‘Mujeres’
por Luis García Montero (en Infolibre)
Es una de las historias que se recogen en Mujeres (Siglo XXI, 2015), el libro feminista de Eduardo Galeano. El escritor uruguayo necesitó mirar hacia la mujer en muchos momentos de su obra como una estrategia para mantener viva su propia rebeldía. “No hay tradición cultural –afirmó– que no justifique el monopolio masculino de las armas y de la palabra, ni hay tradición popular que no perpetúe el desprestigio de la mujer o que no la denuncie como peligro”.
Por eso Eduardo escribió sobre Nellie Bly, la mujer que demostró en un Pittsburgh decimonónico que el periodismo no era cosa de hombres, y dio la vuelta al mundo en setenta y dos días, y se hizo arrestar por robo para hablar de las cárceles, y luego pisó la locura para entrar en un manicomio y denunciar los tratamientos psiquiátricos de la época. También por eso habló Eduardo de las putas que cerraron un burdel en la Patagonia argentina para no acostarse con los soldados que habían reprimido de manera salvaje una huelga de peones. Fusilar cansa, pero más cansa la injusticia.
En fin, Eduardo Galeano habló de Frida Kahlo, Juana de Arco, Rosa Luxemburgo, Marie Curie, Matilde Landa, Violeta Parra o de las Comuneras anónimas que lucharon en las barricadas con un pañuelo rojo en el cuello, poniendo en peligro su vida junto a compañeros que les negaban el derecho al voto. Todas estas habladurías y muchas más se recogen ahora en un libro antológico que nos cuenta cosas de Mujeres.
La literatura de Galeano está llena de ideas. Schopenhauer afirmó que la mujer es un animal de pelo largo y pensamiento corto. Eduardo Galeano quiso llevarle siempre la contraria. Estaba cansado de soportar un mundo de avaricias largas y de ideas cortas. Su mejor manera de protestar contra el cacareado fin de las ideologías fue demostrarnos que las ideas son bellas, que hay pensamientos conmovedores, argumentos que son al mismo tiempo una forma de mirar con inteligencia y de hacer poesía. La literatura de Galeano unió la metáfora y la reflexión, encontró en la vida cotidiana un modo de contar la Historia y dominó el arte de la levedad profunda, de la brevedad sin fronteras.
Se encontró así con las mujeres al hacerse partidario de la piel del mundo y de la vida cotidiana. Y comprendió que era necesaria una palabra bella, pero de otra manera. Los malentendidos entre la poesía y la condición femenina brotan en el alma de la cultura machista. En la geografía de lo privado y lo público que articula las formas tradicionales del pensamiento moderno, la condición femenina y la poesía fueron asignadas al ámbito sentimental de lo privado, mientras que la razón y la condición masculina se destinaron al gobierno de lo público. Por eso Bécquer escribió su famosa declaración “Poesía eres tú” para responder a la pregunta de una mujer.
Eduardo Galeano sabe que no se trata de ser poesía, musa, sino de ser poeta, y para conseguirlo hace falta romper el orden, borrar fronteras y segregaciones, asumir palabra a palabra los sentimientos de lo público y las razones de lo privado hasta llevar la emancipación a los últimos pliegues de la intimidad. El pensamiento se hace entonces corazón y sostiene el sueño de las plazas públicas, y la memoria frente al olvido, y las palabras frente al mandato de todos los silencios.
Eduardo Galeano aprendió de las mujeres una forma de responder al poder. Si el poder intenta confinar en lo privado el mundo de los sentimientos, resulta necesario escribir y dar la batalla en el amor de la vida cotidiana y de la intimidad. Es un camino directo para asaltar lo público.
La lectura de Mujeres ha sido para mí una forma de vivir el duelo. Daba gusto hablar con Eduardo Galeano de política, periodismo, literatura, fútbol y mujeres.
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