Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas.
Universidad Pompeu Fabra
En la sesión donde se nombraba al Sr. Pedro Sánchez candidato del
PSOE a la Presidencia del gobierno español, este escogió una bandera
española enorme para mostrar su gran patriotismo, compitiendo así con el
Partido Popular, para ver quién es más patriota, midiendo, por lo
visto, su patriotismo por la visibilidad y tamaño de los símbolos en sus
congresos y encuentros a nivel del Estado español. Hoy, el PP, heredero
de aquellos que interrumpieron el periodo democrático conocido como la
II República con un golpe militar, gobernando España mediante uno de los
regímenes dictatoriales más crueles que hayan existido en la Europa del
siglo XX (por cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco
cometió 10.000, según el profesor Malefakis, experto en el fascismo
europeo en la Universidad de Columbia, de Nueva York), que ha impuesto
un enorme retraso económico, político, cultural y social a sus
poblaciones, quiere ahora ganar las próximas elecciones legislativas
presentándose como el gran defensor de la Unidad de España, contra los
“rojos” y “separatistas”, enarbolando la misma bandera y promoviendo el
mismo himno que utilizaron los golpistas y sus sucesores.
Pero lo que continúa siendo paradójico es que los herederos de los
socialistas republicanos (que fueron brutalmente represaliados por su
compromiso con la libertad y la democracia) se hayan convertido, no ya
por razones tácticas (cuando tuvieron que aceptar la Monarquía borbónica
en el momento de la transición de la dictadura a la democracia), sino
por convencimiento, en los máximos defensores de los mismos símbolos y
del mismo himno, compitiendo por quién tiene la bandera más grande y el
himno más alto. La justificación de esta práctica y de esta lealtad a
tales símbolos es que la bandera borbónica y el himno (una marcha real)
significan también la reconciliación reflejada en la Constitución
Española, olvidando que tal Constitución se escribió en condiciones de
enorme desequilibro de fuerzas que existía durante la Transición, debido
al enorme dominio de aquel proceso por parte de las derechas (que
controlaban el aparato del Estado además de los mayores medios de
información) y a la gran debilidad de las izquierdas (que acababan de
salir de la prisión, de la clandestinidad y/o del exilio).
Es imposible que tal desequilibrio de fuerzas creara una democracia
homologable a las del resto de Europa. La Transición inmodélica dio paso
a un producto inmodélico, con una democracia enormemente limitada y un
Estado del Bienestar enormemente insuficiente, y con una Constitución
que no reconoce la plurinacionalidad de España y que asigna al Ejército
la misión de mantener por la fuerza la unidad de España, a través de un
Estado central y radial. Los símbolos actuales representan este Estado,
resultado de una Transición desequilibrada y que, en contra de la
versión oficial promovida por el PP y por el PSOE, fue muy poco modélica
(ver mi libro Bienestar Insuficiente, Democracia Incompleta. De lo que no se habla en este país. Editorial Anagrama, 2002).
La visión de la Constitución como producto modélico asume que la
defensa de aquella Constitución, y de los símbolos borbónicos del
Estado, significa la defensa de España, supuestamente reconciliada,
llegando al extremo de que bajo el mandato de otro “superpatriota”, el
Ministro socialista de Defensa, el Sr. José Bono, presentó a los
vencedores del golpe militar (fascistas –la División Azul- que lucharon a
favor de Hitler) al lado de los vencidos republicanos (que lucharon por
la libertad y democracia no solo en España, sino también en Europa),
presentando a ambos bandos con la misma autoridad moral, homologando los
dos bandos del conflicto. Este “superpatriota”, con una bandera
borbónica muy larga, fue también el que prohibió que los luchadores
republicanos, que sufrieron una enorme represión debido a su lucha por
los derechos y libertades, llevaran la bandera republicana en una
reunión en las Cortes Españolas, presidida por el Sr. Bono. Y lo más
deprimente y sorprendente es que este personaje casi fue elegido
candidato a la Presidencia por el partido heredero del socialismo
republicano.
Estamos viendo el fin del régimen del 78
Pero lo que es más preocupante es que la gran bandera utilizada como
adorno central en la presentación del candidato del PSOE es un indicador
más de que la nueva dirección del PSOE no entiende lo que está pasando
en España. Las últimas elecciones municipales y autonómicas fueron un
tsunami político que refleja el enorme rechazo hacia este Estado y hacia
sus símbolos y que está ocurriendo a lo largo del territorio español. Y
este rechazo no es solo hacia las políticas neoliberales impuestas
(pues no estaban en sus programas electorales) del gobierno Zapatero
primero y del gobierno Rajoy después, sino también hacia este Estado
bipartidista, con una clara demanda para la redefinición de España,
recuperando los valores republicanos y exigiendo la constitución de otro
Estado que conjugue la justicia social con la aceptación y promoción de
un Estado plurinacional, en el que el derecho a decidir englobe todas
las áreas de actividad, incluyendo la relación que los distintos pueblos
y naciones quieran tener voluntariamente entre ellos. Es obvio que la
dirección del PSOE no ha entendido qué está ocurriendo en España. Y
continua aferrada a esta visión uninacional y radial que un número
creciente de la población en España no desea.
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