lunes, 21 de noviembre de 2016

El imperio de la mediocridad

El plagiador, el peor parásito de la Universidad

"Para el plagiado lo triste quizás es ver la impunidad con la que se lleva a cabo", escribe el catedrático al que plagió el rector de la Universidad Rey Juan Carlos. (eldiario.es)
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Cuando el partido más corrupto vuelve a gobernar como si no hubiera pasado nada. Cuando la política se degrada hasta el punto de permitir que los juegos estratégicos de los partidos para mantenerse en el poder se confundan con el bien común con toda naturalidad y sin que haya motivo de preocupación que destacar. Cuando el Parlamento se convierte en una pantomima y el senado en un refugio de corruptos. Cuando las instituciones son un stratego para colocar amiguetes dimitidos por ladrones, corruptos e incapaces, la Justicia es una mala réplica del Cluedo, nos "representa" un Juego de Tronos tal cual, y el Estado es una versión geopolítica del Monopoly, la falta de ética de un Rector de Universidad se convierte en  algo tan natural como la vida misma. Y nadie se escandaliza, oye. Ni siquiera los afectados, que sólo dicen algo si la cosa sale en la prensa, quién sabe si no será por venganza y hartazgo de alguna víctima, más que por sentido de la ética en sí. Esa ética que en España es una marciana, como los platillos volantes que algunos raros personajes en Cuarto Milenio afirman haber visto alguna vez, de madrugada y volviendo de una juerga de aquí te espero.

En un país dentro de los parámetros mínimos de la lucidez y de la decencia, ese rector no habría pasado 24 horas más en sus funciones oficiales. Si no hubiera dimitido por propia decisión en el momento en que se hizo pública su corrupción, le habrían destituido inmediatamente. Pero en España ya ha costado mucho tiempo y tortazos a lo bestia, descubrir que mantenerse en el poder a base de robar, enchufar, manipular, prevaricar y mentir, no es lo propio de los gobernantes, sino corrupción política de delincuentes, que además nos deja en el chasis como país y como ciudadanía.

Lo de la Universidad es otro cantar, al parecer importa menos, peccata minuta, total ¿a quién perjudica que un rector copie a los alumnos o a los compañeros, verdad? Tampoco hay que ser tan chinches...que es que aquí todo se exagera una barbaridad. Por ejemplo, Almodóvar copió una novela que le enviaron por si quería comprar los derechos de autor y convertirla en película, y no sólo no compró los derechos, es que convirtió en película su propia fechoría pirateando la novela, como muestra de que el genio Monipodio fashion de este bendito corralón de picaresca se lleva la palma y bate todos los records con todas las medallas en el podio de la mediocridad. Pero cuando se ha descubierto que el genio de Calzada se ha puesto las botas evadiendo pasta, ahí ya no ha habido tutía. No se lo  han perdonado, a pesar de que el autor del enjuague ha pedido perdón, tal vez la peña no traga pensando en que las pedidas de perdón no quitan lo bailao. La paciencia de la mediocridad también tiene sus límites y cuando se cabrea, lo hace muy en serio. Pero sin aprender. Liga el hecho a la persona determinada o a la profesión o a la casta del interfecto pillado con las manos en la masa. Pero sigue sin verse a sí misma en el espejo. Y cuando menos se lo espera le salta a la yugular otro brote indecente con otros protagonistas, que en apariencia nada tienen que ver con los episodios anteriores. Sin embargo son todos galletas de las misma harina mediocre y casposa. Igualito que en los USA. Idéntica sintomatología trumpista en millones de mediocres hechos una piña.

Cada lugar es grande en su especialidad. España lo es en la caspa. En el difícil arte de mediocrear mejor que nadie. El mediocreador es ese elemento que emplea sus mejores talentos en chupar del bote ajeno. Los otros crean, mientras él media, trapichea, negocia, invierte y se lucra. Felipe González y Aznar son perfectos ejemplos del paradigma. La inteligencia produce, pero el mediador-intermediario-recalificador-gestor manilargo, que nunca se pone límites- reproduce y vende como propio todo lo que pilla y supera sus recursos emprendedores, multiplica lo pillado y se lo lleva crudo. Y no sólo se lleva crudo el beneficio de la pasta, también se lleva los oropeles, las glorias y los glamures, los titulares y las fanfarrias. También se lleva encima y por dentro, toda la caspa que produce su esplendor en el palo del gallinero, con el resultado de que el propio gallinero amplía sus fronteras y se va haciendo enorme, tanto que hasta el patito feo del cuento transmuta sus genes originales y se convierte en gallina ponedora y de buen ver, encantada de acabar en consomé y croquetas. 

El genio español no inventa nada. Los que son capaces de inventar algo  tienen que irse cuanto antes si quieren inventar en serio. Si se quedan por estos andurriales, acabarán siendo máquinas de producir mediocres forrados y sus ideas originales, que traducidas e interpretadas por los campeones de la mediocridad no serán jamás reconocibles, porque se quedarán en folclore y anécdota estupidizante. Un gran relato pasado por la caspa puede acabar inspirando el Secreto de Puente Viejo o una copla de la Pantoja o una peli de Almodóvar. Un artículo de 'investigación corta y pega'.O un gobierno de gran coalición entre los cuatro jinetes del  apocalipsis. Todo queda igualado por el mismo rasero M&M. El de Madame Mediocridad.

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