
Pablo Iglesias atiende a los medios en un acto de su partido.
EFE
Pablo Iglesias cogió su micrófono y dijo: "Tengo que
evitar que Álvaro Carvajal, que es un periodista, me saque un titular
del tipo 'Pablo Iglesias: Vamos a hacer que España se masturbe con
nosotros'. Y eso no es fácil (…). Otro posible titular de Álvaro
Carvajal: 'Pablo Iglesias alienta el linchamiento de un periodista de El
Mundo en la Universidad Complutense'(…). Álvaro Carvajal o alguien que
no fue Álvaro Carvajal o fuentes internas de Álvaro Carvajal vino a
contar una vez… Digamos que la historia no tiene por qué ser verdad,
pero como tantas cosas que se publican (…). En El Mundo es imposible
colocar en la portada que Podemos lo hace todo muy bien. Tengo que
colocar noticias que digan que Podemos lo hace todo fatal…".
A mí me preguntan estos días y respondo: mal. Pablo Iglesias se
equivocó con este discurso. Ahora bien, ojo porque hay tema. Existen
unas cuantas razones para debatir y mejorar la situación del periodismo
en España. Claro está que el camino no puede ser señalar a un redactor y
ante un auditorio lleno, provocando incluso la carcajada en torno a él.
Es posible que Iglesias quisiera hacer una intervención graciosa, pero
el asunto es mucho más serio que ese señalamiento al reportero por parte
de un líder político. Por eso se ha disculpado.
El periodismo en España acusa un aumento de la precariedad, es una buena herramienta para achantar a sus trabajadores, temerosos de perder el poco empleo de periodista que hay
Puede ocurrir que al secretario general de Podemos le
traicionara querer quedar simpático, en la búsqueda de esa medida para
no parecer un tipo cabreado. Puede pasar que a veces Iglesias no valore
bien que ya no es un contertulio o lo mismo ni siquiera quería entrar de
lleno en el espinoso tema de la libertad en los medios. Pero entró. Sí
es verdad que se están publicando noticias falsas. Que hay, a veces, un
"calumnia que algo queda". Como también ocurre desgraciadamente en la
política. Y es grave.
Hay otro lastre aún de mayor
gravedad. El periodismo en España acusa un aumento de la precariedad. Es
una buena herramienta para achantar a sus trabajadores, temerosos de
perder el poco empleo de periodista que hay. Es algo que coarta la
libertad. Los despidos, la bajada de sueldos, el aumento de las jornadas
de trabajo, las becas y contratos en prácticas interminables, los
falsos autónomos, venderse, "apesebrarse"… A esto se le suma el
intrusismo y una búsqueda y mantenimiento del empleo más ligada a "tener
contactos" que al mérito, como tantas veces ocurre en nuestro país. Así
nos va.
Como madre del cordero, existe una
preocupante intromisión política en la libertad de prensa. Para lo que
conviene. Se ve a menudo en la falta de pluralidad de los medios
públicos, que no respetan que los pagamos todos y no el partido de
turno, o en el arbitrario reparto de licencias de radio y televisión en
los privados, a veces con más conveniencia política que fundada en otros
factores como la creación de puestos de trabajo. Y, por supuesto, hay
listas negras de periodistas, que se quitan, se ponen y son amenazados.
Algunos políticos incluso lo han hecho y ahora se rasgan públicamente
las vestiduras con el caso de Pablo Iglesias y Álvaro Carvajal.
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