jueves, 28 de abril de 2016

Sabor amargo

Hablaba de literatura con una estudiosa italiana, le explicaba que el panorama de la literatura española que había sido creado entre los ochenta y los noventa estaba por los suelos, autores y obras literarias establecidas como referencia habían envejecido y se veían rancias. Como ese sistema literario se había instituido con un criterio lingüístico sectario que ocultaba las literaturas en otras lenguas que no fuesen el castellano. Como, por ejemplo, la literatura catalana era conocida en Europa y completamente desconocida en España. Como los puentes entre las lenguas y literaturas estaban volados, como conté aquí hace tres años.
Y eso me llevó a continuar que lo que ocurre en un campo tan simbólico como es la literatura refleja la situación de España como comunidad humana y política y como estado. Eso me llevó a continuar: ya no hay referencias nacional españolas, nadie tiene capacidad de imponer y prescribir, nadie confía ya en "su periódico"..., todo se ha venido abajo.
Los papeles de Panamá son una pintura negra de un Goya que retrata a esa realeza, en el retrato están la Familia Real, Aznar, González, Cebrián… ¿Qué queda del tinglado de la Transición? ¿De verdad alguien cree que puede tapar esa enorme vía de agua informativa despidiendo a un periodista? Patético final. 
Eso sí, la ideología españolista se refugia en las instituciones del estado como un virus que lo infecta y recorre de arriba a abajo, y eso une a los partidos que representan al estado y defienden todo tipo de intereses establecidos. El mismo hecho de pretender imponer las corridas de toros por ley para asegurar la identidad española demuestra la paranoia de una ideología que solo puede pervivir por la fuerza y que es nacionalista pero no "nacional", en absoluto, en el sentido de asumida por una comunidad política. España, simplemente, no es una nación, lo es menos que nunca.
El Ejército, que garantizó la continuidad de los intereses y elementos del franquismo no puede hoy garantizar la sumisión de la población. La Iglesia española, que tuteló la sociedad con los militares, sigue siendo rica y poderosa pero ya solo es un grupo de presión con ideología e intereses particulares, no expresa a una sociedad que la ve con mucha distancia. La Monarquía no se cae a pedazos al suelo porque ya está, como todo, por los suelos, ya sin hablar de la corrupción y desvergüenza, es una parte importantísima del fracaso del sistema político español. Y los partidos estatales e incluso los sindicatos que sostenían el tinglado, qué vamos a decir que no sepamos.
La diferencia con Italia, le explicaba, es que allí la cultura social se basa en un devastador cinismo, asumido como cultura nacional, en cambio en España la sociedad no sabe como aceptar la propia corrupción, que al fin es la de todos, y necesita expresarse con enfado. La ira española. Lo que en Italia se vive con aceptación y cinismo en España se vive con indignación y dramatismo.
No sé si será mejor pactar ahora un gobierno posible que deshaga algunas de las cosas terribles que cometió Rajoy o ir a unas elecciones que pueden dar tanto un nuevo gobierno del PP con Ciudadanos como un gobierno progresista. No lo sé. Pero lo que sí veo alrededor es cierta amargura. Y el sabor de la amargura se debe en primer lugar a que los partidos que deberían haber dado una alternativa al PP no la dieron, pero también a la clara conciencia de que España es un barco herido.
Y la culpa no es de los catalanes, si los catalanes desean marcharse de un país así es porque pueden permitirse desearlo y porque creen que pueden construir un país mejor donde vivir, su república.

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La reflexión de Suso es muy acertada en lo que toca a nuestra amargura patria. Aunque tal vez demasiado optimista respecto a nosotros, las españolas y españoles comparados/as con los y las italianas. 
Que estemos más amargados no tiene por qué significar que seamos menos cínicos, sino que llevamos ese cinismo con peor talante y más gruñidos, pero con la misma resignación. Con más enfado. Y menos paciencia. Ellos, lo llevan con más stile, ya han pasado las de Caín varias veces por causa de este tormento, llevan más de 150 años de democracia, a la mediterránea, es cierto, pero democracia al fin y al cabo, ya son expertos; nosotros somos aún neófitos en el asunto, solo llevamos treinta y ocho. Ellos han pasado por todo lo imaginable. Hasta por compaginar la mafia con el Estado y a Berlusconi con la política. Terrorismo como el de ETA, pero desde dentro del propio Estado. Y por fin el salto cuántico de Mani Pulite. Los jueces  y los magistrados, el Poder Judicial más transparente y más valiente, coraggioso, dicen ellos, se alzó sobre la montaña de podredumbre ancestral y acabó con el filón corrupto. Una catarata de suicidios en cadena dejó  al aire toda la desvergüenza, ya insostenible hasta para los propios desvergonzados. El Juez Di Pietro se convirtió en héroe nacional y en cabeza de un partido político que se llamó L'Italia dei valori. Ya nos gustaría que aquí hubiese habido algo similar, no por los suicidios, sino por la conciencia puesta en marcha.
Por el contrario, en España sucedió todo al revés. Una mafia corruppta hasta las trancas se apodera de Valencia y de Madrid y trama  a lo bestia el desgaste, el desprestigio y el odio contra el gobierno de Zapatero, hasta hacerle, más tarde, adelantar las elecciones y convertir el país en una ruina y en una pocilga de corrupción, tras ganar en las urnas por goleada a causa de la abstención masiva de los enfadados. Siguiendo el lema habitual de la inteligencia española que tanto alababa Gila: que se fastidie el sargento, que hoy no como rancho. 

El poder judicial, entoces, en los prolegómenos de la debacle, no se dio por enterado, excepto el Juez Garzón, que intentó hacer lo imposible para que la trama corrupta del pp fuese descubierta y desmantelada a tiempo. Y nuestras  heroicas y ejemplares "mani pulite" aborígenes, se convirtieron en una trama fascista llamada Manos Limpias, para mayor escarnio, que con alegaciones absurdas y carentes de moral, consiguieron desvalijar los argumentos del Juez Garzón y que nada menos que un Poder Judicial en pleno , dependiente ilegítimo e inconstitucional, de los poderes Legislativo y Ejecutivo y proclive al pp y al apaño, como luego se fue viendo, le condenase a dejar la judicatura nada menos que por prevaricación, que se sacaron de la manga debido al uso fraudulento y sin ética, de la propia ley. Con la connivencia y refocile del propio Tribunal Superior de Justicia y sin que ni el  gobierno socialista que entonces gobernaba objetase la más mínima señal de disgusto, ni nadie elevase la voz ni un recurso para recapitular la Justicia y reparar tal barbaridad en forma de condena terriblemente absurda  e irracional. Y así consiguieron que el inocente saliese condenado y los delincuentes no solo fueran absueltos sino, además y para más recochineo,  convertidos en héroes.  ¿La ciudadanía? Sólo recuerdo en Valencia una raquítica mini-manifestación de unas diez personas un domingo por la mañana en la Plaza del Ayuntamiento. Fantástico el parangón, ¿a que sí?
Podemos seguir con el paralelismo entre los dos Estados, comparando las actitudes de ambos jefes de Estado, italiano y español, ante la crisis actual, ante un gobierno delincuente, como han sido el pp y Forza Italia con Berlusconi a la cabeza. 
El Presidente de la República, Giorgio Napolitano hizo que la Justicia y la Ley, obligasen a dimitir al corrupto fundador del "partito dell'amore"  y a pasar por los tribunales para dar cuenta de sus indecencias  y corrupciones interminables.  Mientras que el jefe del Estado español, Juan Carlos de Borbón, se nos desencuadernaba cazando elefantes en Botswana en plena debacle de una crisis terrible y al pp no había poder humano capaz de pararlo en su desastre universal, que consiste en  legislar rigurosamente el caos cuesta abajo y sin frenos, con el anexo en torrentera enloqucida de su corrupción connatural. 

Nuestras historias, española e italiana, van en paralelo en este tiempo, pero se resuelven de un modo completamente distinto. Y no creo que sea por la amargura de unos y el cinismo de los otros. Sino porque un pueblo capaz de soportar una monarquía inútil y parásita impuesta por un dictador, e incapaz de relacionar lo que le gobierna con lo que le pasa,  no se merece algo mejor que este concentrado de amargor histórico ya convertido en modus vivendi. 
En Italia se ha votado un gobierno socialista, tras tras la salida  de Berlusconi y el paso de un gobierno de técnico de mergencia, nombrado por el Presidente Napolitano y presidido por  Mario Monti, que  trató de hacer los "deberes" del BCE lo mejor que se pudo y así volver a las urnas, que eligieron a Renzi, el socialista actual.
Ya nos gustaría en España haber tenido la fortuna de gozar  un "cinismo "   de tal laya.  Pero aquí no cuecen las mismas habas, por lo que se ve y se sufre. En Italia las cosas  injustas duelen, como es natural, pero al menos se arreglan, aquí, en cambio, el dolor se convierte en sufrimiento, que mola muchísimo y es parte del folklore, de la copla, del quejío, del lamento y del ay, ay , ay, ay, ay del flamenco. ¿Para qué mejorar nada, si esa "cultura" nihilista y dramática es nuestra mejor fuente de ingresos? Por ella emigramos y volvemos con los años y  con un Volswagen de los de antes, o con un Mercedes, hechos un pincel, mucho más espabilados que nuestros compatriotas sedentarios y con pasta fresca; además si nos normalizásemos y abandonásemos ese genio  Spain is different,  ya nada sería igual, perderíamos el glamour y la devoción de tanto turista ávido de emociones fuertes, toros aterrorizados y enfurecidos trotando por las calles, apestando las ciudades a base de heces de casta y orines bravos, con aroma a cuerno quemao, -si el toro, además se embola- y que acaban su fiereza con estoque y apuntillados de mala manera por 'maestros' de la torería chuleta y hortera como solo ella sabe serlo;  y para rematar, luego está ese cante jondo que cuenta todas las peripecias de nuestros sufrires más desgarradores.
Si España perdiese ese maravilloso y exquisito patrimonio se convertiría en un país europeo del montón. Un asquito. Dejaría de ser el drogadero de Europa, el paradigma de la fiesta y la borrachera, la taberna y el chiringuito de la UE. El spa del relax mundial. El bouquet de los mastercheffs.El primer productor y consumidor de emigrantes de lujo. Único en el Planeta, donde los camareros, camareras  y chicas de la limpieza son licenciadas y doctores en casi todo.  Y por supuesto el paraíso del pelotazo internacional y del burbujeo inmobiliario, donde se deja en la  calle a las familias insolventes por la crisis que han creado los bancos y las políticas afines, para vender el parque inmobiliario desahuciado, a las mafias internacionales que en este mapa de interminables obscenidades, han encontrado un verdadero chollo. Menudo caché. Y con lo que mola todo eso y la  cantidad de trabajo que se crea en un plisplás en cuanto llega Semana Santa o el verano o cualquiera de los puentes festivaleros con que nuestro calendario de jotas, boleros y lumpen-disco se estira sin parar . Vamos, un país verdaderamente excepcional. No hay otro con el mismo grado de inteligencia gestora de recursos para invertir y orientación profesional para medrar a nada que se sea un poco espabilado. Seguro que no.
Evidentemente, los catalanes, que son mucho más listos, prefieren no sufrir tanto por amor al arte, ser menos serviciales en la hostelería nacional, cerrar las plazas de toros  y bailar la sardana por su cuenta. Yo también me apunto.

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