Camarero, hay una trama en mi sopa
por David Torres
Muchas de las grandes organizaciones benéficas de la historia
de la humanidad han tenido problemas de comunicación. La Inquisición
desalentaba herejes a la plancha, pero las campañas de propaganda les
salían demasiado quemadas. Al Capone decía que sólo intentaba darle a la
gente lo que le gustaba, pero casi siempre se atascaba con la
ortografía del bate de béisbol. Hasta los publicistas del Estado
Islámico empiezan a preguntarse si no se les estará yendo un poco la
mano en sus mensajes multitudinarios de paz y amor.
Del mismo modo, en Génova han caído en la cuenta de que lo que les
falla es el medio, no el mensaje. No acaban de expresarse bien. El otro
día Javier Maroto, vicesecretario vectorial del PP, gritó: “A mí este
tío me da un asco que no puedo ni verlo”. Y añadió: “Ha hecho un daño
tremendo al PP”. Los que llegaron justo en ese instante al mítin se
quedaron ligeramente patitiesos porque no sabían bien a quién se refería
Maroto. Sin salirse del propio ámbito del partido, había un montón de
candidatos: todos los implicados en la trama Gürtel, todos los
implicados en la trama Púnica, los jefes regionales que ya están entre
rejas, los imputados, los sobrecogedores, etc. Prácticamente, podía
referirse a cualquier líder o militante popular, exceptuando algunas
mujeres. O quizá también, incluyéndolas, porque a menudo en el PP se
utiliza un registro gramatical exactamente inverso al de esos ediles
asturianos: siempre en masculino y singular, palabra de macho.
“Ese tío”, el que le daba tanto asco a Maroto, era Bárcenas, tesorero
en Génova durante tiempo inmemorial y amigo íntimo del presidente
Mariano incluso en los momentos difíciles. Para la vieja guardia de los
populares, Bárcenas es como esos peleles de trapo con la bandera
estadounidense a los que una horda de musulmanes descontrolados pisotea,
ahorca y quema, más o menos por ese orden. “¡Bárcenas, Bárcenas!”
vociferan entre espumarajos, tan indignados que hasta les sale acento
árabe. Pablo Casado fue incluso más lejos y llegó a decir que la
conducta de estos militantes de la Púnica, amamantados por Esperanza
Aguirre, “nos abochorna, nos indigna y nos avergüenza”, tres verbos que
demuestran unos insólitos reflejos éticos y una aceptable lista de
sinónimos. Bochorno, indignación, vergüenza: una humillación semántica
más y Casado se va a la Puerta del Sol a montar él solo un 15-M en
agosto.
El exceso de cristianismo está carcomiendo la augusta moralidad del
PP, un partido que se rige por aquella máxima evangélica de que, cuando
des limosna, tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha. Tu
mano derecha tampoco. Con ellos no se sabe ni lo que hacen las manos, ni
los dedos, ni los pies, ni el culo, ni las témporas. Al final, entre
tanto asco y tanta trama, se encuentran con tantos pelos en la sopa que
no se acuerdan si fundaron un restaurante o una peluquería, si ponerse a
sorber o a peinar, pero la limosna va a parar a Génova como dos y dos
son Bárcenas.
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