"Mira, mamá, sin dientes"
Desde sus inicios, Podemos ha querido desprenderse de todo aquello
que veía como un lastre para su ascenso a esos cielos por asaltar.
Para asaltar los cielos, el núcleo fundador de
Podemos entendió desde el primer día que debían ser ligeros, gaseosos,
para ascender con rapidez hasta alturas nunca alcanzadas. Para ello,
tenían que desprenderse de todo el lastre que, según su análisis, había
impedido a la “vieja” izquierda levantar el globo más que unos pocos
metros del suelo. Había que cortar ataduras y soltar peso para subir,
aprovechando el nuevo viento favorable.
Así que
empezaron con decisiones audaces, que auparon la barquilla de forma
sorprendente: libres de ataduras orgánicas (no iban a ser un partido
convencional), sin lazos con la política de toda la vida, sin el amarre
de los bancos para financiarse, sin pactos de despachos (todo sería
sometido a votación), y más difícil todavía, sin la brújula
izquierda-derecha que todos usábamos para la navegación aérea.
El ascenso en los primeros meses fue tan rápido que tal
vez provocó vértigo a la tripulación, y decidió seguir soltando lastre:
ya que no valía el eje izquierda-derecha, podían lanzar por la borda
toda la pesada carga de banderas, herencias, discursos y en general toda
seña de identidad izquierdista. Lastre, todo lastre. Desde tierra, y
supongo que desde el propio globo, hubo no pocos gestos de
incomprensión, pero había que reconocer que funcionaba, que la máquina
subía, subía.
A partir de ahí, todo ha sido voluntad
de ligereza, de desprendimiento, de soltar peso, tirar por la borda
cualquier cosa que se considere un lastre para el objetivo último: ganar
las generales. Por la borda se precipitó la horizontalidad de primera
hora a favor de una verticalidad más operativa en las alturas. Pronto
empezaron a caer también las ideas discrepantes (barridas
arrolladoramente en Vistalegre) y los propios discrepantes (ídem en las
sucesivas elecciones internas), así como los círculos vaciados de
funciones, y muchas de las propuestas más radicales de primera hora que
empezaban a pesar.
En las andaluzas, y luego en las
autonómicas, Podemos llegó más alto de lo que solía la izquierda
tradicional, pero no era suficiente, estaba muy por debajo del cielo
asaltable, necesitaban seguir subiendo, y para eso había que arrojar
bien lejos a la izquierda tristona, y de paso dejar en tierra a los partidarios de fórmulas de confluencia (vistas
como nuevos lastres), a quienes señalaban los éxitos municipales como
el camino a seguir, y hasta a las voces críticas que no ven bien un sistema de primarias hecho
a medida del núcleo dirigente. A este ritmo, acabarán como los Hermanos
Marx en el Oeste, desguazando el globo para que pese menos.
No sabemos si los oficiales al mando sufren mal de altura por haber
subido tan deprisa, o si son unos genios y nosotros los equivocados,
pero algunos, al ver la velocidad de desprendimiento, nos acordamos de
un viejo chiste infantil: el niño que jugaba con la bici en el parque, y
cada vez que pasaba junto a su madre la avisaba de sus proezas: “Mira,
mamá, sin una mano”. “Mira, mamá, ahora sin las dos manos”. “Mamá, mamá,
sin pies”, hasta al final llegar llorando: “Mira, mamá, ¡sin dientes!”.
Pues eso: “Mira, mira: sin manos, sin pies, sin izquierda, sin
círculos, sin confluencia, sin voces críticas, sin primarias de verdad
abiertas… Sin dientes. Sin asaltar los cielos."
Lo
sé, el chiste no tiene gracias. No seré yo el que me ría si llega
ese momento. Y también sé que es fácil hablar así cuando uno está en
tierra, y no ahí arriba con vértigo y a merced del viento. Pero a veces
desde el suelo se ve mejor la trayectoria que desde el timón.
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