"Yo no voté a ningún rey": la camiseta de Cañamero en el acto de apertura de la nueva legislatura.
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En España hubo que acatar por presión y acoso una Constitución al modo despotismo ilustrado del siglo XVIII, por narices; porque no había alternativas ni más opción, una carta magna en cuya confección no intervino para nada la soberanía popular ni el debate social, que fue pensada, diseñada y redactada - , a la sombra de las viejas glorias de la dictadura como los ex-ministros y ex altos cargos del franquismo vivitos y coleando por todas partes-, por los políticos que nacieron y se criaron en el franquismo sin más referencia que el Frente de Juventudes, Acción Católica, el caralsol, el no.do, el parte de las 14'30 y el de las 22'00 a toque de corneta y marcha real granadera por la radio, en plan prietas las filas, que el que afloje, se va a enterar de lo que vale un peine; tal y como estaba el patio, era imposible aspirar a algo mejor.
No hemos tenido aún la oportunidad de revisar ese documento que votamos hace 38 años, eligiendo entre un régimen monárquico impuesto por el dictador o la nada. Estamos en una rara circunstancia de ilegitimidad perpetua legalizada o de legalidad ilegítima, a la que sólo parte de la ciudadanía se atreve a plantar cara. El resto, como viene sucediendo en este raro país del "vivan las caenas", traga, calla y pasa del tema. Privadamente casi nadie quiere una monarquía, echan pestes sin parar sobre el gasto que supone mantener semejante anacronismo de gorrones hereditarios, completamente de espaldas a un Estado de derecho fetén y verdadera democracia, pero públicamente pasan de todo. Sólo las conciencias despiertas lo dicen en voz alta, dejan Madrid desierto cuando se corona un nuevo ejemplar, le dan la espalda en el Parlamento de Bruselas o se plantan en Las Cortes con una camiseta-escrache como Cañamero, portavoz del rechazo de tal situación y en una soledad que denuncia el estado de cobardía e incoherencia de tantos políticos que se declaran de boquilla republicanos de corazón y respetuosos monárquicos de intereses varios. Así andamos.
Por estas razones tan estrambóticamente razonables, el hecho de ver a Cañamero reivindicando lo que el 90% de españoles rumia por lo bajini, por un lado reconforta y por el otro, avergüenza. Porque es bochornoso que un país europeo en la segunda mitad de siglo XX aceptase una monarquía impuesta por un dictador, con un refrendo tramposo envuelto en una falacia constitucional ortopédica, y sigue siendo aún más triste y cutre, que después de lo que el tiempo nos ha demostrado respecto a ese asunto, ya en el siglo XXI, quienes por la edad se tragaron el marrón sin poder decir nada y ahora, sin poder decir ni mú, se traguen los sapos de las secuelas a base de lo peor de cada casa política y a expensas caprichosas de lo que un Jefe del Estado irregular y de legitimidad más que dudosa, decida o no, a la hora de dinamizar o paralizar in aeternum las instituciones, a merced mutua de los asalta gobiernos de turno. Es una situación de verdadero escarnio y menosprecio de la dignidad ciudadana, que en algún momento dirá ese basta que nunca ha sabido decir por sí misma, sino a trompicones militaristas o ideológicos manipulados por grupos políticos que necesitan una base descontenta para hacer parroquia de sus ideas y no saben lo que significa el bien común, que sólo puede lograrse desde un despertar y un organizar las conciencias individuales integradas en la inteligencia colectiva
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