Hay momentos del camino en los que es preciso parar y reconocer las pisadas y las huellas, considerar los hechos que se producen a nuestro alrededor y nuestras reacciones ante ellos. Es el caso de la muerte de un personaje como Rita Barberá, q.e.p.d.
La muerte es para todos, nadie se escapa del trance y no sólo hay una sola muerte a lo largo de la vida. En realidad cada cambio importante es una muerte parcial, que nos va entrenando, si atinamos a comprender el proceso. Pero en general ese proceso no acaba de hacer mella en los ánimos, en las ilusiones y en los remiendos que se van apañando para que todo sea menos crudo, menos drástico. Y por eso inventamos rituales que le den cierta solemnidad y decoro a lo que es un simple final del melodrama o de la tragicomedia. Un remate de existencias por fin de temporada. Y muchas veces una liberación para el que se va y para los que se quedan.
Sucede que, con frecuencia, nos falta un hervor a la hora de la muerte de los otros, ya que de la propia se encargarán los demás. En realidad el muerto es al que menos le importa el después ni lo que este mundo opine de él, y al que todos se empeñan en agasajar, poner por las nubes y honrar en todo lo posible, aunque en vida, se haya dado la paradoja de que el finado o finada, fuese un impresentable, un tirano, un mal bicho o un verdadero monstruo y, hasta esa muerte resulte un alivio para la familia o el entorno, a pesar de que ninguno lo exprese en voz alta. La peña entra en estos casos en un conflicto íntimo; por un lado, una muerte, como por ejemplo la de Rita Barberá, causa conmoción por varios motivos: lo inesperado del óbito y la importancia mediática de la difunta. Por otro lado, hay entre todos los seres humanos un pacto implícito de solidaridad con el colega que ha dejado este plano de la existencia y todas las muertes de los conocidos, en general, pesan en los ánimos como un recordatorio de que los supervivientes sólo lo son temporalmente y que se pasea por la vida con el permiso del enterrador. Ni la mejor compañía de seguros puede garantizar la vida eterna en este plano de la existencia, tal y como nos gustaría que fuese. Ya lo decían desde la antigüedad: Memento, homo, pulvis eris et in pulvere reverteris (recuerda, hombre, que eres polvo y en polvo te convertirás). La muerte no es una desgracia, sino un cambio natural de energía y de materia en la mutación constante de la vida en muchos planos. Como nos educan a base tabúes, esto no se conoce ni se asimila jamás. Nos adiestran para una eternidad muy mal entendida.
Es posible que el culto a los muertos tenga más de miedo propio a lo desconocido y a la incertidumbre de un mas allá tan poco agradecido y comprobable, de una rara empatía post mortem que, de verdadero aprecio por el fallecido. Factores como la admiración o la mala conciencia hacen de las ceremonias fúnebres una especie de apoteosis mortuoria. En esos momentos, lo que hasta ayer era cansancio, rechazo, juicios, descalificaciones, reprobación, enfrentamientos y hasta denuncias sobre las conductas del ahora cadáver, se convierten en sentido y forzado homenaje y en un estrafalario y taladrante panegírico dedicado a las hasta ahora escondidas virtudes del ya solemne fiambre. El miedo y el paripé nos hacen hipócritas y más falsos que los euros de plástico.Rebuscando afanosamente en los recuerdos o en las notas de prensa,-si el personaje es glamuroso-, motivos para ensalzarlo y reconocer su valía y gritarla a los cuatrovientos retroactivos.
Se considera inhumano no rendir homenaje al icono público, aunque no lo merezca en absoluto y ese homenaje sea una aberración y una comedia infame. Una cosa es no insultar ni humillar con descalificaciones ni ensañarse con el muerto, no tanto porque no lo merezca, sino porque una misma no se merece algo tan ingrato y cobarde, como tampoco se merece tener que alabar conductas y "morales" que repueba y ha debido soportar, en muchos casos, especialmente cuando el interesado ya no puede oír ni responder ni tomar conciencia de sus errores y maldades para cambiarlas. Y otra cosa es ponerlo en un pedestal y obligar a que todo el mundo, incluidos los que han sufrido sus desmanes y abusos, tengan la "obligación" social y hasta política de participar por puro protocolo en el besamuerto.
Ningún partido político, por mucho gobierno que tenga entre manos está capacitado para tomar a saco las instituciones y montar el número que se ha montado esta mañana en el Congreso y en el Parlament de València con los minutos de silencio decretados por narices, como afectuoso y respetuoso recuerdo a un personaje deplorable, que a lo largo de 24 años ha torturado, engañado y estafado a los valencianos, con un despotismo y una soberbia inimaginables en cualquier persona normal. A quien su propio partido en un feedback constante exprimió y se dejó exprimir sin poner el menor reparo. Demostrando que eran tal para cual o que todos estaban ciegos e incapacitados para darse cuenta de lo que había tras la exageración ampulosa, el exhibicionismo y la total falta de escrúpulos de la homenajeada, tras ser defenestrada y marginada por todos los antiguos compinches.
Es normal que el pp y sus rifirrafes surrealistas hagan estas exhibiciones casposas y caciquiles hasta decir basta, pero lo más preocupante es que periodistas, políticos y tertulianos que presumen de normales, estén defendiendo el tinglado homenajeante sin ver lo que hay o viéndolo y aplaudiendo por no quedar mal, en plan inhumano.
Dar el pésame a la familia es una norma social y amable. No una obligación. Compadecer la enfermedad que pudiese padecer la difunta, es muy natural y propio de la empatía. Pero de eso a montar un circo, tanto en plan venganza como en plan homenaje, es un despropósito y una mascarada, sobre todo porque se parece más a una falla o a un vodevil que a una despedida discreta y sana.
En España es casi imposible separar la esfera privada de la pública. Sólo hay que encontrarse en el zapping los diversos formatos de sálvames, pero cuando esa esfera de despropósitos alcanza a los gestores políticos, es una vergüenza. Un espectáculo denigrante, ver a los pperos que ayer ninguneaban a Barberá acusando a los demás de haber provocado nada menos que la muerte a la misma persona a la que han machacado literalmente con su desprecio e indiferencia y vuelta de espaldas, como si ellos no tuviesen nada que ver en el sprint histérico del sálvese quién pueda, como si ellos fuesen teresitas de Calcuta y ángeles Marcelos envueltos en gloria bendita. No se puede caer más bajo que el pp ni se puede pisotear más a los españoles que el psoe, regalándoles el gobierno para dejar contenta a la Troika. Y rematando mano a mano con ese homenaje demencial y cacique, la poca dignidad que le queda al pobre y humillado parlamento español.
¿En qué artículo de la Constitución está escrito que haya que dedicar minutos de silencio y homenaje a un miembro corrompido de un partido podrido? ¿Qué ley ampara ese oprobio y no ampara a un juez que trata de investigar la corrupción absoluta de ese mismo partido? ¿A caso la muerte nos hace inocentes de nuestros desatinos y maldades? Una cosa es la compasión y otra la complicidad. Una cosa es, privadamente y por afecto, ir al entierro de Rita Barberá y dar condolencias a los suyos, y otra engrandecer en las instituciones su figura política impresentable desde la ética y la moral política, desde la decencia y la mera humanidad que ella no tuvo con sus semejantes. Nada de refugiados, nada de ayuda a los sin techo, nada de apoyo a los colegios municipales, nada de echar una mano a la precariedad de energía y agua, nada de compasión. Subida de impuestos y de IBI, con la excepción de la iglesia que no da ni los buenos días. Gastos locos en fiestas, flores y francachelas. Desmadre y corrupción hasta las cejas. Dicen "no hay pruebas". ¿Qué más prueba quieren que la miseria desoladora en que quedó esta ciudad después de casi un cuarto de siglo popularista y desalmado en manos de "la jefa", de "la mejor"? Más nos vale no haber conocido a la peor. Si Rita fue el paradigma de la alcaldesa española, se explica por sí mismo lo mal que está España. Ser la mejor embaucadora, la "madrina" e impulsora fundacional del partido de la corrupción debería ser un trauma y un delito gordísimo, no un mérito. Y que la defienda el ministro de Justicia deja a la justicia por los suelos.
Entre el pp y el psoe nos están llevando en volandas y replay a los mejores años de la decadencia de los Austrias.De los validos y caciques, de la beatería y el fariseísmo, de los bufones y las trotaconventos, de la picaresca, donde el pobre Cervantes tuvo que camuflar su denuncia en una novela satírica y desesperada, para evitar las bendiciones de la Inquisición. Y el pobre Quevedo, debió morir acorralado y proscrito por los mismos elementos que ahora pretenden santificar y premiar la indecencia o quizás se conformen con llevarnos a la Salamanca de 1936 donde la brutalidad y la hipocresía, acabaron por encerrar a Unamuno hasta su muerte por reivindicar una España digna. O a la Granada que asesinó a Lorca o la cárcel que mató a Miguel Hernández o la cutrez que mandó al exilio a Antonio Machado y a Pau Casals...a ese maravilloso rincón europeo sui generis que sigue gritando vivan las caenas y muera la inteligencia, si no sirve para forrarse impunemente y aforarse, contaminar y hacer papilla el medioambiente, vaciar la banca pública y venderla por un euro a la privada, dejando el Estado en el chasis cubierto con el trampantojo de un crecimiento de quita y pon, según convenga al sube y baja de los mercados y a la ppiratería financiera, y para compensar con la renta básica de una miseria asegurada e in crescendo.
Compromís no debería haber participado en ese homenaje que no es a Rita, -ya han demostrado cómo y cuánto les importaba- sino al cinismo cacique del pp, amparado a la sombra de los muertos. A este paso Esppaña acabará siendo una mala fotocopia de Pedro Páramo, aunque, evidentemente sin el talento de Juan Rulfo. Una maestra en el realismo mágico de la casppa.
Tempus fugit per omnibus...
Que
los muertos entierren a sus muertos, dijo Jesús de Nazaret en una
ocasión protocolaria parecida a ésta. La vida no se calla ni se puede
amordazar. Que nuestra temperamental, primaria y montaraz hermana Rita descanse de su agitada existencia y encuentre la paz
de espíritu que en este mundo no fue precisamente su objetivo ni su mejor amiga.
Tempus fugit per omnibus...
ergo, carpe diem vero
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