lunes, 18 de noviembre de 2019

La voz de Iñaki





Boaventura de Sousa, el sociólogo portugués que las nuevas izquierdas y los movimientos sociales de todo el mundo reverencian, dijo hace un año al diario digital Infolibre algo que me parece de especial interés en este momento de nuestro país. Decía Sousa, que frente al ciclo reaccionario global, que va cercando el campo democrático europeo, la izquierda se tiene que meter en la cabeza que ha de ser garante de la democracia liberal, la que tantas veces ha denostado, abandonando el sectarismo el dogmatismo y el infantilismo.

Lo recordé la semana pasada cuando escuché a Pablo Iglesias anunciar a su militancia, a media voz, como pisando brasas, como temiendo decepciones que tendrían que ceder en muchas cosas y lo recordé otra vez ayer cuando escuché a Pedro Sánchez pedir el apoyo de sus bases donde todas las esperanzas tienden a inflamarse.
Si finalmente llega a cuajar este gobierno, su principal problema va a ser de carácter doméstico. La indisimulable incomodidad en algunos sectores del PSOE será suave brisa frente a las sacudidas que podrían producir entre los militantes progresistas, especialmente los de Unidas Podemos, la realpolitik; o sea el ejercicio de la acción ordinaria de gobierno con sus múltiples complejidades y contradicciones. Y más aún cuando, sin mayoría, habría que negociar con otros.
El éxito de Portugal se ha producio a costa de cesiones y renuncias, algunas de las cuales los guardianes de las esencias izquierdistas consideraron tradiciones. Dos pulsos de grueso calibre para los lideratos de Sánchez e Iglesias. Entre ellos y con sus respectivas militancias.
En todo caso, no hay que vender la piel del oso antes de cazarlo. Aún falta mucho para el gobierno de coalición. Ciudadanos no lo va a facilitar y Esquerra teme que la abstención le cueste cara en las próximas elecciones catalanas así que a seguir esperando una espera que se podría aprovechar para meditar el mensaje de Boaventura de Sousa.


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Está tan claro como el agua, Iñaki: acordar es ceder. No queda otra. Y así debe ser, porque todo aquello en lo que se cede sin que se muera nadie ni se arruine  la sociedad por tal motivo, no es vital ni tan decisivo como creen los dogmatismos y sus fijaciones; por más nobles que se muestren los dogmas, el acuerdo por el bien común y no por intereses de siglas, lleva consigo altas dosis de nobleza y de lucidez lunghimirante como dicen en Italia. 
Indefectiblemente el acuerdo por el bien común nos lleva al análisis riguroso y honesto de nuestras demandas y a valorar lo esencial por encima de los añadidos y a comprender en la praxis política que tal vez hemos constituido como esencial asuntos que a la hora de la verdad son, serena, civilizada y éticamente, poco urgentes y hasta prescindibles. Y que tantas veces son una simple cuestión de formas, escudos, lazos, discursos, nostalgias infantiles y mitologías estériles y banderas de la inmadurez. A la hora de la verdad, fachas y rojos deben tener un techo pagable y no especulable, poderse pagar la luz, el agua y el gas, comer tres veces al día, vestirse y calzarse dignamente, un trabajo digno y una pensión cotizable por el trabajo realizado al servicio de la sociedad, una sanidad, una enseñanza, una igualitaria protección y atención de la justicia públicas  y  gratuitas, no solo porque se tenga una cuenta bancaria abundante, que no todos pueden permitirse, porque no todos disponen de los mismos medios, estudios, preparación y oportunidades. Hay muchos más rojos y fachas pobres que ricos, la mayoría de españoles no son ricos. Y es esa mayoría social la que necesita los acuerdos más que las minorías cortesanas y con pasta, cuya patria es el dinero como demuestran constantemente huyendo de pagar impuestos. 
Cuando se admira el nivel de vida de los países nórdicos, y de Alemania, Francia o Austria, donde -gobierne la ideología que gobierne- no hay miseria por las calles ni en las casas, aunque haya también pobres y ricos, no se suele caer en la cuenta de que en esos estados los impuestos de los más ricos son altísimos, como también se olvida que esos ricos los pagan convencidos de que vale la pena pagar la mitad del sueldo mensual al estado ya que con la otra media viven de lujo sin que les falte detalle, porque la calidad de vida, la paz social y la convivencia de que disfrutan juntos no tiene precio; están convencidos de que ser millonarios en un estercolero común, donde los pobres no comen si no roban y atracan, donde las mafias acaban por ser las reinas del cotarro, y donde hay que vivir atrincherados o armados como en USA, no vale la pena. Y así lo afirman con buen humor y sabiduría. Con madurez histórica. No en vano, desde que Lutero llevó el Evangelio traducido al alemán, a las casas y al interior  de los alemanes, la conciencia de la Europa "protestante" cambió de abajo a arriba la propia esencia social y política. Allí, hasta los católicos son mucho más evangélicos que vaticanistas. Casi es imposible distinguirlos por lo bien que se llevan y por las actividades que comparten. De repente, vas a una aldeita alemana y te encuentras que las dos iglesias del pueblo, una católica y otra protestante, están al lado una de otra en la misma calle en que las dos comparten el mismo jardín y se llama "Callejón Ecuménico". Sí que hay una diferencia de lo más creativo: musical. Los católicos tienen un coro clásico especialista en Bach, Hendel, Mozart, Beethoven , Vivaldi, etc...Los protestantes han preferido montarse un coro Godspel y espirituales negros, igualmente bellos y conmovedores, con los que  ambos lados de la misma cultura religiosa se complementan y se intercambian conciertos entre sí. También comparten actividades infantiles: los católicos tienen una guardería y los protestantes, talleres familiares pedagógicos y "tardes de gateo", adonde las familias pueden llevar a los bebés a gatear libremente -por una sala enmoquetada llena luz, de música y juguetes artesanos que hacen los niños católicos de la guardería-parvulario en la iglesia de al lado-, mientras los padres y madres o abuelas y abuelos, de ambas religiones, se hacen un té con pastas y se cuentan sus vidas, y las puertas de las casas están sin llave, muchas son de cristal y se desconoce lo que es una alarma. Y hasta el cementerio es un jardín público, dentro del pueblo,con bancos donde se va a tomar el sol y el aire libre, y los chiquillos corretean jugando entre las tumbas, pequeños monumentos familiares y mucho más felices que solemnes. ¿Tal vez porque donde hay justicia social en los recursos e inteligencia y ética en la gestión, el miedo desaparece, no hay vertederos marginales como era el Gallinero en Madrid hasta que Carmena lo eliminó, o como era, cerca de Valencia la Olla del Pastor? ¿Será que cuando hay crecimiento de conciencia colectiva y personal, ya se intuye y se sabe que la vida no se pierde con la muerte sino que abre horizontes en el presente, ni la delincuencia es algo habitual con lo que se cuenta y se hace negocio "segurata"?
Nuestra sociedad rojigualda no está preparada  ni educada para construir ese bien común que tanta falta le hace y que repercute en la economía como en la seguridad, en el abandono, falta de educación y en el imposible de la paz social, con una domesticación del corralismo, del redil, del establo, el rebaño, la manada y la cuadra. Llevamos unos siglos de retraso -cinco y pico- y la crisis está dejando en evidencia, sin miramiento alguno, todo el gato por liebre que hemos ido tejiendo des-pa-ci-to, des-pa-ci-to, entre todos: unos por falta total de conciencia y humanidad, y otros por miedo, que  también es un síntoma inequívoco de una terrible y miserable falta de conciencia...Por eso es tan difícil entenderse y arriesgarse al cambio que inicie otra etapa mejor. No hay costumbre. Ni hábito que haga al monje, si el monje no pilla porcentajes  ad hoc. Sólo se valoran las órdenes, leyes y porcojonismo adjunto, ya sea uniformado, escañeado, togado, ensotanado o entronizado. El caso es que alguien vuele lo más alto posible sobre el nido del cuco y que el vuelo le permita mandar y gobernar a su antojo y a sus mejunjes, eso es lo que cuenta, lo demás ya se irá  viendo y perpetrando por el camino de la trepa. Por ese alpinismo freelance que en la franquicia española llamamos "meterse en política..." para forrarse, of course.

Dialogar, debatir desde la conciencia y acordar, es crecer como sociedad y como países. Como comunidades sociales obligadas a convivir sí o sí en el mejor hábitat humano posible. Un derecho y un deber inseparables, que jamás deben perder de vista los extremos que se apoderan de las raíces de todos y por ello se creen más 'radicales' y 'puros' que los demás, tratando de colocar las raíces de la comunidad en un fasci-terreno exclusivo y excluyente (recordemos que aunque lo intenta, el fascio no tiene ideas, solo testosterona, y solo sabe dar hostias a tutiplén a cualquier conato de inteligencia y acuerdo). Un trastorno  metodo-ilógico que a lo largo de la historia constantemente genera conflictos, violencia, fanatismo, represiones, inquisición, avaricia sin límites, soberbia suicida-sumisión necrófila, tensiones estúpidas de la rivalidad egocéntrica entre caciques, odio ideológico y rechazo mutuo, que impiden descubrir algo bueno en los que no tienen la misma opinión de quienes pretenden poseer 'la verdad', única e intocable, ... dos bandos/bandas sempiternos, que sólo la conciencia cívica y ética considerará innecesarios cuando se haga consciente de quienes son los titiriteros del guiñol y de que una conciencia colectiva inteligente no necesita titiriteros sino seres libres e inteligentes capaces de servir al bien común abriendo canales que conviertan las trombas de agua en regadío, sin dejarse embaucar por la teatralidad del cotarro.  A eso se refiere Boaventura de Sousa cuando habla de acuerdos para este tiempo convulso cuando habla de la misión de la nueva izquierda europea. Lo mismo dicen Janis Varoufakis, Lula da Silva, Melenchon,  Bernie Sanders, Julio Anguita... y hasta Macron y Angela Merkel que de izquierda solo tienen una mano, un pie, un ojo, un oído y un hemisferio cerebral. Cualquier persona sensata y consciente dirá lo mismo.

Entonces, seamos sensatas/os y conscientes

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