domingo, 10 de abril de 2016

Sinceridad política


  
Los valores son la guía y la respuesta más honrada en épocas de confusión. Las sobreactuaciones, las tácticas y las estrategias son inevitables cuando se pone en marcha una representación. Pero el espectáculo siempre adquiere un sentido último si llega la hora de la verdad. La sinceridad del pensamiento necesita encarnarse en las palabras que no quieren mentir. La sinceridad de la política se encarna en los actos que quieren representar unos valores. Buscar la perfección está de más. Se trata de buscar la máxima cercanía posible con aquello que uno quiere ser.

La hora de la verdad empieza en épocas de confusión con esas divinas palabras que Valle-Inclán utilizó para cerrar y titular una de sus obras maestras: “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. El sacristán Pedro Gailo las pronunció en latín, porque Valle creía en el poder mágico de las palabras. Yo prefiero escribirlas en español, aunque me consta que en este debate político hay mucha gente que sabe latín. Pero es que ha llegado el momento de la verdad… y las argucias son ahora frivolidades.

¿Quién está libre de culpa? No es extraño que se hayan cometido muchos errores en un tiempo confuso, precipitado, difícil, en el que la degradación de la economía y la democracia española han abierto la posibilidad de un cambio de sistema en España. El bipartidismo consolidó durante años muchas perspectivas que afectan a la política, la economía, la justicia, los medios de comunicación, las organizaciones sociales y las instituciones. Romper esta dinámica o intentar perpetuarla crea situaciones de desorientación y a veces de desmesura. Todos, además, llegamos con tres heridas (la del amor, la de la muerte, la de la vida) y todos nos sentimos con derecho a odiar y a amar. ¿Cómo no van a cometerse errores? ¿Quién tira la primera piedra?

Llegados a la hora de la verdad, dejando a un lado sobreactuaciones y errores, queda una realidad: una decisión de Pedro Sánchez y el PSOE. O se atreve a liderar una transformación de la democracia española, o decide acomodarse al sistema establecido por las élites económicas y mediáticas. Podemos soportar todavía multitud de interpretaciones, análisis, ocurrencias, comentarios, exégesis, tonos de voz, juegos de manos, glosas, lecturas y paseos entre las candilejas y el proscenio, pero la cuestión última es que el PSOE tiene que decidir entre favorecer un gobierno de izquierdas o dejar que haya nuevas elecciones, es decir, procurar que fracase la ilusión de un tiempo bueno. Es su poder y su responsabilidad.

¡Es que Podemos…! Lo sé. ¡Es que los nacionalistas…! Lo sé. ¡Es que Europa, el déficit y las dificultades…! Lo sé. También sé lo de Felipe, Aznar, Rajoy y hasta lo de Primo de Rivera. Lo sé todo. Me sé ya todos los cuentos y todas las verdades a medias. Pero ahora se trata de que nada cambie o de que las cosas empiecen a cambiar. Y para esto hace falta un gobierno a la izquierda con dos requisitos que son posibles:

1) Un acuerdo PSOE, Podemos, Compromís e IU

2) Que algunos partidos nacionalistas permitan con su abstención un gobierno de progreso no capacitado para tomar decisiones inmediatas sobre la organización territorial, pero sí dispuesto a abrir el marco de diálogo y respeto que nos saque de una situación llena de ofensas, desprecios y afirmaciones o negaciones irracionales.

El pacto en la izquierda no es una sopa de letras. Significa en todo caso tomarse en serio una democracia parlamentaria en la que no se podrá gobernar por decreto y soberbia, sino a través de debates y acuerdos para conformar sucesivas mayorías. No vendrá nada mal este cambio de hábitos en una política oficial que se ha distanciado con frecuencia de la realidad de la ciudadanía.

Esto es lo que hay. Quienes miran el futuro con inquietud, deberían volver por un momento los ojos hacia el pasado inmediato, detenerse en la degradación laboral, la justicia partidista, la corrupción, la pobreza, la violación de los derechos humanos, los privilegios fiscales, el desmantelamiento de los servicios públicos y la realidad de un país condenado a que los hijos vivan peor que sus padres y sus madres. Cáritas acaba de publicar un estudio que afirma: “La pobreza se hereda”. Eso significa que esta España de ayer y hoy ha liquidado la movilidad social, la raíz última de cualquier democracia. La ilusión de labrarse un porvenir ha sido cancelada por un regreso al clasismo.

¿De verdad da más miedo la España de mañana? En esta coyuntura, la irrupción de nuevos factores políticos ha puesto la suerte del futuro en manos de una discusión interna de los dirigentes del PSOE. Esperemos su decisión hasta el último minuto. 

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Gracias, Luis. Suscribo y comparto, una por una, todas las reflexiones que haces en este artículo. Sintetizas con precisión el momento y las urgencias. Ojalá aún no esté todo perdido. Ojalá no haga falta esa repetición electoral. Ojalá.

Ah, casi se me olvida puntualizar que hay quienes usan en sus escritos el latín- y ¡hasta el griego!, qué pedantes, ¿verdad?- en goteo, como un riego en la huerta o en el jardín,  para estimular el interés por las linguae matres que dieron lugar a nuestras  lenguas ibéricas y así animar a la posible búsqueda de significados y al contacto con el trabajo de la curiosidad que es el principio del conocimiento. Tengo amigas y amigos lectoras y lectores que se dedican a la limpieza o a trabajos en el campo o en el taller y que no les dejan demasiado tiempo libre para ir a clase y estudiar, para descubrir de donde proceden las palabras que manejan y sus significados originales, pero cuando leen alguna frase latina por ahí son capaces de 'perder' un poco de ese tiempo en buscar la traducción en Google  y la información complementaria en la Wikipedia o en algún diccionario que a veces tienen por casa en alguna estantería y hay hasta quien aprovecha un hueco y va a la biblioteca pública a seguir descubriendo cosas, porque le ha picado la curiosidad con ese latín y ese griego que les sale al encuentro inesperadamente y acaban descubriendo lo infiltradas que están por todas partes esas dos lenguas madres de tantas otras. Y con ello el valor intemporal que, desde que el hombre aprendió a hablar, leer y escribir,  tiene la palabra como envase material del logos. 

Para quienes desde pequeños han leído, escrito y hasta publicado, es tan natural no tener en cuenta las leguas madres, como para los ricos de Occidente lo es abrir un grifo y que fluya el agua corriente o darle al interruptor y que haya luz. Pero hay quienes no pudieron ir a la escuela y a los 10 u 11 años ya salieron del aula para no volver, porque había que ayudar en casa a sobrevivir. Niñas que eran enviadas a servir a las capitales o al taller de costura, o a la recogida de cosechas de temporada y que llegaron analfabetas a la edad adulta. Niñas que mi madre, maestra rural en los años 50 y los 60, alfabetizaba a duras penas, porque las niñas de entonces dependían del trabajo en familia para cuidar hermanitos o ir a la recogida de aceituna, de la fruta del tiempo, o a espigar, a recoger garbanzos o achicorias y eso las privaba de una escolarización asidua. Niños, en la misma situación, que iban de aprendices al campo o al taller o de recaderos. Y ahora andan entre los cuarenta y muchos en adelante. Ellas y ellos se merecen llegar también a descubrir lo que los más afortunados descubrimos desde chicos. Fue un pacto conmigo misma que desde siempre he mantenido: no olvidarles nunca y pensar en ellos y en ellas cuando me comprometo social y políticamente. Justo, por haber tenido que apechugar durante el bachiller y hasta en la universidad, con aquel libro verde de la de-formación del espíritu nacional, que resumía a Primo de Rivera (también Rivera otra vez por aquí, solo que ahora los primos somos nosotros, no hay casualidades), pasado por los estribores del  Azor y los fajines almidonados de una tiesura cuartelera. Y las medallas. Y los palios. Casi ná. España entera era La Casa de Bernarda Alba y el chiringuito de La Zapatera Prodigiosa.  Federico caló y sacó a la luz  como nadie la "esencia" más cutre de lo español. Tú, poeta, debías ser un bebé por aquellos tiempos nada revueltos, sino más bien reprimidos en la redoma de una especie de caos calmo inducido y acojonado, como en la peli de Nanni Moretti. Dicen que el diablo sabe más por viejo que por diablo.

 Cuando escribo en este blog,  tengo la inclinación a pensar en ellos, en los niños y niñas que compartían mi infancia desde el otro lado de aquella inhumana frontera cultural y social. Y en memoria de seres tan queridos como mi tata Leo, mi niñera Manolita y de Aurelia el alma de la cocina y de Adelaida la lavandera de mi infancia,  y de Carmen y Antonia, que ya adulta, y durante años, han sido mis manos y mis pies cuando mi vida se llenó de niños y de trabajo a lo bestia, y, por supuesto, de mi amiga María Dolores, Lolín, para lo entrañable, que es como esa hermana pequeña que no he tenido. Una señora que dignifica el oficio de la limpieza y de cualquier cosa que toca, y que realiza con una elegancia increíble. Lo mismo que Julianín el niño que nos traía la fruta y la verdura en un carrito de mano, como Vicentico  el que por las mañanas llevaba la cesta de aquellos "guñuelos calientes, calientitos" por la calle Mayor de aquel rincón del Valle de Alcudia, o Blas, el chaval que traía al hombro las barras de hielo para la nevera, y tantos niños y niñas que nunca fueron a la escuela ni han podido leer a duras penas. Y también por los que de mayores, aún con una vida difícil y quitando tiempo a su descanso, han hecho el esfuerzo de aprender, de alfabetizarse y aficionarse a la lectura. Como están haciendo ahora mismo los inmigrantes y refugiados que están aprendiendo el castellano, el catalán, el gallego y el euskera. Por ellas y por ellos va todo lo que hay escrito en este blog y en mis poemarios, publicados e inéditos. También ellos tienen derecho a y se merecen, si así lo desean, una buena amistad con el latín y el griego, que no pueden ni deben quedarse en las vitrinas intocables y apolilladas del elitismo más rancio y habitual.

El hábito sin conciencia sí que hace al monje de la santa rutina psicoemocional, que debería hacer streeptease por simple higiene y limpieza de trastos, para liberarse del santo muermo aposentador y de fijaciones clasificadoras en bloque. Y dejarse empapar por la frescura de lo desconocido, de lo sorprendente, en vez de tratar de atraparlo y clasificarlo en sus esquemas ortopédicos, en el fondo, hegemónicos. Los hábitos y los monjes habituados necesitan con urgencia un toque femenino, un toque yinn liberador, pero desde dentro. Un cambio. Un saneamiento. Una ventilación que no sea asistida, sino autónoma. Para no terminar como el papa Bergoglio, que solo modifica gestos y pegatinas, mientras el mogollón de las profundidades  sigue siendo el del Sacro Imperio y el feudalismo.
Con mujeres al mismo nivel de los hombres, a esa iglesia, como a este mundo, no la reconocería como cosa suya ni un solo carcamal; pero sí sería reconocible la nueva comunidad social para Jesús y los primeros de a bordo. También para Marx, Gandhi, Mandela y los que buscan la justicia. Y para los limpios de corazón.  Bueno, quién sabe, a lo mejor hasta podemos llegar a ver algo. Ojalá.

Las lenguas son como herramienta un don del espíritu, un milagro de  la inteligencia humana para todos y todas y una riqueza que forma parte básica de la vida.
¿Pero qué te voy a decir, poeta, a estas alturas, que tú no sepas, siendo un alma buena y sabia - y que como muy bien dices en tu artículo de hoy, lo sabe todo ?
Un abrazo fraterno y buen domingo de abril, amigo Luis!

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