sábado, 30 de abril de 2016

El efecto mordaza


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                                   Lo que faltaba: la pren$a cen$urando
                                   y envenenando a la pren$a.Pp fa$hion.
                                   Kafkiano total. Adió$ Cebrián.
                                   Que te compre y te lea Rita.
                                   $eguro que ella, tan empática y colega
                                   comprende tu ca$o divinamente.




Siguen las réplicas del seísmo Cebrián. Pasar de haber sido un promotor de la libertad de expresión a convertirse en represor de esa misma libertad no es moco de pavo. Estas conmociones sociales, además del trauma moral que provocan, también son una oportunidad importante para la reflexión y para el análisis de nuestra conciencia colectiva y personal.

El suceso, además de conmover los cimientos de la ética y del civismo, así en primer plano,  también ha provocado a lo largo y ancho de la prensa nacional, nacionalísima, como efecto secundario, un revoltijo de basuras, de rencores añejos y malas babas con retranca, que ponen de manifiesto las miras tan cortas que tienen nuestras miserias, nuestras envidias y nuestros narcisismos egópatas. No hay una prueba del algodón de la conciencia más efectiva que un mal trato al prójimo, para que podamos comprobar qué se esconde dentro de nosotros: equidad, ética, empatía, comprensión, sentido de la justicia o rencores inéditos, bajeza moral, colegueo en lo más infame, alegría por el daño ajeno, que, como la tristeza por el bien del prójimo al que se considera más rival que compañero, se llama envidia. Inmundicias, al fin y al cabo. Hacer leña del árbol caído es uno de los deportes  en que España podría batir el record en cualquier olimpiada, si esa especialidad cotizase como deporte de élite. Y es lo que está pasando en parte de los medios de comunicación; el atropello de Cebrián contra eldiario.es, El Confidencial y la Sexta, personalizado en Ignacio Escolar, ha sacado a la luz un montón de porquería que se camuflaba agazapada en el silencio esperando el momento oportuno para soltar la melena de la miseria.

Cierto periodismo se está despachando en plan vendetta contra el cesado tertuliano de la SER. No han tardado ni un minuto en desempolvar un comentario de Ignacio Escolar, hace tiempo, con motivo del despido de otro periodista de la SER, Carlos Carnicero, en un momento de cambio de dirección y de renovación de plantillas periodísticas. Según cuentan, Carnicero, que no fue el único despedido sino uno más, se apropió del problema como si fuese la única víctima de una injusticia horrible, e Ignacio Escolar comentó esa actitud como poco lógica, ya que al parecer la  causa del despido no era una persecución contra Carnicero ni privarle de libertad de expresión ni vengarse de él por ser decente, sino un ajuste de plantilla para una nueva estructura de la programación, en la que el estilo y el enfoque requerían renovar también los criterios y los talantes, como sucedió con José María García o posiblemente con Iñaki Gabilondo, que también dejó su exitoso y siempre brillante Hoy por hoy y se dedicó a otras cosas, sin que se hundiese el mundo ni a llorar por los rincones, simplemente asumiendo que es mucho mejor saber desapegarse a tiempo de los rollos de siempre, que acabar siendo una entrañable momia apegada a la costumbre; mucho mejor es tener la libertad de expresión en la propia vida de uno, para poder tenerla en lo demás. Claro, que no todo el mundo es igual de lúcido. 
Bien, pues ahora, aquel comentario de Escolar, que para nada era acusador, sino meramente un análisis lógico del caso, aunque, naturalmente, eso del "victimismo" le pudiese escocer en su momento  a Carnicero, se ha convertido en un ensañado boomerang contra el director de eldiario.es. A pesar de que las circunstancias de ambos casos no tienen nada que ver entre sí. No es lo mismo una renovación de criterios y estructuras que requieren un nuevo aire y talante para otro estilo de programación, aunque eso suponga tener que decir adiós, a profesionales muy queridos y respetados, y se supone que con un trato justo en las indemnizaciones y finiquitos, que dar la patada, sin ningún motivo profesional, a un colaborador habitual y prohibir la presencia de periodistas de la SER en cualquiera de los medios considerados como enemigos por el máximo gerifalte  de la empresa, descubierto y puesto en evidencia por  sus enjuagues personales y trapicheos propios. 

Es una pena que un sector de nuestra prensa se mueva en tan bajos andurriales y ponga por delante sus orgullos heridos, sus frustraciones personales, su cicatero sentido de la justicia, su colegueo con la mediocridad ética, su rabia de taberna o de redacción, que a veces, parece que se confunden con facilidad. 

No, queridos periodistas del boomerang, no es eso. Ni es por ahí. El periodismo, ante todo, debería tener muy presente el código ético que se basa en distinguir la verdad de los hechos, de los humores con que los podamos interpretar. Y el hecho es que un director de emisoras y de redacciones informativas, no es ni debe ser jamás, un dios omnipotente, ni un dictador, ni un tirano que hace girar el mundo de la empresa sobre el eje de sí mismo, sino sobre el eje de la verdad y de la información veraz, sin más interés que mejorar la vida de la ciudadanía que le compra la información. Como el deber de un médico o de un maestro, no es convertirse en el amo del hospital o de la escuela, sino que los enfermos sean atendidos y curados y los niños se eduquen y aprendan lo necesario para ser personas de bien. 

Cebrián no debería estar ahí para forrarse y ser solo el guardián cancerbero  del negocio (suyo, sobre todo, según demuestra), sino para que, justamente, la libertad de expresión nunca se amordace, ni siquiera aunque se trate de él, y si fuese tan demócrata como siempre presumió y aún presume, no habría que recordarle que es un trabajador más, aunque se haya blindado en poder y pasta hasta perder el oremus y no distinguir entre la noche y el día, entre tentaciones que si no hay fuste sólido interior, acaban por dejarnos, como seres humanos decentes, a la altura del betún, haciendo olvidar la propia fragilidad y que  se es un periodista mondo y lirondo; un tipo que, como todos, nació, creció, trabajó, envejece y morirá, igualito que el más pobre y olvidado de la especie. Uno más. Sin más. Esa realidad debería bajarnos los humos a todos los seres humanos capaces de pensar un poco en la mera evidencia, antes de subirse a la parra y darse el gran bofetón. Que en todas partes pueden cocerse las mismas habas si no somos capaces de cambiar el menú. 

Es verdad que ahora, en un mundo tan imprevisible, convulso, inestable y enloquecido, la profesión de periodista, además de ser de riesgo máximo,  es una de las más exigentes en materia ética y por eso no todos/as los/as que sienten la vocación de investigar y contar la actualidad están capacitadas/os para ejercer un oficio tan peligroso. No basta con dominar el lenguaje, ni con tener mucha creatividad o agilidad mental e ingenio. Además de todo eso, un periodista de verdad, debe ser antes que nada honesto. Sin complejos ni excusas. Lo demás se aprende con la práctica. La honestidad se vive. Se respira y se emana. Y viene siempre de la mano de la conciencia.

Habría que mirar más que a los grandes magnates de la prensa, como Berlusconi, Murdoch o W.R. Hearts, aquel Citizen Kane, de Orson Welles, a periodistas pedagogos como Indro Montanelli, Italo Calvino, Gianni Rodari o Alcide De Gasperi, el periodista que perseguido a muerte por Mussolini, rechazado por miedo en todas las redacciones de prensa italiana de la época, se vio en la calle y en la cárcel por mantener en alto la libertad de expresión y con los años y la libertad, ya terminada la II Guerra Mundial, pudo levantar a su país como presidente del primer gobierno libre y multipartidista en consenso. Y además fue un de los pilares imprescindibles en la reconstrucción de una Europa más sana y de espíritu federal, que luego derivó en la UE. (No sé qué pensaría ahora De Gasperi acerca de lo que ha derivado aquel esfuerzo titánico, aunque no cuesta nada imaginarlo).
Disculpad que solo cite italianos como ejemplo, pero es que en España no he encontrado casos tan claros e Italia me parece un buen referente por la similitud de la cultura, de la religión, el origen de la lengua y la historia compartida. O sea, que si en Italia se pudo y se puede, estando en tesituras tan parecidas y padecidas, aquí ya no hay excusa que valga.

A pesar de todo, no hay que mirar solo no bloquearse en los resultados parciales de cualquier esfuerzo para bien, que parece malograrse con el tiempo, las presiones y el desgaste, sino el camino que se abre como paradigma y referente para la conciencia humana, cada vez que alguien trabaja en serio desde y por la dignidad, los derechos y las libertades y pasa de ceder al miedo y a la comodidad. Como escribe A. Machado: " Caminante, no hay camino, se hace camino al andar, al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar..." Y es cierto. Hay que reconocer el camino equivocado para no repetirlo de nuevo.

Si ya tenemos un gobierno que funciona desde la mordaza convertida en ley, ¿cómo es posible que un periodista que se pone laureles de defensor de la libertad de expresión también use la mordaza para que no se sepa nada de sus chanchullos que, además, son ya del dominio público mediante los papeles de Panamá y se vengue de los profesionales que lo son de verdad? Es como intentar poner puertas en la playa para que el agua no entre o intentar guardar el viento o los rayos del sol en una maleta.

Pero lo más importante es que no les hagamos el juego a los amordazadores, usando el baúl de los recuerdos manipulados para desviar la atención sobre lo esencial, tirando el confeti de las insignificancias inconsistentes que despistan y distorsionan, en su carencia de objetividad haciendo el juego  al señor de las moscas. No deberíamos permitir que las miserias de algo que ya no tiene arreglo desactiven la fuerza de la verdad cuando es más necesaria que nunca su coherencia.
La prensa libre no puede acabar de un modo tan rastrero, siendo una triste escopeta de perdigones en manos de un caciquismo, que perdió hace tiempo el tren de la honestidad, y que al parecer tiene como lema "amordaza, que algo queda".

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                                       Ya tuvimos bastante dosis. Basta.
                                       Se empieza callando periodistas
                                       y se acaba construyendo un Valle de los
                                       caídos por Dios y por España.
                                       Los que vivimos entonces
                                       no queremos más de lo mismo.
                                    Cebrián dimisión por represión.

  P.D.
Ostras! Ahora que caigo, recuerdo que el máximo brahman de Prisa, Cebrián, es, para colmo, miembro de la R.A.E. desde hace la tira de años. Además de Vargas Llosa y de Azúa, que sepamos y, en este plan, a saber lo que puede haber y no sabemos. La selección de académicos de esa santa casa, cada vez más selectos, está que arde. En fin. Eso confirma que solo el criterio menestral del manejo del lenguaje no significa gran cosa, se puede ser un crack jugando al scrable académico y ser a la vez un elemento de cuidado y hacer del mismo arte escribidor una ballesta contra la dignidad y los derechos de la humanidad sufriente y pagante.

Teniendo en cuenta que esa institución se mantiene con dinero público la ciudadanía debería exigir que además de la habilidad con las letras, se exigiese la misma coordinación en la excelencia ética de los argumentarios morales y prácticos de  los aspirantes a próceres literarios. El problema está en encontrar un jurado con criterio ético además de gramatical, sintáctico, morfológico, literario y estilístico. A lo mejor es mucho pedir, pero sería genial y mucho más decente que, ya que pagamos con nuestros impuestos el funcionamiento de tan selecta institución, la RAE hiciese elecciones  públicas de sillón, quinquenales, por ejemplo, que podrían ser por internet, para no resultar gravosas al Estado.
Los académicos aspirantes propuestos por el jurado de la casa, deberían ser leídos y conocidos previamente por el electorado y hacer su campaña cultural, yendo por pueblos y barrios explicando su obra y sus porqués y respondiendo a las preguntas de los ciudadanos. Así los intelectuales creativos tendrían la  oportunidad de conocer a su público y viceversa, en directo y no como hasta ahora, tan cospedalianamente: en simulado y diferido.
La cultura para serlo de verdad y no solo de escaparate, estantería y museo, debería hacerse carne como el logos y habitar la vida, palparla, abrazarla, olerla y saborearla, reconocerse en ella,  en vez de mirarla y describirla, incluso fingirla y desfigurarla desde un teclado, desde la distancia y los filtros de clase social, religiosa o ideológica.
Eso daría pie a que aumentase la cultura popular, la necesidad de leer y comprender desde donde se escribe y se crea, y el interés por nuestra lengua y que se desarrollase una pedagogía analítica y selectiva muy necesaria en nuestra sociedad, que aunque sabe leer y escribir mecánicamente no acaba de alfabetizarse desde dentro, desde el alma y su conciencia; se queda masivamente en la cáscara sin llegar a comerse el fruto, no por falta de capacidad sino por carencia de orientación y de verdaderas oportunidades para crecer de verdad y no solo en remiendos para sobrevivir y/o fardar en plan bocazas sin fundamento ni verdadera educación. Sería un gran paso para salir de la cochambre cognitiva que padecemos y de la que también están afectados los talentos academizables como vamos viendo, desgraciadamente.

Nuestra sociedad o suciedad, -que ya no sabemos donde acaba y empieza el dominio de la "o" y de la "u"-, es como La Peste de Albert Camus, que, ciertamente, hubiese merecido unos cuantos sillones académicos, (en el caso de que no le hubiera dado un ataque de risa ante la propuesta, claro).  Sí, una peste tristemente  hereditaria de la que nadie se libra si no hay higiene y profilaxis social y política. Ains! 
                                             










Jordi Évole  @jordievole
 
Ahora es cuando todos los tertulianos o periodistas que somos entrevistados en @La_SER nos levantamos y nos vamos indignados de la cadena...



"...no hay verdadera bondad ni verdadero amor sin toda la clarividencia posible" 
Albert Camus (La Peste)


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