Educación para la Ciudadanía Precaria
Con el deterioro laboral creciente en el sistema educativo, nuestros hijos podrán recorrer todo el trayecto educativo, de la guardería al máster, saltando de profesor precario en profesor precario
Lo hemos conseguido, el sistema educativo español ha alcanzado un nuevo logro: la extensión de la precariedad docente a todos sus niveles.
Aquello tan viejo (y tan falso) de la ardilla que cruzaba la península
de árbol en árbol, podemos decirlo hoy de los estudiantes: nuestros
hijos podrán recorrer todo el trayecto educativo, de punta a punta, de
principio a fin, de la guardería al máster, saltando de profesor
precario en profesor precario. Con un poco de suerte habrá alguno que en
veinte años de enseñanza no se cruce con ningún profesor con buenas
condiciones laborales. Supera eso, Finlandia.
Empezarán en la primera etapa de infantil, de 0 a 3 años, donde los recibirán educadoras pésimamente pagadas (930
euros al mes por hacerse cargo de nuestros bebés). Luego saltarán a la
educación obligatoria, que cruzarán de cabo a rabo: infantil, primaria,
secundaria. Con un 24% de interinos en la enseñanza pública, es fácil
que a tus hijos les toquen en cada curso unos cuantos de esos profesores
despedidos en verano,
sin vacaciones pagadas ni continuidad en un mismo centro, y que a
menudo comienzan el curso sin saber dónde trabajarán. Y esto en la
pública, que en la concertada encontrarán aún peores condiciones
laborales, con temporalidad, sueldos más bajos y más alumnos por profesor.
En la universidad tendrán incluso más papeletas para disfrutar de la docencia precaria, pues allí ya son mayoría: profesores asociados, ayudantes, investigadores, todos con sueldos muy bajos e
insuficientes horas de clase. Si además tu hijo quiere reforzar su
formación haciendo un curso de idiomas, o cualquier otro tipo de
enseñanza no reglada, le esperan academias llenas de falsos autónomos,
profesores que cobran solo las horas de clase, a tiempo parcial y sin
alcanzar mínimos.
Espera, espera, que no es solo el
personal docente: el conocimiento de primerísima mano de la precariedad
laboral lo pueden experimentar nuestros hijos también fuera de clase, en
los pasillos, aulas de refuerzo, comedor, patio o hasta el baño. Como
me recuerda mi compañero Daniel Fernández, de CGT Enseñanza de
Andalucía, la externalización de cada vez más servicios, desde la
limpieza a las aulas matinales y extraescolares, combinada con la
sobrecarga y escasez de personal que sufren todos los profesionales de
refuerzo (pedagogía terapéutica, logopedas, integración...), están
convirtiendo nuestros centros educativos en un estupendo muestrario del
deterioro laboral.
Si les preocupa las consecuencias
que todo ese deterioro tiene sobre la calidad educativa, pueden estar
tranquilos: no pasará demasiada factura a nuestros hijos. ¿Saben por
qué? Porque todos esos precarios que llenan colegios, institutos,
facultades y academias, suelen sobreponerse a la incertidumbre, la
desmotivación y las dificultades para implicarse en proyectos. La
mayoría de esos precarios pone todo de su parte y más para que nuestros
hijos reciban la mejor educación posible (la mejor posible, insisto: la
mejor que permiten las circunstancias adversas, que no es la mejor
educación que querríamos).
Mírenlo por el lado
positivo: nuestros hijos saldrán mejor preparados para la vida que les
espera ("la vida que les espera" tampoco es ninguna condena ni destino
inevitable: en nuestra mano está frenar hoy esa uberización laboral que
no va a respetar ningún sector). Ya que no todos los alumnos tienen en
casa madres y padres precarios, el sistema educativo garantiza la
igualdad, que todos conozcan de cerca la precariedad. Su presencia en
aulas y pasillos será parte de su educación. Tomémoslo como una nueva
asignatura, transversal y continua, fundamental para la supervivencia:
Educación para la Ciudadanía Precaria.
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