sábado, 23 de abril de 2016

Tratamiento UCI


   
         EN EL PRINCIPIO 


Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.


autógrafo

Blas de Otero


                    




Contra los pelotazos de goma que dejan tuerto al personal y machacan refugiados, lo mejor es regalar libros a los agresores para curarles la ceguera de la sinrazón y el vacío de sentimientos humanos. Donde hay libros  e inteligencia que los lee y los comprende, ya no hay lugar para pistolas.

Para poder comprender e integrar con éxito la lectura de los libros también hace falta disponer de la luz necesaria que permita leer de verdad, integrar, asimilar, desarrollar el discernimiento y la luz-idez; hacen falta flexos humanos, alguien al lado que nos haga fijarnos en los significados, en los matices, en la resonancia de la palabra en el alma y no solo en la mente; es necesaria la compañía de unos buenos maestros despiertos que además nos iluminen con su ejemplo, con su forma de vivir y sus valores admirables. Tuve la suerte de encontrar esa claridad generosa en medio de un país en tinieblas, en blanco y negro, como fue la España de mi infancia y adolescencia. Fue una gran fortuna que nunca agradeceré lo suficiente al universo cuántico. A lo que llaman 'providencia' o 'casualidad' oportunísima. Fuera lo que fuese, gracias por por todas y todos los maestros y maestras que con tanto amor y dedicación me ofrecieron las primeras herramientas para aprender a ser.

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