martes, 26 de abril de 2016

La voz de Iñaki


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Noticias del mundo (que sigue existiendo)

EL PAÍS 


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Vaya que sí. El mundo existe. Ya lo creo. Como un holograma inmenso que reproduce el modelo básico  y lo amplía, tal como se reproducen las ondas en el agua cuando se tira una piedra. Como las cajas chinas o las matrioshkas rusas. En la antigüedad ya se perfilaba su condición ambivalente: mundus maior- mundus minor en el nudo inevitable de lo total.  El mundo extenso y el mundo intenso. El mundo periférico y el mundo de la profundidad. El mundo de lo múltiple y el mundo de una pieza. Ahí nos movemos. Intentando comprender un equilibrio que nos supera y que con frecuencia no acabamos de percibir y se escapa. Pasamos nuestro tiempo eligiendo sin pensar, como combinar lo mejor posible la experiencia de percibir lo inmenso sin perder el tacto y la conciencia de lo próximo, para descubrirnos envueltos por lo que nos desborda y al mismo tiempo empapados por el fluido esencial de lo apenas perceptible e íntimo, e incluso por aquello que ni siquiera nosotros conocemos de nosotros mismos, eppur si muove en lo más hondo. Y en esas, pretendemos llegar más allá. El mundo y nosotros. 
¿Qué es el mundo para un agricultor, qué es el mundo para el médico o la enfermera rural que trabajan durante todo el año en diez pueblitos del Pirineo o de la Serranía de Cuenca, de esos que en invierno se quedan aislados y son el único vínculo externo de los ancianos y enfermos de la zona? ¿Qué será  el mundo para un ministro de Asuntos Exteriores, para el presidente de una gran empresa multinacional o para Christine Lagarde que controla el FMI? 
¿El mundo es nosotros o nosotros somos el mundo? ¿O el mundo es una entelequia, o un lugar común, pero distinto para cada ser humano, según sus circunstancias? ¿Acaso está desconectado o conectado todo lo que sucede y tarde o temprano comprendemos que el mundo es un tejido vivo donde todo está en contacto se quiera o no? 
Parece que últimamente el mundo se nos está quedando canijo para tantos afanes, con tanta especulación, tanta guerra santa y profana, descarada y de tapadillos y tanta cloaca. Será que por eso lo tenemos hasta en la sopa. La aldea global de Mcluhan en todo el esplendor de sus miserias globalizadas. Una chanfaina incomible. O como lo define José Luis Perales en una de sus canciones: este mundo loco que se va muriendo poco a poco, entre el poder y la mediocridad. A ver si se muere del todo y con lo que vaya  quedando disponible nos montamos algo más decente, más grato y hospitalario que esta jaula de orates histéricos, donde a los lúcidos sólo les queda refugiarse en Cervantes y en su Don Quijote. Una premonición metafórica del mundo actual, tan trastornado como el de hace cuatrocientos años pero con mucha más gente alienada, como prolongación del móvil, de las pantallas de lo que sea y delirando tontunas, sentencias, sustos, mentiras, fobias y filias por twitter y por el guasap. ¿Qué le vamos a hacer? 
Nunca sabremos si existe de verdad o simplemente nos lo estamos inventando y dándole ínfulas de existencia a cada instante mientras seguimos la rutina de nuestras propias obsesiones hasta convertirlas en temazo machacón y tendencia fashion por las redes.

Lo único que nos queda es el trompazo mundanal de cada día entre la prensa, radio, tv y la materialidad de las personas normales y sus/nuestros problemas concretos y candentes, más la certeza de que sea lo que sea, con el mundo hemos topado, Iñaki.Y  a ver qué hacemos con él, mientras tratamos de evitar que él haga lo que quiera con nosotros. Ains!


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