jueves, 24 de noviembre de 2016

Guardar las formas


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No es fácil despertar en una sociedad atascada en el empaque de lo aparente, en el glamour de los que se envalentonan y ganan, -más por exhibición perenne que por sustancia- y en el desprecio a los que pierden, en un ámbito donde las cosas más serias y trascendentes se identifican con Juego de Tronos o con una partida de cartas y cuya mayor altura y trascendencia se concentra y se sublima en los campeonatos de fútbol y en las copas del rey o en la comandita de los bares. 

Hemos nacido ya inmersos en un determinado sistema que ha ido creciendo en deformidades aceptadas y bendecidas como "normalidad" y haciéndose omnipotente gracias al convencimiento de que "eso es lo que hay" y para qué vamos a cambiar nada, si va a dar igual y ¿adónde vamos a ir que más nos den? Lo mejor, lo más inteligente(¿!), será adaptarse y sacar tajada, ya que cambiar es imposible, precisamente porque lo impiden la adaptación y la connivencia 'oficial'con el tinglado establecido por todos los experimentados e informadísimos próceres que mantienen encendida toda lucecita mediática de El Pardo, para que se iluminen las sombras de toda posible duda de calado suficiente como para plantear cambios y mejoras decisivos en el mundo que nos rodea. 

Bien está cambiar los pelos y peinados, el aroma de la colonia, la marca de la brillantina, los maquillajes, la densidad del bótox, los trajes peripuestos por una indumentaria más sencilla o más extravagante y hasta divertida, el lenguaje de oficina por el de la calle, sin pasarse, eso sí. Pero ¿a qué insensato se le puede permitir cambiar las ideas, insinuar que se puede seguir siendo una patria una vez troceados en nacionalidades totalmente estrafalarias, o criticar sin pudor alguno lo que para todos lleva siendo estabilidad indestructible desde el siglo XV, con lo que costó aquella unidad a base de matarse vivos por el poder y de freír en la hoguera, desterrar y arruinar a los diferentes y protestones? 
Esas innovaciones son impensables, ¿adónde iríamos a parar si el modelo de Estado de Don Pelayo se somete a referendum y va y resulta que sale por mayoría el infierno zarrapastroso de una república "modelna" donde todo el mundo tiene los mismos derechos sin haber adquirido méritos y blasones de familia y pedigrí que garanticen un destacable glamour como diosmanda? ¿Y nuestros bancos tan decentes, impecables y espléndidos, en qué acabarían, en casas de caridad? ¿Qué sería de nuestro ejemplar sistema educativo o sanitario? ¿ Y de nuestra próspera agricultura del erial o de nuestras empresas fructíferas y billonarias afincadas en China? ¿Y de la disciplina de voto, y 'del aquí mando yo' y del bondadoso cacique que cuida del patrimonio hereditario para que la tradición del trepaje se mantenga viva por los siglos de los siglos llenando sus bolsillos y los del entorno ideo-ílógico?

Se ve bien el cambio estético, la 'moda' del nuevo tiempo, los gestos rebeldes 'porque el mundo me hizo así', esa informalidad pintoresca y colorista que hace todo más cercano, con curiosidad y cierta benevolencia tolerante de quienes, como observadores de campanillas, lo saben todo en plan oráculo de Delfos, ya han ido y vuelto varias veces por el mismo lodazal descubriendo los mejores, más seguros y productivos rincones del trayecto encenagado, hasta obtener la sensación de pleno control onmisciente y sapientísimo del panorama. 
El factor sorpresa también debe estar controlado, cómo no, por la experiencia, rancia y lampedusiana de ese proccurare i cambiamenti a patto ché, poi non vi cambierà nulla. Y así vamos tirando cada vez peor, pero tan despacito y con buena letra, tan obediente y educadamente en el respeto al trampantojo consensuado, que todo parece un impasse sine die, un condicional simple y descompuesto que continuamente aplaza todo, pospone, alarga, estira, posterga...así, en infinitos  puntos suspensivos...
En ese plan, toda muestra de impulso nuevo despierta automáticamente repelús, desconfianza, ojeriza, comparaciones aberrantes y malos augurios en el paisaje controlador. Es imprescindible para que el lumpen cognitivo mantenga su esplendor, respetar los modos de siempre, aunque sea con concesiones a la indumentaria renovada. Pero de ahí no se puede pasar jamás. Los perros guardianes del Patio de Monipodio siempre tan bien educados en sus formas, tienen permiso para ladrar pero jamás para soltarse de la cadena y correr y mucho menos para morder la corteza y dejar que se vea el contenido de las valijas acumuladas en el ancestral museo de la inutilidad solemne y elegantísima, protocolaria y sublime. Hasta visionaria y todo. 

En ese escenario velazquiano y quieto, donde el poder que manda de verdad está escondido, como en Las Meninas,detrás de los cortinajes y las puertas secretas, apenas deja ver un velado reflejo en el cristal del decorado, todo está muerto y plano, de marco para adentro. A los animadores del arte de la simulación, incorporados desde tiempo inmemorial a la perspectiva y al escorzo de lo de siempre, les encantaría que los nuevos portavoces de la calle se reconociesen como parte del diseño del cuadro y se convencieran de que los personajes pintados no pueden hacer nada porque ya están inmortalizados e inmóviles en sus posturas de diseño institucional, por la mano del poder que encargó la pintura al amanuense desde su espejo retrovisor. Pero se equivocan, afortunadamente, de tiempo y de circunstancia. Los nuevos elementos, a pesar de compartir el mismo museo no están pintados, son de carne y hueso. Piensan y todo, sin que nadie más que la realidad que viven les dé las pautas de la búsqueda y de la construcción de un nuevo edificio, naturalmente, una vez quitado el trampantojo que tapa la cochambre y ya descubierto que el óleo aparente es, en realidad, un verdadero pastel.

Sí, esa rebelión a bordo del sistema, está confirmando simplemente el principio físico universal de la bifurcación. Todo sistema tiene un origen y un final, se quiera o no. En el trayecto del principio hacia el fin, naturalmente se produce un desgaste y un agotamiento de recursos y funciones cada vez menos adecuadas a las nuevas necesidades evolutivas que no se tienen en cuenta, se menosprecian y se ningunean, y que, al contrario de lo que piensa el poder oculto del cuadro muerto, cuanto menos se atienden más crecen y se agravan, y más se va hacia la involución del propio sistema que se quiere preservar y aumentar constantemente.
Entonces, de la misma sustancia sistémica en decadencia nace una fuerza centrífuga que tiende naturalmente a la bifurcación, a salir del torbellino sistémico inercial que va de cabeza a su autodestrucción. Esa fuerza ya es distinta del sistema en el que ha nacido, ¿por qué? ¿qué la diferencia del mogollón en el que nació? La conciencia, que a través de la experiencia que el sistema provoca pero no reconoce, permite descubrir el peligro fatal de la entropía y la creación de recursos adecuados para organizar la bifurcación, la salida hacia una nueva concepción de otro sistema. Una nueva conciencia capaz de ver y reconocer aquello que el sistema ya tóxico y terminal ha sido incapaz de detectar y en su enfermedad ya le es hasta imposible reconocer lo evidente, que, en cambio, sí capta y denuncia la nueva conciencia. 

Un síntoma muy significativo, como ejemplo práctico, ha sido la actitud de las nuevas fuerzas políticas ante el homenaje a la corrupción y al pp, que se esconde tras la aparatosidad del ritual dedicado a la memoria de Rita Barberá, donde se han tergiversado y mezclado asuntos completamente distintos. 

Como ser humano que ha muerto, merece el respeto indiscutible, pero no más que cualquier otro ser humano que haya muerto, sus méritos son solo méritos para el pp y sus prebendas. Está claro, entonces, que no es por el hecho de morir por lo que se ha dedicado el homenaje a "la jefa" y a "la mejor", sino por lo que ha significado y destacado en un partido corrupto hasta las trancas, carente de ética y de vergüenza, absolutamente inhomenajeable, porque al homenajear la muerte de Barberá se incluye a su partido sin el que Barberá no era nada y viceversa. Y por otra parte con el lavado de cara del homenaje, los verdugos políticos de Barberá, sus coleguitas del pp, también lavan de paso su mala conciencia, por ése instintivo respiro de alivio, que han sentido al verse libres 'providencialmente' de cualquier debilidad cantaora de la difunta lideresa, que pusiera en negro sobre blanco todo lo que Rita se ha llevado a la tumba sin contar a la justicia.

Esa innoble realidad es la que sí han visto las fuerzas de la bifurcación y la que no ha sido capaz de ver la parte entrópica  y acomodaticia del viejo sistema. No se trata ya de cortesía ni de buenos modales. Abstenerse de participar no es una ofensa, sólo una ausencia, un negarse a engrandecer lo que es urgente que desaparezca: la confusión entre lo público y lo privado, entre lo turbio y lo transparente,  que hace creer en el espejismo interesado de que los meros representantes son realmente lo representado, hasta en la pura materia. De modo que, por ejemplo, quien se enfade con Felipe de Borbón, se enfada con España, quien contesta con demasiado desparpajo a Rajoy y le dice la verdad, ofende a España, quien denuncia a un cura pederasta ofende a la iglesia, quien sin ofender expresa su  rechazo a una injusticia que se ha convertido en ley o en ritual porque lo imponen  unos representantes que se creen dios, 'ofende' al Parlamento; realmente la ofensa se perpetra contra España y su ciudadanía por la corrupción masiva y justificada, por la colocación de corruptos reconocidos en cargos públicos para blindarlos y recompensar fechorías que se consideran méritos en un sistema terminal, ya sin ética, sin norte ni sur, sino como un loco sálvese quién pueda corriendo embalado hacia el abismo de un caos económico y legislativo real, pero camuflado de seguridad y orden aparente. 

No sólo no es censurable la actitud de quienes rehusaron participar en el homenaje fuera de lugar a Barberá, imputada y, dramáticamente, a punto de cantar la Traviata en el Supremo, es que ejercieron su derecho a disentir justamente respetando su función de portavoces de millones de españoles que ya forman parte de la conciencia nueva y del impulso irremediable de la bifurcación ética, administrativa e institucional. 

Una de las características del sistema en declive es tener cambiados los parámetros cognitivos y dar más valor a la apariencia que a la esencia de los asuntos y problemas que no ven, quedarse en la forma sin comprender ni ver el fondo que trasciende y que da la sustancia y el valor a la  forma en sí. O sea, tomar el rábano por las hojas, creyendo que bajo ellas no hay nada.

Es fundamental que no se puede ni se debe honrar a los villanos como si fuesen héroes, porque robaron y engañaron a los pobres para enriquecer a sus amigos, e hicieron y ganaron guerras a favor de los injustos. Callar y aceptar algo así es una inmundicia política que los medios del régimen están vendiendo como si fuera la biblia. Con ello se apuntan al mismo tren de la vieja y moribunda entropía, por la que terminarán abducidos y desfondados. Desautorizados y arrinconados como fuentes de información fidedigna.





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