La mayoría de los eres humanos atravesamos etapas de desarrollo personal que implican una ruptura con lo conocido y la aventura de afrontar ese salto al vacío de lo desconocido, que no sólo lo es, sino que lo es porque, precisamente, está por hacer, por realizar. Por afrontar. El primer paso es afrontar, lo que implica una secuencia cognitiva imprescindible: reconocer, analizar, sintetizar, asociar, asumir e integrar. Y en ese proceso, en simultáneo, poner en marcha eso nuevo que está por nacer, pero que no nacerá y hasta sería un aborto cruel, si no fuésemos capaces de que la gestación culmine en nuevo nacimiento. Que obviamente en las enormes dimensiones de un planeta y de un mundo plural, no va a ser cosa de horas ni de días, sino de años. Tantos como queramos alargar el duelo por el final de etapa y las cábalas autómatas del miedo para recordar qué hicieron en cada fin de temporada las generaciones del tiempo precedente ya finiquitado.
Deberíamos comprender que en momentos de lo que el Hinduísmo llama de Kali Yuga, de final-final, de esos totales, que según la cultura védica, vienen a suceder con una periodicidad de 25.000 años, queda obsoleta la herencia inercial de la historia y sus ciclos. Y sus clasificaciones: una etapa clásica, ordenada, lógica, ilustrada, racional e intuitiva, clara y llena de luz, feliz dentro de un orden,cómo no, valga la redundancia, época que alterna con otra etapa barroca, romántica, tenebrosa, inestable absoluta, sin ritmo cronometrado, a saltos imprevistos, accidentada, sombría, desordenada, donde impera la emoción y el instinto que se hacen los amos de la razón y la convierten en esclava de lo alucinatorio, de lo psicodélico, de lo onírico, de lo puntual e instantáneo, de lo inmediato. Y toda a ciencia y la inteligencia desaparecen de repente, engullidas por el fragor de una vida desprovista de sentido, donde todo se confunde y todo se desvanece sin dejar rastro de una mínima verdad a la que recurrir para no hundirse en la locura y el caos íntimo y social. Pero, a continuación, cuando el tiempo cumple su ciclo más duro de pelar, tras una hecatombe, un hundimiento, una guerra terrible, la humanidad vuelve a levantarse y para reanimar el impulso, retoma las fórmulas que en el pasado fueron de gran ayuda. Y la rueda del tiempo continúa su curso, repitiendo lo mismo que hicieron las generaciones pasadas en situaciones parecidas y comienza un nuevo periodo de calma, de sensatez, donde queda muy patente el escarmiento del duro pasado inmediato, pero pasa el tiempo, las cosas mejoran, se ordenan, funcionan, se crece, se construye y vuelve la razón, la armonía y el equilibro de otra época clásica, ilustrada, serena, qu esin saber cómo acabará dando como resultado otro episodio de decadencia, desorden, caos y locura generalizada. Es decir, comenzar con un George Washingnton y acabar con un Trump y una Clinton como alternativa. Empezar con un Suárez y acabar con un Susano Rajoy, arrancar con un De Gasperi y frenar de golpe con un Berlusconi, iniciar la marcha con un Adenauer y completarla con una Merkel. Cuando el Planeta se ha quedado pequeño para tanta ambición como estupidez concentrada, ha llegado el momento inevitable del Kali Yuga. Ya se ha agotado la secuencia alterna del bi-etapismo. Lo podemos comprobar cuando vemos que gobierne quien gobierne y se haga lo que se haga el resultado es practicamente el mismo. La red de destrucción ha permeabilizado todo el tejido antropocénico. No es el Planeta el que está enfermo, es la especie humana la que está acabando su ciclo conocido. No puede mejorar lo que, simplemente, se ha agotado, se ha muerto. Que la agonía de la especie sea mucho más larga que la agonía de las personas no significa que no sea el mismo proceso, repartido en tiempos distintos.
Lo primero será reconocer esa realidad. ¿Hay esperanza?, sí y no. Depende d e lo que se espere. Si se espera una recuperación sólo económica y financiera que haga posible un crecimiento tecnológico, químico y mercantil, sin fin, donde se cumplan todos los sueños y "seguridades" basadas en el dinero exclusivamente, que da el consumismo y la felicidad de acumular, especular, como el frenético proyecto de ser millonarios antes de los cuarenta para vivir de las rentas y de la especulación el resto de la existencia, no. No hay esperanza ninguna, porque un mundo a ese ritmo y en el estado en que lo estamos dejando, no aguantará en pie apenas una década más. Es muchísimo desgaste para tan poca cooperación y tan poca conciencia. A menor conciencia colectiva e individual, mayor velocidad de devastación completa.
Hay cosas tan simples como el hecho de ser fumador, de que no te importe quemar tu propia salud ni el derecho de los demás a respirar aire limpio. Como es arriba es abajo, dejó dicho Hermes Trismegisto. Como es en lo pequeño es en lo grande, lo podemos comprobar en todo lo que vemos, en cuanto a la conciencia y funcionamiento cualitativo del mundo, hasta muchas veces, morfológico. Quien no tiene conciencia en lo individual no la tendrá jamás en lo colectivo. Y no se puede ser ecológico global si uno mismo se está matando y matando su entorno con mecanismos de autómata. Es demoledor contemplar un video de Verstrynge, profesor de política, negando el cambio climático al nivel del primo de Rajoy y alabando la energía nuclear como mucho más sana que el carbón -menudo consuelo- sin nombrar para nada las energías alternativas, mientras se dedica a fumar como un carretero atufando al invisible entrevistador, mientras la tos ahoga al entrevistado y casi no le permite hablar.
Quiero que cambie el mundo, estoy cabreadísimo con los políticos incapaces, pero en lo que respecta a mis hábitos soy como ellos: no sé vivir sin coche, sin aire acondicionado, sin móvil, sin Smartphone, sin Ipad, sin coltán, sin petróleo, sin acumular basuras irreciclables, sin series de tv, sin Ikea, sin grandes superficies de despilfarro y toxicidad, sin mentiras mediáticas que me interpreten el mundo según la banca y sus esbirros institucionales de las ex soberanías, estas barbaridades son atroces y antibióticas, es verdad, pero tan cómodas...si no sé vivir sin aviones dejando la atmósfera bajo mínimos a base de estelas tóxicas premeditadas para provocar enfermedades de temporada y ¿Y qué haríamos sin plástico? tan útil, barato y hasta divertido...¿Y qué pasaría si eliminamos de la existencia de uno todo lo que está matando la vida, tanto en particular como en general globalizado, si eso tan malo para todos resulta que es lo único que tiene valor para el glamour y el disfrute personal?
No, queridos y queridas míos y mías, ya no hay esperanza para un mundo así. Está condenado a la extinción. Ya es hora de decirlo en voz alta, no es conspiranoia, son datos científicos y de deterioro social ir-re-vo-ca-ble en este plan. Ese mundo lo sabe de alguna manera, y ha enloquecido en su propia burbuja, primero poco a poco, luego a saltitos traviesos y ahora a pasos agigantados, cuesta abajo y sin frenos ya inexistentes. Trump no es un episodio casposo y hortera esporádico, de un mal gusto apabullante ni una boutade fuera de tiesto del sueño americano convertido en pesadilla mundial, es el resultado, la suma de factores monstruosos que, lógicamente, no podrían sumar los factores que no existen. Trump no es lo preocupante, gente así la ha habido siempre, pero eran minoría no un paradigma social, lo más grave del caso Trump son los millones de seres humanos que han llegado a identificarse con él y a votarle con toda normalidad. Y eso es también Susano Rajoy, Le Pen, el 50% del Brexit, Putin, Erdogan, los neonazis alemanes, austriacos, húngaros...
No, no es posible la esperanza en un mundo semejante. Sobre todo porque las alternativas sanas son minoría casi marginal, limitada y bloqueada, hasta por las leyes electorales, en los gobiernos y parlamentos. Ese mundo podrido en su esencia, lo mejor que puede hacer es terminar cuanto antes. Es inútil perder el tiempo en esperar y clamar por las grandes políticas del pasado que solo fueron en realidad pan para anteayer, caos y ruina para hoy y nada para mañana. No es "culpa" solamente de los inútiles que nos gobiernan, ellos han sido formateados también por las fórmulas de los de ayer y anteayer y ese formateo les ha podado la inteligencia a base de hacer norma y ley unos dogmas políticos, económicos y mercantiles, completamente inhumanos, que en otro tiempo sirvieron para salir del paso, pero no para cambiar nada en serio, tales como guerra y el enriquecimiento de los estados a base de armamento o de explotación del Tercer Mundo y de fundamentar las riquezas en arrasar el Planeta como si la vida fuera patrimonio del momento millonario. Si hubiesen sido tan buenas políticas ¿acaso estaríamos ahora como estamos? Ya no hay fórmulas. Sólo queda la escuela de Chicago, las agencias de rating, la troika, la CE, el BCE, el FMI y la Reserva Federal...y el equilibrio del trastorno mental irreversible de la especie, en manos de Trump y de Putin. Como en los años 60 y la Guerra Fría del siglo pasado.
¿Buenas y grandes políticas? El new deal de Roosevelet y Keynes fue bueno unos años para los yankies, es cierto, mientras fabricaron a tope armamento creando empleo para todos, pero aterrizó en otra crisis interna que se "subsanó" en la II Guerra Mundial y en la bendición a la bomba atómica que luego "gestionó" Truman en Hiroshima y Nagashaki para vengar Pearl Harbour. En los 50 del pasado siglo se diseñó una "gran política" con el reparto del mundo en dos bandos y el pobre Keynes predicando en el desierto y viendo como sus propuestas entraban por un oído del sistema y salían por el otro, con el tintineo de la pa$ta a tutiplén a costa de los más pobres, como siempre, y si no, ahí quedaron como muestra las dos Coreas divididas, el muro de Berlín, la invasión masiva de Latinoamérica por el el mercado del dólar, las macroempresas y las dictaduras apoyadas, sugeridas e impuestas por el chantaje de los USA y para remate, la guerra interminable de Vietnam. ¿Grandes políticas o grandes propagandas que han ido liquidando paso a zancada la esperanza de la humanidad en que este sistema tenga una salida sabia, inteligente, democrática, plural, buena y justa para todos, buscando el bien común y no el apocalipsis?
¿Buenas y grandes políticas? El new deal de Roosevelet y Keynes fue bueno unos años para los yankies, es cierto, mientras fabricaron a tope armamento creando empleo para todos, pero aterrizó en otra crisis interna que se "subsanó" en la II Guerra Mundial y en la bendición a la bomba atómica que luego "gestionó" Truman en Hiroshima y Nagashaki para vengar Pearl Harbour. En los 50 del pasado siglo se diseñó una "gran política" con el reparto del mundo en dos bandos y el pobre Keynes predicando en el desierto y viendo como sus propuestas entraban por un oído del sistema y salían por el otro, con el tintineo de la pa$ta a tutiplén a costa de los más pobres, como siempre, y si no, ahí quedaron como muestra las dos Coreas divididas, el muro de Berlín, la invasión masiva de Latinoamérica por el el mercado del dólar, las macroempresas y las dictaduras apoyadas, sugeridas e impuestas por el chantaje de los USA y para remate, la guerra interminable de Vietnam. ¿Grandes políticas o grandes propagandas que han ido liquidando paso a zancada la esperanza de la humanidad en que este sistema tenga una salida sabia, inteligente, democrática, plural, buena y justa para todos, buscando el bien común y no el apocalipsis?
La única esperanza que nos queda es precisamente que el monstruo colapse cuanto antes para que el sufrimiento y el peligro sean los mínimos y haya posibilidad de cambio real, no de recuperación, porque no saldríamos de la misma agonía. Necesitamos un giro a mejor de 180º. La buena nueva ya la trajeron en su día al mundo Buda y Jesús de Nazaret, pero en ambos casos acabó convertida en religión-institución-estado político-clerical-hegemónico lo que, retomando lo antiguo y conocido, resultó desastroso para la evolución. La buena noticia es que ya es hora de que cada persona vaya comprendiendo en el nivel al que alcance, que por primera vez tenemos medios globales de comunicación para poder conocer más a fondo qué se puede hacer, que no estamos solos, que la Idea está viva y tiene una energía y un magnetismo que acerca lo afín y permite comprender lo opuesto y lo que aparentemente resulta hostil si seguimos adheridos a los viejos preceptos y programas interiorizados como propios sin que provengan de nuestra experiencia, sino de la de otros y en otros tiempos. La cultura del pre-juicio, del sermón y del dogma.
Esa esperanza ya solo está en las manos de cada persona que esté dispuesta a tomar conciencia y hacer de su vida una verdadera revolución mucho más profunda e intensa que las revoluciones de siempre. Una revolución que hay que construir entre todos, encendiendo individualmente la luz y uniendo los cables del cerebro y el corazón de los humanos colectivamente según vayan recuperando su poder interno, eso es la plenitud de la libertad, de la igualdad, de la fraternidad y de los DDHH, el único empoderamiento posible y real. No será una revolución como las viejas, de las que quitan una tiranía para colocar otra en su lugar, sino de las que ya hacen innecesarias las tiranías hegemónicas y las comidas de tarro, un cambio de los que encienden la central lumínica del conocimiento autoconsciente y de su inseparable pareja, el amor. Suena muy filosófico y muy místico en el mundo de los tópicos, pero está al alcance de todo el que lo quiera conseguir. Sólo basta quererse más a uno mismo y tanto como a los otros, ahora se trata de otro paso evolutivo muy valiente y generoso: primero nosotros y luego yo; no desde el ego del niño caprichoso y del padre sabihondo, controlata y manipulador, sino desde la empatía sana del adulto y por ese afecto profundo, desconectar del ruido mediático y permitir que la conciencia y el alma despierten de ese sueño aterrador que nos están vendiendo como la única razón del mundo. Ese es sólo el comienzo. Luego va llegando y se va descubriendo el material de construcción, las nuevas funciones necesarias, se irá inventando y construyendo otra historia que no volverá jamás a ser la repetición de las mismas desgracias de siempre.
Seguramente no se podrán evitar algunos malos tragos en el paso de una era a otra, porque la evolución no es uniforme y hay muchos niveles de despertar y de reaccionar, pero nunca serán tantos, tan trágicos, tan horribles y con tanto desamparo y desolación como estamos soportando. Se arreglarán las cosas sobre la marcha, sin recetas prediseñadas, porque los retos no serán ni ya están siendo comparables con los del pasado y a partir de ese punto de no retorno en la bifurcación de la entropía a la eutropía, que anunciaba el Nobel Ilya Prigogine, la humanidad irá viendo y aprendiendo, por experiencia vivida y no contada, lo que se pierde y lo caro que se paga cuando solo se valora ganar, triunfar y vencer a cualquier precio, por encima de la dignidad del propio ser humano, de uno mismo, de la familia terrestre y de su hábitat, el planeta Tierra. La madre Naturaleza sin la que la vida no es posible. Sí hay esperanza, pero hay que construirla entre todas y todos los que la necesitan y la quieren. No serviría una esperanza prestada o diseñada por una élite de "grandes políticas" porque seguiría todo igual de mal que siempre. Esta vez el reto es tremendo y mucho más difícil de asimilar que nunca. Pero es vital dar el paso si se quiere sobrevivir al desastre y cambiar de verdad de paradigmas y tics desastrosos.
No sé por qué, me viene a la mente en este momento el episodio bíblico de la salida de Egipto del antiguo Israel y el paso aparentemente imposible del Mar Rojo. Sí, se puede. Y esto no lo ha inventado Obama ni Podemos, sino quienes se empeñan y consiguen cualquier cosa justa por difícil que parezca, porque son una piña y les une, además de la necesidad, el amor por el otro y el hambre y la sed de justicia. Como que unas hipotecas amenazantes se conviertan en alquiler con derecho a compra y con una cantidad pagable por quienes están en precario y haciendo que el banco no acumule casas invendibles y en vías de ser ruinosas.El bien común no es tan difícil como la destrucción y mucho más reconfortante.
Esa esperanza ya solo está en las manos de cada persona que esté dispuesta a tomar conciencia y hacer de su vida una verdadera revolución mucho más profunda e intensa que las revoluciones de siempre. Una revolución que hay que construir entre todos, encendiendo individualmente la luz y uniendo los cables del cerebro y el corazón de los humanos colectivamente según vayan recuperando su poder interno, eso es la plenitud de la libertad, de la igualdad, de la fraternidad y de los DDHH, el único empoderamiento posible y real. No será una revolución como las viejas, de las que quitan una tiranía para colocar otra en su lugar, sino de las que ya hacen innecesarias las tiranías hegemónicas y las comidas de tarro, un cambio de los que encienden la central lumínica del conocimiento autoconsciente y de su inseparable pareja, el amor. Suena muy filosófico y muy místico en el mundo de los tópicos, pero está al alcance de todo el que lo quiera conseguir. Sólo basta quererse más a uno mismo y tanto como a los otros, ahora se trata de otro paso evolutivo muy valiente y generoso: primero nosotros y luego yo; no desde el ego del niño caprichoso y del padre sabihondo, controlata y manipulador, sino desde la empatía sana del adulto y por ese afecto profundo, desconectar del ruido mediático y permitir que la conciencia y el alma despierten de ese sueño aterrador que nos están vendiendo como la única razón del mundo. Ese es sólo el comienzo. Luego va llegando y se va descubriendo el material de construcción, las nuevas funciones necesarias, se irá inventando y construyendo otra historia que no volverá jamás a ser la repetición de las mismas desgracias de siempre.
Seguramente no se podrán evitar algunos malos tragos en el paso de una era a otra, porque la evolución no es uniforme y hay muchos niveles de despertar y de reaccionar, pero nunca serán tantos, tan trágicos, tan horribles y con tanto desamparo y desolación como estamos soportando. Se arreglarán las cosas sobre la marcha, sin recetas prediseñadas, porque los retos no serán ni ya están siendo comparables con los del pasado y a partir de ese punto de no retorno en la bifurcación de la entropía a la eutropía, que anunciaba el Nobel Ilya Prigogine, la humanidad irá viendo y aprendiendo, por experiencia vivida y no contada, lo que se pierde y lo caro que se paga cuando solo se valora ganar, triunfar y vencer a cualquier precio, por encima de la dignidad del propio ser humano, de uno mismo, de la familia terrestre y de su hábitat, el planeta Tierra. La madre Naturaleza sin la que la vida no es posible. Sí hay esperanza, pero hay que construirla entre todas y todos los que la necesitan y la quieren. No serviría una esperanza prestada o diseñada por una élite de "grandes políticas" porque seguiría todo igual de mal que siempre. Esta vez el reto es tremendo y mucho más difícil de asimilar que nunca. Pero es vital dar el paso si se quiere sobrevivir al desastre y cambiar de verdad de paradigmas y tics desastrosos.
No sé por qué, me viene a la mente en este momento el episodio bíblico de la salida de Egipto del antiguo Israel y el paso aparentemente imposible del Mar Rojo. Sí, se puede. Y esto no lo ha inventado Obama ni Podemos, sino quienes se empeñan y consiguen cualquier cosa justa por difícil que parezca, porque son una piña y les une, además de la necesidad, el amor por el otro y el hambre y la sed de justicia. Como que unas hipotecas amenazantes se conviertan en alquiler con derecho a compra y con una cantidad pagable por quienes están en precario y haciendo que el banco no acumule casas invendibles y en vías de ser ruinosas.El bien común no es tan difícil como la destrucción y mucho más reconfortante.
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