lunes, 11 de noviembre de 2019

Reflexiones postelectorales, tal vez más urgentes y necesarias que las del sábado pre-electoral


No toda la "culpa" es de los votantes. También el estado es responsable de las inexplicables escabechinas electorales. La Ley d'Hontd es una injusta prótesis que el sistema electoral capitalista encasqueta a los votantes, al suprimir el derecho igualitario ante las urnas que consiste en que todos los votos tengan el mismo valor en cualquier lugar geográfico, sin valorar más un partido grande que uno pequeño, y "reconstruir" ese derecho fundamental sustituyéndolo por una táctica retorcida, de la que descaradamente se benefician SIEMPRE los porcentajes y las siglas, no los derechos en igualdad; de ese modo solo las grandes mayorías sacan tajada, sobrevalorando los votos de las pequeñas demarcaciones por encima de los votos de las ciudades, y añadiendo a los beneficiados, para colmo, la plusvalía del voto en blanco para las grandes empresas siglísticas. 

Por ejemplo, "Teruel existe", porque no tiene representantes ni votos en Madrid, Barcelona o Valencia y MásPaís, solo ha sacado tres escaños, porque su mayoría votante está en Madrid, Zaragoza o Valencia, con lo que miles de votos han sido en vano y no cuentan porque sus votantes son excluidos como tales,en realidad esos votantes, sean cientos o miles, e incluso millones no existen, por el hecho de no ser "España vacía"- eso le ocurrió a IU en 2015 y fue la causa de que se dejase abducir por Podemos-. Exijamos que el estado sustituya ese trapicheo d'Hontd por la verdadera democracia igualitaria en los comicios igualando democráticamente el valor de los votos: un votante=un voto, con idéntico valor. Si eso fuese así, ahora mismo ni Sánchez, ni Podemos ni Vox, ni C's, ni el pp, estarían donde están. Tenemos derecho a que se nos expliquen  desde las instituciones los métodos que legislan nuestra participación y a estar enterados de todos los recursos y derechos que tenemos para defendernos del poder que se fundamenta en nuestra ignorancia para manipularnos y engañarnos en plan Gattoparto lampedusiano: lavar la cara a la falacia para hacerla real y aceptable, de modo que sea la misma ciudadanía la que se ate la soga al cuello de esa "legalidad", completamente ilegítima, porque no le han explicado esa ley no han actualizado la ley electoral ni la han sometido a votación de portavoces y representantes en el Congreso. En este plan, tendríamos que impugnar todas las elecciones que se convocan mediante una Ley de valores antidemocráticos "bendecidos" por una desigualdad aberrante, que solo favorece a los partidos más fuertes y con más medios y fomenta el dogmatismo de la incultura instalada de por vida en las pequeñas poblaciones, adonde no llega internet ni la prensa, y solo existe la costumbre feudal y hereditaria de lacayos y señores, y "la estabilidad" de la ignorancia combinada con la necesidad, el "favor" y la limosna, pero se desconocen los derechos/deberes y la libertad que nos hacen iguales. 

El capitalismo no pierde una sola ocasión de meter mano y sacar tajada. Llama ppoderosamente la atención que la prensa, tan eficaz en los detalles, se desentienda del verdadero problema en la raíz del entuerto. 

Hay dos tipos de abstención: 1) la visceral del cabreo paralizante y 2) la razonada y activa de la conciencia. Muchos votantes de izquierdas se abstienen a causa del sistema d'Hontd, saben que su voto solo servirá para reforzar el funcionamiento de un sistema político que les repele porque no lo consideran ético ni justo para nadie. Del que se aprovecha el fascismo y ahí lo tenemos, con 52 escaños, además de a Sánchez e Iglesias, por  supuesto,  gracias a la democráticamente inexplicable Ley d'Hontd. Sin sus mecanismos autómatas, sería todo mucho más sano, transparente y limpio; .

Viendo lo que padecemos constantemente en las urnas, ya es hora de que se revise esa ley-oxímoron, que presumiendo de democracia, está diseñada en realidad para hacerla técnicamente imposible favoreciendo a "los de siempre" e impidiendo la  verdadera regeneración que necesitamos para afrontar tiempos de retos tan difíciles como imprevisibles. Esa regeneración pasa por las personas y por la revisión ética de las herramientas que facilitan el acceso al poder, en el que si queremos sobrevivir como estado, como sociedad y hasta como especie, vamos a tener que cambiar  costumbres y rutinas por una conciencia privada y comunitaria cada vez más consciente. 

Con ladrillos rotos, pegamento y aguaplast no hay construcción que resista y menos en medio de un cambio climático. 

Aprovechando la ocasión, os recomiendo el relato magistral de Miguel Delibes: El disputado voto del Señor Cayo que se llevó al cine en los años ochenta, pero el libro y la palabra del autor, superan las  mejores imágenes con creces y llegan más hondo porque no tienen prisa y se pueden degustar al ritmo que queramos, no al que impone una sucesión de impresiones visuales pasadas por una máquina proyectora, que si se detiene aporta muy poco a la consideración superficial del argumento, nada que ver con releer un párrafo varias veces para degustarlo letra a letra y recrear con la imaginación el escenario, junto al autor, sin que el tiempo nos condicione. Un verdadero lujo, al alcance de cualquier lector.

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Llega en estos momentos la mejor noticia regeneradora: la dimisión y renuncia al acta de Albert Rivera, que deja la política. Es el mejor ejemplo que debería cundir entre "la clase política disfuncional", tras el desastre de anoche en las urnas con el "bis" ya insoportable de los dos ejecutivos/ejecutores del desastre: Sánchez e Iglesias, que han sido los promotores del entuerto patrio. Pero ellos, eso de dimitir no lo asimilan. Recuerdan al personaje de Fernán Gómez en una vieja película cómica de los cincuenta: ¡ceder, no cederé y que muera conmigo el honor de Palencia! Qué pena...

Felicidades, Albert Rivera: esta dimisión es lo mejor que has hecho desde que te conocemos. A ver si cunde el ejemplo




¿Qué es la Ley D'Hondt?

  • El reparto de diputados por circunscripción se hace según la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG).
  • Madrid y Barcelona sean las circunscripciones con más diputados, 36 y 31, respectivamente.
  • La ley D'hondt es un sistema de cálculo proporcional.
  • Los beneficiados son los partidos mayoritarios y los perjudicados, los pequeños.
El voto de los electores que acudan este domingo a las urnas no vale lo mismo en todas las circunscripciones y su traducción en escaños depende de varios factores. El sistema electoral que rige las votaciones del 26-J tiene algunas claves que se explican a continuación.

¿A cuántos diputados elegimos?

El Congreso se compone de 350 diputados que representan a 52 circunscripciones. El reparto de diputados por circunscripción se hace según la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG).
Según esta norma, Ceuta y Melilla disponen de un diputado cada una, mientras que el resto de circunscripciones (provincias) tienen asignados dos diputados como mínimo y el resto se reparten según la población empadronada.
Esto hace que Madrid y Barcelona sean las circunscripciones con más diputados, 36 y 31, respectivamente, y Soria la provincia con menos, los dos mínimos.

¿Cuál es el sistema de elección en los comicios generales en España?

En España se utiliza la llamada ley D'hondt, que es un sistema de cálculo proporcional creado a finales del siglo XIX por el jurista belga Victor D'Hondt.
Además de España, lo utilizan muchos otros países como Argentina, Francia, Bélgica, Finlandia, Irlanda, Israel o Japón.

¿En qué consiste el sistema D'hondt y cómo se aplica en España?

Para empezar, en cada circunscripción se excluye primero a las candidaturas que no hayan obtenido, al menos, el 3 % de los votos válidos emitidos.
Con el resto de las candidaturas, se ordenan de mayor a menor, en una columna, las cifras de votos obtenidos. Se divide el número de votos obtenidos por cada candidatura por 1, 2, 3, etc., hasta un número igual al de escaños correspondientes a la circunscripción.
Los escaños se atribuyen a las candidaturas que obtengan los cocientes mayores, atendiendo a un orden decreciente.

Un ejemplo de cómo se aplica la Ley D'hondt

Imaginemos que en una provincia se reparten cinco diputados y hay tres partidos que han conseguido más del 3% de los votos válidos emitidos.
Hay que dividir el número de votos que ha obtenido cada partido por 1, 2, 3, 4 y 5. Tendríamos así quince cocientes, y de todos ellos los que obtienen escaño son los cinco cocientes más altos.
Partido A: 80.000 VOTOS
Partido B: 65.000 VOTOS
Partido C: 23.000 VOTOS
PARTIDO VOTOS/1 VOTOS/2 VOTOS/3 VOTOS/4 VOTOS/5
A 80.000(1) 40.000(3) 26.666(5) 20.000 16.000
B 65.000(2) 32.500(4) 21.666 16.250 13.000
C 23.000 11.500 7.666 5.750 4.600
Los escaños se asignan por orden, según los cocientes, de mayor a menor, de forma que el primer diputado lo consigue el partido A (80.000), el segundo es para el B (65.000), el tercero vuelve a ser del A (40.000), el cuarto del B (32.500) y el quinto otra vez para el A (26.666). Mientras, el partido C se ha quedado fuera por muy poco.

¿Es justo este sistema? ¿A quién beneficia?

Según los expertos consultados, podría mejorarse, porque sin duda los beneficiados son los partidos mayoritarios y los perjudicados, los pequeños.
El profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Barcelona Josep María Reniú entiende que este método fuera el elegido en su momento para garantizar gobiernos fuertes en la aún joven democracia española, pero ahora, insiste, no es el adecuado.
Asegura, por ejemplo, que da con facilidad mayorías absolutas y, aunque esto no pase, el partido ganador concentra el poder suficiente para no tener que necesitar mucho a los demás a la hora de sacar adelante iniciativas en el Congreso.
La profesora de Derecho Constitucional de la UNED María Acracia Núñez admite que el sistema no es perfecto pero es "menos malo" que otros como el proporcional directo, que se usa en Reino Unido, en el que sólo obtiene representación el que más votos tiene en cada circunscripción.
Tampoco les benefician los votos en blanco, porque son considerados válidos para hallar el porcentaje mínimo del 3% y eso hace que después sean necesarios muchos más votos para cada escaño.
Mientras, otros partidos que concentran sus votos en pocas circunscripciones consiguen más representación pese a tener menos votos en el conjunto del país.
Además, el hecho de que se dé a cada provincia un mínimo de dos diputados hace que las menos pobladas estén sobrerrepresentadas, lo que tampoco ayuda, en opinión de los expertos, a mantener la proporcionalidad.
Los electores son cada vez más conscientes de esa situación y los grandes partidos se encargan de recordárselo con sus apelaciones al "voto útil" ante la evidencia de que votar a opciones minoritarias en muchas circunscripciones tiene escasa o nula repercusión en los resultados.


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