jueves, 9 de julio de 2015

La lucha y el voto, una combinación indispensable mientras no seamos perfectos




                                  
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Mi alma libertaria aspira a un mundo sin condicionamientos, donde cada una de nosotras pueda ser feliz en compañía de los demás seres humanos, sin que esa convivencia signifique la guerra y la competitividad para buscar la supervivencia y/o el poder, el dinero como poder y sobresalir sobre el prójimo a base de utilizarlo, machacarlo y hundirlo. Y creo que poco a poco ese mundo, muy lentamente, está en gestación. 

Llegará un día en que la humanidad habrá superado este sistema deficitario y primitivo, y conseguirá ser algo verdaderamente humano. Mientras tanto eso va tomando forma en los logros y en los hitos que vamos superando. La realidad diaria nos obliga a ir mejorando tanto personal como socialmente, pero de nosotros depende descubrir en qué consisten esas mejoras, y elegir su calidad, su condición y los métodos para realizarlas. Esos métodos tienen su mejor exponente en la democracia, porque es hasta ahora la mejor vía para edificar la convivencia; la democracia no es algo ya predeterminado, con unas reglas inamovibles, ni un andamiaje prefabricado. Lo hermoso y sanísimo que tiene es que es posible y sucede si la realizamos y la mejoramos cada día. 
Una ideología nos la dan hecha, alguien la ha "pensado" para y en vez de nosotros, previamente, pero la democracia es un producto fresco, como la compra diaria. Se puede hacer una compra mensual y congelar los productos frescos, pero hay productos incongelables, como los tomates y las hortalizas de la ensalada o las frutas frescas que nos aportan las imprescindibles vitaminas que se arruinarían con el almacenamiento y la congelación. 
La democracia es el alimento fresco e insustituible del día a día que nos hace posibles como ciudadanos y al mismo tiempo es el producto más fresco y alimenticio de la ciudadanía. Por eso cuando la convertimos en sierva de las ideologías y no sabemos someter las ideologías a la democracia, arruinamos nuestros proyectos sociales y nuestra felicidad colectiva y de resultas, la felicidad privada también, en gran parte.

Esta reflexión me la evidencia el caso "Cremona". Un colegio público que ya ha pasado a formar parte del elenco heroico de la ciudadanía. La historia de su calvario comenzó hace ya casi nueve años, con un proyecto educativo de vanguardia, que el pp, votado por mayoría absoluta en Valencia, aterrizó lo peor que pudo, en unos barracones a las afueras de Alaquás, con el fin de enterrarlo en vida y sacar beneficios para sus negocios, llevándose el dinero público a la empresa privada, tanto al subvencionar escuelas privadas afines, con el presupuesto que debería haber empleado en las enseñanza pública de calidad,  como en el mantenimiento vergonzante de los barracones, que también era privatizado y de una calidad deleznable. Hasta terminar por eliminar, el año pasado, la matriculación, de los primeros cursos para ir cerrando unidades "por falta de demanda", y así llevarse a la enseñanza afín y privada, a los futuros alumnos,mientras se cercaba hasta la extinción, la línea en valenciano como la pedagogía de vanguardia propia del centro, que se había convertido en una especie de enemigo público o denuncia permanente de la mediocridad y la solemne inutilidad del pp como gestor de educación y cultura.
El AMPA, los maestros. los alumnos y el pueblo de Alaquás mantuvieron un largo y conflictivo pulso frente al Goliat de la administración, encierros de dos meses en pleno invierno en los barracones, con conferencias, talleres, conciertos, salidas a los plenos municipales, a cuya cabeza incompetente estaba una alcaldesa del Psoe, mucho más de acuerdo con la Consellera Catalá del pp que con el propio municipio, etc, etc...
Poco a poco los valencianos se fueron enterando de lo que había. Manifestaciones en naranja a la puerta de la Generalitat, por las calles, por las plazas, acudiendo para informar a las asambleas cívicas de los barrios, a los medios de comunicación tantas veces insensibles, sordos, mudos y ciegos subvencionados por el ppoder. Así fueron permeabilizando la durísima capa encallecida de la opinión pública. Y esa lucha de ocho años, ha sido una de las herramientas poderosas con que la democracia se ha cargado uno de los gobiernos más deplorables de nuestra historia: el del pp valenciano, que por cierto era el ejemplo paradigmático del pp nacional. El Cremona ha sido la palestra donde se comenzó el entrenamiento de la musculatura social y se despertó el poder y la resistencia de la democracia auténtica. Todo un símbolo de como la educación es lo que de verdad cambia el mundo. Y de que sólo se vota lo justo cuando la verdad nos educa y nos abre los ojos. 

Sin la lucha ciudadana por la justicia y los derechos los valencianos habrían vuelto a votar lo mismo que en los últimos 24 años. Pero no lo han hecho. El dolor y la rabia de una mayoría muy consciente en vez de conducirlos a la abstención, les ha llevado a votar unas candidaturas de poco poderío en el chanchullo pero de mucha conciencia despierta, con fuerza transparente y decidida a cambiar las cosas, votos sanos e inteligentes colectivos, repartidos en opciones justas y solidarias, han logrado que llegue a la Consellería de Educació nada  más y nada menos, que un maestro joven, inquieto, luchador activista y con miras muy altas en democracia participativa, capaz de ir pueblo por pueblo de toda la Comunidad, aprovechando los días no lectivos, en autobús, en tren, en bici, con lluvia y frío, con calor tórrido, para preguntar en las plazas y asambleas populares, qué necesidades, qué propuestas tienen en cartera cada ciudadano, cada colectivo, cada municipio, cada barrio...Ese chaval, que no llega  a los cuarenta y el equipo en que trabaja, han hecho posible que la lucha del Cremona haya recogido los frutos de su esfuerzo y la lucha del Cremona ha hecho posible que ese maestro, Vicent Marzá, Compromís, Valencia en Comú y los residuos decentes del Psoe, ahora hayan abierto la Cueva de Alí Babá, en la que el pp guardaba sus tesoros, que eran nuestros recursos.  

El voto no sólo es útil sino imprescindible para cambiar las cosas. No quiero pensar lo que habría sido del CP. Ciudad de Cremona si hubiese ganado otra vez Mordor las elecciones, que además le habría asfixiado con la ley mordaza; seguramente la heroica AMPA y algunas maestras todoterreno, estarían ahora en los juzgados y hasta en la cárcel, acusadas de terroristas. El poder de la democracia es el voto, pero sin conciencia la ciudadanía desaparece disuelta en el rebaño y vota la demagogia en vez de la justicia y los derechos. 
El problema no es el voto ni el capital. El problema único es no saber usarlos con inteligencia colectiva, con ética, con justicia y con honesta lucidez. Para que eso suceda es necesaria la participación y la apertura de conciencia de la ciudadanía. Un acto de voluntad que se convierta en acción con un sentido y un propósito siempre, siempre, dirigidos por una fuerza sine qua non: el bien común. 

Cuando observo que bastantes activistas entre quienes niegan la utilidad del voto sólo se animan con el conflicto en sus fases más agudas y si es irresoluble, mucho mejor, no valoran los logros de la inteligencia colectiva si no es okupando por la fuerza o dándose leches en las barricadas con los  pitbull de uniforme, me pregunto si lo que mueve esa energía no serán las propias rabias y traumas personales sin resolver, que, por desgracia y desdoro para la opción libertaria, encuentran en el activismo reivindicativo social y político, su mejor camuflaje y válvula de escape. Su desahogo más cómodo y mejor travestido, porque sólo amparados en la rabia masificada, o por un nick name en las redes,  encuentran el coraje de hacer y decir lo que nunca se atreverían ni a insinuar en solitario y cara a cara.

Si mi espíritu libertario no sirve para hacer posible la libertad y la dignidad del bien común, será tan sólo precario estrépito inútil, como una mascletá o un castillo de fuegos artificiales, y luego nada; por muy libertaria y maravillosa que sea mi intención. Obras son amores.

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