nacimiento de una nueva conciencia en el solsticio de un invierno político y social que está doblando la esquina hacia la calle de la esperanza con fundamento.

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