“Cuando la única alternativa
supone plegarte a las exigencias de una élite avasalladora, […] lo
cierto es que la salida del euro debe considerarse como un mal menor”,
sostiene el autor
14 julio 2015
10:12
10:12
Alexis Tsipras, líder de la Coalición de la Izquierda Radical (SYRIZA). FERNANDO SÁNCHEZ
Tras más de cinco meses de duras negociaciones se ha firmado finalmente un acuerdo entre el gobierno griego y la antigua troika
(Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario
Internacional). A decir verdad, el término “acuerdo” no es el más
indicado para referirse a lo que en toda regla es un conjunto de
imposiciones de política económica que el propio gobierno griego reconoce que son contraproducentes
para su economía. Y es que la postura del equipo de Syriza siempre ha
sido clara: aunque son conscientes de que las medidas de austeridad
propugnadas por la Troika son perjudiciales para el crecimiento
económico y para las clases populares, la única posibilidad de recibir asistencia financiera en el marco del euro es haciendo determinadas concesiones.
Sin embargo, lo que sorprende profundamente del acuerdo recién firmado
es que presenta condiciones mucho más negativas para el pueblo griego
que las que presentaban borradores de acuerdos anteriores que no fueron
firmados. Entonces, ¿qué ha pasado aquí?
Para poder entenderlo es imprescindible atender a las
declaraciones de los gobernantes griegos tras la firma del acuerdo.
Según el primer ministro, Alexis Tsipras, “durante la reunión del
Eurogrupo el gobierno heleno ha recibido serias amenazas y chantajes que de materializarse tendrían graves consecuencias para el pueblo griego,
ya que existe un plan perfectamente detallado (que ya estaba siendo
aplicado) para lograr un aislamiento completo del país a partir del
miércoles a todos los niveles, incluyendo el colapso de los bancos y la
falta de provisiones de todo tipo. Por lo tanto, con el fin de sobrevivir y no sucumbir al Grexit, el gobierno se ha visto obligado a aceptar compromisos muy duros, aunque también algunas victorias”.
Las victorias a las que se refiere Tsipras son, ciertamente, muy pocas y poco relevantes:
1) alivio de la deuda pública (sin detallar y condicionado a la
aplicación de otras medidas), 2) fijación en Atenas y bajo control
griego (y no en Luxemburgo bajo control de la Unión Europea) de un fondo
independiente destinado a privatizar los activos públicos de Grecia, y 3) no alteración de algunas leyes como las que afectan a los nuevos empleados del sector público.
Victorias que resultan claramente irrisorias si se comparan con las concesiones
que han tenido que firmar, entre las cuales destacan: 1) Transferencia
de activos públicos griegos a un fondo para que se vendan al mejor
postor (una cuarta parte de lo recaudado irá a los bolsillos de la
troika), 2) aumento del IVA, 3) recortes en las pensiones, 4) mayor
liberalización del mercado de bienes y productos, 5) privatización del sector eléctrico, y 6) mayor limitación en la negociación colectiva.
Syriza no ha resistido el pulso
Además, el gobierno griego se ha comprometido a
retirar algunas medidas que aprobó en febrero (salvo las de carácter
humanitario), así como a presentar un borrador a la troika de cualquier medida que quiera aprobar en un futuro.
Otro argumento de Tsipras es que, puestos a aplicar
este tipo de medidas, es mejor que lo haga un gobierno como Syriza a que
lo hagan gobiernos como los del PASOK o de Nueva Democracia ya que
estos concentraron las costes sobre las clases populares mientras
protegían a los más acaudalados. Por otro lado, el primer ministro
asegura que el impacto recesivo de las medidas de austeridad podrá ser
compensado por otros factores positivos como la entrada al país de nuevas inversiones
gracias a que no sufrirán el aislamiento financiero. Por último,
Tsipras recuerda que su gobierno ha luchado mucho para obtener las
mejores condiciones posibles, y que su lucha democrática servirá de ejemplo al resto del pueblo europeo.
Es decir, lo que ha ocurrido, simple y llanamente, es que el gobierno de Syriza no ha resistido más el pulso
que le estaba echando a la Unión Europea. Ha preferido claudicar y
aceptar las imposiciones de la troika (incluso aunque fuesen más duras
que las de borradores anteriores) antes que arriesgarse a una salida del
euro. La amenaza de la expulsión de la Eurozona ha convertido en polvo el referéndum
que supuestamente iba a dar mayor poder de negociación al gobierno
heleno. Sin conocer la existencia de este plan “perfectamente detallado”
de aislamiento a Grecia no se puede entender que el acuerdo firmado sea
peor que el que precisamente rechazó por mayoría el pueblo griego. La
viceministra de Trabajo y Seguridad Social, Rania Antonopoulos, también
ha sido muy tajante: “La única opción para nuestro gobierno es evitar un
colapso económico y el aislamiento geopolítico. Un Estado fallido no es una opción”.
Es evidente que la congelación del flujo de liquidez
que estableció el Banco Central Europeo justo después de la convocatoria
de referéndum y que obligó a imponer el control de capitales fue el
punto de inflexión en las negociaciones. En ese momento el gobierno
heleno comprobó que las amenazas de la troika no eran simples movimientos estratégicos
con los cuales ganar poder de negociación, sino que la troika estaba
plenamente dispuesta a ejecutarlas si era necesario. Llegados a ese
punto, el hecho de que ya se hubiese convocado un referéndum para
conocer si la población quería o no políticas de austeridad poco le iba a importar al equipo de Syriza, porque el miedo ya los había invadido.
Salir del euro no es el fin del mundo
Lo cierto es que Syriza siempre estuvo en contra de
salir del euro, y de ahí que algunos encuentren motivos para defender su
actuación: frente a la alternativa de ser expulsado del euro o aplicar
austeridad dentro de él, Syriza ha elegido la segunda opción. Ahora
bien, lo que es tremendamente difícil de defender (por no decir
imposible) es que el gobierno haya firmado un acuerdo que es bastante
más nocivo para la ciudadanía griega que el acuerdo que esa
misma ciudadanía rechazó mayoritariamente en referéndum. Ello supone un
completo desprecio de la voluntad del pueblo, y eso es lo que es
absolutamente deplorable. El gobierno griego ha antepuesto sus miedos a
la opinión de la gente, y ha convertido la consulta popular en papel
mojado.
Si nunca hubiese habido una consulta popular y el
gobierno griego hubiese aceptado alguno de los acuerdos anteriores,
sería más difícil criticar su actuación. Pero el hecho de que el pueblo
griego se haya posicionado en contra de las políticas de austeridad
debería haber obligado al gobierno a mantener su posición frente a la
troika, independientemente de que el país hubiese sido expulsado del
euro por ello. Al fin y al cabo la población ha sido valiente
y ha mostrado estar dispuesta a rebelarse frente a los recortes a pesar
del probable escenario de salida del euro. Los argumentos de Tsipras de
que se quiere evitar un aislamiento financiero y geopolítico pierden
toda validez cuando uno mira alrededor y comprueba que ese aislamiento
ya existe: los inversores financieros internacionales llevan años sin
comprar deuda pública y sin invertir en el país, la fuga de capitales
lleva produciéndose más de un año y ha secado los bancos griegos, las
empresas y familias griegas no pueden comprar productos del extranjero y
tienen limitadas las retiradas de sus depósitos, etc. ¡Y todo ello ha ocurrido dentro del euro! Defender la permanencia en el euro para evitar el aislamiento financiero suena a broma.
Además, recordemos que la salida del euro no es el
fin del mundo. Es cierto que cambiar súbitamente y de forma caótica a
una moneda de menor valor tiene un coste económico y social elevadísimo a
corto plazo para la economía afectada, pero también son ciertas dos
apreciaciones: 1) el coste económico y social ya existe dentro del euro desde hace años y se intensificará
debido al nuevo acuerdo, y 2) a medio y largo plazo salir del euro
puede ser muy beneficioso para la población (si las cosas se hacen
bien). Además, una salida de Grecia de la Eurozona tiene importantes
costes también para el resto de economías de la zona monetaria, e
incluso para otras economías vecinas y que no poseen el euro. Ello es un
elemento que todavía podría haberle dado mayor poder de negociación al
gobierno griego, además de que si vas a ser derrotado al menos intenta que tu contrincante no se vaya sin despeinarse, como ha ocurrido con el acuerdo firmado ya que no supone ningún coste para la élite europea.
Sí, salir del euro supone entrar en un terreno pantanoso, repleto de incertidumbres y de miedos, en el que nadie querría adentrarse si tuviese otra alternativa mejor.
Pero cuando la única alternativa supone plegarte a las exigencias de
una élite avasalladora, traicionar el voto de tu pueblo y seguir
provocándole más dolor, lo cierto es que la salida del euro debe considerarse como un mal menor.
Ahora bien, que nadie piense que el drama griego ha
acabado. Ya han sido convocadas importantes manifestaciones y huelgas en
contra del acuerdo firmado con la troika, y en el interior de Syriza la
oposición es tan grande que ya ha dimitido uno de sus diputados, siendo previsible que no sea el único en los próximos días. Los posibles escenarios que se manejan hablan de un nuevo gobierno de “unidad nacional”
conformado por el ala más moderada de Syriza y diputados del PASOK y
Nueva Democracia, o incluso de nuevas elecciones generales. Permanezcan
atentos porque esto no ha acabado.
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