Los ojos de la gente
por Luis García Montero
Esta noche empieza la campaña electoral. Mañana no será otro día.
La política debe mirarnos a los ojos. Y la gente debe sostener la mirada de la política.
Son ideas que rondan la cabeza, y la mano cuando se pone a escribir, y
los labios cuando entablan una conversación o participan en un mitin, y
las piernas cuando van de un sitio a otro. Porque el activismo supone
que las ideas salgan de nosotros mismos por piernas.
La política debe mirar a los ojos de la gente. Y es que la política
está privatizada. Más que por la rutina parlamentaria, la política
oficial se ha separado de la vida real por un proceso de
privatizaciones. Conviene tenerlo en cuenta. No sólo se privatiza un
hospital, o una universidad, o una compañía telefónica, o las energías
de un país, o el agua de una comunidad. También se privatiza la
política.
Al fin y al cabo la política es el ejercicio del bien común. Y se
trata de eso, de convertir en negocio el bien común. Los grandes
partidos se privatizan y luego aprueban leyes domadas y cambian
constituciones al servicio de las élites económicas. La soberanía se
recalifica, se parcela, se vende.
Por eso son tan importantes las elecciones municipales. No, no se
puede empezar la casa por el tejado. La soberanía de los ciudadanos no
ha llegado nunca a Europa. La soberanía ya no está en los parlamentos
nacionales. La soberanía necesita encontrarse a sí misma y reconocerse
en la esquina de una calle. La soberanía necesita volver a sí misma en
el ámbito de una mirada.
Hablamos de la raíz humana de la democracia. Ahora vivimos la inercia
de una Europa neoliberal construida de forma carroñera por la economía
especulativa. Ha contado con la complicidad de los partidos
conservadores y socialdemócratas. Europa da órdenes a los gobiernos
nacionales, los gobiernos marcan los presupuestos de sus regiones, sus
comunidades autónomas o sus estados. Y las regiones fijan el día a día
de los ayuntamientos. La soberanía expropiada se esconde en los
escombros de una política hueca y las privatizaciones entran así en los
domicilios de la vecindad.
Que la política mire a los ojos de la gente significa poner las cosas
del revés. En la esquina de una calle, el vecino debe mirar a los
representantes de su ayuntamiento. La mirada irá de abajo a arriba,
subirá de los municipios hacia las Comunidades Autónomas, los gobiernos
nacionales y Europa. La mirada entrará entonces en los despachos de las
élites a exigir cuentas y poner orden en su avaricia a través de las
leyes.
Que la política mire a los ojos de la gente supone un proceso de nacionalización de aquello que estaba privatizado.
Conviene entonces que la gente sostenga la mirada. Esta noche empieza
la campaña electoral, pero mañana no será otro día. Los políticos
prometen, tienen ocurrencias, convierten incluso sus palabras en una
rifa de soluciones para los unos y las otras. Pero es la movilización
diaria de la gente la que impulsa, da energía y obliga resolver los
problemas de forma justa. Las promesas políticas no deben servir para
desmovilizar a la gente. Sustituir el tiempo de las movilizaciones por
el tiempo electoral es otro modo de caer en la privatización de la
política.
La decisión política resultará importante siempre que no suponga un
corte en el tiempo de la movilización. La soberanía vive en el espacio
que va de ayer a hoy después de un proceso electoral, en el modo de
hacer presente la mirada de la vecindad en las instituciones. Los
políticos están obligados a abrir las ventanas de esas instituciones
para que dejen de oler a cerrado. El aire de la calle debe mirarlo todo y
convertirse en viento cuando haga falta mover las cortinas y revolver
papeles.
Por eso hace falta que la política nos mire a los ojos. Por eso hace falta que la gente sostenga la mirada de la política.
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