Mejor no haber matado canallas y haberlos reeducado para rehabilitarlos como seres humanos; eran tiempos de crueldad natural y de mucho miedo a todo, donde las ideas valían más que la vida de las criaturas y la política, pensada en teoría para el servicio del bien común, valía más que las personas. No se puede juzgar a las personas desde la distancia y desde otra mentalidad distinta de la de hace sesenta años. Pero sí se puede desear y trabajar para que el mundo no necesite nunca más dictadores, aunque sean muy buenos e idealistas. Todo dictador creer que lo es a su manera mientras confunde su ego sin límites con el mapa geopolítico y económico de su país. No necesitamos dictadores ni salvadores, sino una inteligencia colectiva ética y sana que nunca más los haga necesarios. Por cierto, el neoliberalismo, su tecnología sin alma llena de lucro y su política adjunta, son una dictadura mucho peor y más destructiva que la de Cuba.
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