lunes, 18 de abril de 2016

La voz de Iñaki


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Una política en estado brumoso

EL PAÍS 

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Debe ser muy interesante en estos momentos ir a EEUU y comprobar in situ desde el epicentro del problema, la realidad del Planeta vista desde allí y, comprobar al mismo tiempo el estado de la política en el núcleo del imperio Mordor. Y ver de primera mano que en el corazón del poder mundial está presente la misma niebla y el mismo caos, el mismo despiste,que en el resto del mundo, sólo que, todavía, con muchísimos recursos y peligrosísimas herramientas de destrucción masiva, tanto en armamento de vanguardia, en tecnología controladora, en estrategias de devastación,  como en economía salvajemente destroyer. Estamos presenciando, una vez más, el canto del cisne imperial, tal y como lo hemos ido experimentando a lo largo de la historia. Sólo que esta vez -según la leyenda, podría ser la segunda, si se comprobase científicamente que fue verdad el final tecnológico de la Atlántida- el imperio no es parcial, sino planetario y su toxicidad ha contaminado el orbe terrestre sin misericordia ni inteligencia real. 
Es evidente que un estado de descomposición orgánica global del cuerpo político que hemos conocido hasta ahora, quiere decir que ese cuerpo se ha muerto lentamente, y que nadie, o casi nadie, detectó a tiempo su grave enfermedad y ahora tampoco es que se acabe de aceptar su escandalosa putrefacción, tal vez, a la espera ilusoria -que es un rasgo de la desesperación oculta- de que resucite de improviso, para comprobar aliviados que sólo era una crisis más. 
A quienes detectaron la gravedad generalizada del enfermo se les ha silenciado, perseguido, ridiculizado o, simplemente, eliminado, si  estaban al cargo de puestos relevantes e intentaban un cambio a mejor. Llevamos demasiado tiempo 'conmuriendo' con un cadáver gigantesco y hay que admitirlo ya. Esta necrofilia nebulosa, que se niega a aceptar la evidencia es fatal. Desde luego, está cada vez más claro en medio de la niebla, que no se puede ni se podrá recuperar  lo que hubo, porque sería nefasto un replay de los mismo, y no sirve de nada asumir la invidencia como normalidad (¿cómo no evocar en estos momentos el profético Ensayo sobre la ceguera de José Saramago y el subsiguiente Ensayo sobre la lucidez?). Porque esta niebla no es meteorológica, no es un fenómeno  incontrolable y ajeno a nosotros, inventado por los USA, sino un trastorno ético generalizado y convertido en leyes, en decretos, en políticas, en negocios, y hasta en ¡desarrollo! en ciencia, en cultura, en arte, en ideología, en religión. Y en cambio climático de origen, digamos que, humano, aunque de humano tenga poquísimo. Los USA lo iniciaron y publicitaron, pero el resto del mundo lo acogió encantado y sin reparos que señalar. El exceso del poder y del dinero a mansalva, se ha convertido en una jornada mundial, diaria, de puertas abiertas para el disparate y de puertas cerradas para la justicia y la decencia. Un marasmo onírico, donde la realidad es trasmutada en irrelevante y "los sueños" en realidad fugaz e inalcanzable, que motiva y despierta lo peor que tenemos: la avaricia, la violencia, la envidia, el abuso y el miedo. La extinción de la conciencia que es lo único que puede rescatarnos de este Titánic universal.

Nada cambiará si no nos quitamos la venda de los ojos, ya mismo, y seguimos sin  reconocer con honestidad y adultez la que hemos liado para haber llegado hasta aquí en semejante desbarajuste, decrepitud, banalidad, estupidez erudita, documentadísima y locura terminal. Y sobre todo, una vez asumido lo que hay, por parte de todos y todas los y las fans de este statu quo, empezar por parar las guerras y desarmar los miedos en vez de agrandarlos y mejorarlos constantemente, continuar por dar a los seres humanos y a sus derechos inalienables la importancia que tienen. Empezar por salir de la caverna ancestral en la que, como dice Platón, solo se ven sombras, pero no se sabe qué son, qué las produce y ni siquiera que sea posible fuera de ella otra forma mucho más luminosa y feliz, de conocer, percibir y conformar otras realidades que están por descubrir, por crear y poner en marcha. 
Nada cambiará si esa sensatez se interpreta como "romanticismo", como cuento buenista y no como programa político y social. Si no curamos las células del tejido social, lo infinitamente pequeño, lo básico, es imposible que el cuerpo, lo grande, lo más visible, esté sano, y en condiciones de gobernar y gestionar algo con lucidez. 
Precisamente los grandes imperios de la historia, se han ido siempre a pique tan trágicamente, por la misma razón: solo valoraron puntualmente y a cortísimo plazo, lo estrepitoso de sus logros, de su expansión y de sus poderes, mientras agotaban y liquidaban la base de su esplendor: a los seres humanos, sus células, realmente las sostenedoras de la vida. En esa visión mecánica, sólo se contemplan como piezas que se desgastan y se reponen, como leña que mantiene la hoguera, como la basura que estercola la tierra que les hace millonarios y ridículamente, omnipotentes, porque, en su ignorancia y su soberbia, no se paran a considerar el propio mecanismo y el orden biológico y energético, mental y emocional, que les mantiene en pie. 

Para reparar este estado, lo primero debería ser, aceptar la muerte de lo que ya no está vivo, admitir que la putrefacción del cadáver global está siendo el problema más grave, e incinerarlo; enterrarlo sería menos seguro. Sus miasmas podrían rebrotar una vez más.  Mejor que solo sean cenizas los restos de este disparate universal. ¿Cómo hacerlo? Lo primero, reconociendo, sin vanidad, ni orgullo ni prejuicios, lo que hay. Lo segundo, parcelando y detectando la relación que existe entre los problemas materiales y la voluntad y la disposición con que se afrontan. Lo tercero, sustituir con inteligencia, co-escucha y respeto, pero con determinación, los grandes estados de poder y control interesado y teledirigido, incentivando y potenciando núcleos cívicos asociados por sectores. Recuperar la tribu como sistema de convivencia, no de pertenencia discriminativa, con otras connotaciones más evoluionadas, culturales y sociológicas, abiertas y fluidas, tanto en políticas  como en  economía. El municipalismo, lo comarcal (La Comarca, que diría Tolkien). 

Cuando al globalizar se olvida lo parcial, impulsados por la obsesión  fagocitadora de los imperios, llega un momento en que la vida se hace insostenible, sacrificada a los mecanismos de una grandiosidad ávida e insaciable, llena de "razones"  irracionales que acaban con todo. Y entonces, Iñaki, por mucho papa que recoja una docena de refugiados, como quien pesca en la playa, solo nos queda la niebla difuminando en el paisaje los bordes del abismo, mientras vamos paseando a la espera de que a alguien de la jet política se le ocurra algo ingenioso para distraernos aún más.  
Si el cuerpo imperial ha perdido la memoria de sí mismo y ha olvidado a las células, son ellas las que tendrán que devolverle la memoria y recordarle que de ellas obtiene toda la fuerza que malgasta para construir esos monstruos deformes que al final, se lo comen.

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