Tarjeta roja. ¡Por homeópata!
El más alto objeto de
conocimiento es la naturaleza esencial del Bien, de donde procede el
valor que otorgamos a todo lo bueno y correcto.
Platón
Después de tantos años de profesión pensaba que lo había visto casi
todo, pero cada día puede surgir una nueva sorpresa de la infinita
capacidad que tenemos los médicos para el absurdo.Os preguntaréis de que va mi discurso de la tarjeta roja. Quizás un tema deportivo, más que médico o humanista que es de lo que habitualmente escribo. Pero es más bien una metáfora de mi expulsión del campo de la medicina de familia.
El caso es, que hace un tiempo me llamó un amigo para notificarme que no podía participar en una mesa en el contexto de un congreso de Atención Primaria. La razón de peso: que yo era homeópata.
Sentí al mismo tiempo vergüenza por la situación por la que estaba pasando mi amigo y tristeza por comprobar a donde hemos llegado. Tristeza por los médicos que de forma unánime me juzgaron sin conocerme, solo por lo que hayan podido ver en las redes sociales.
Y pensé que mis compañeros estaban actuando conmigo como si a un paciente se le tratara a través de una fotografía de Instagram o a un presunto delincuente se le condenara a prisión por un vídeo de YouTube directamente. Lo menos que se puede pensar es que estamos en un loco mundo al revés o posiblemente es que seamos nosotros los que vamos como los cangrejos hacia atrás.
ME PREGUNTÉ SI HOMEÓPATA SERÍA EQUIVALENTE A MUJER, JUDÍO, NEGRO, HOMOSEXUAL O DISCAPACITADO Y ENTONCES ME SENTÍ ORGULLOSO. ORGULLOSO DE SER COMPARADO CON PERSONAS QUE COMO CIUDADANO Y MÉDICO RESPETO.
Vinieron a mi mente Galileo, Miguel Servet, y los miles de personas quemadas en la hoguera en las plazas públicas de nuestro país por la Inquisición. Y también en aquella ley de vagos y maleantes de los tristes y grises tiempos de la dictadura.Me pregunté si homeópata sería equivalente a mujer, judío, negro, homosexual o discapacitado y entonces me sentí orgulloso. Orgulloso de ser comparado con personas que como ciudadano y médico respeto. Orgulloso porque mi hijo es discapacitado.
Y volví a sentir mucha pena. Pena por la medicina. ¡Qué diría Marañón! Me vino el maestro al alma en un instante.
Pena por esta sociedad hipócrita y pagada de sí misma. Por pertenecer a ese colectivo de personas. Y sobre todo, pena por ellos. Por su poca ciencia y conciencia.
Y junto a la pena, alivio. Alivio de no tener que emplear montones de horas de estudio y de trabajo delante del ordenador para compartirlo. A pesar de que compartir es mi razón de ser. De ser médico y persona.
Pensé que quizás la propuesta tenía que ver con mis 34 años como médico de familia con experiencia clínica, docente e investigadora, con mi interés especial en durante los últimos 6 años, en el tema que iba a tratar y por mi pasión por la comunicación que sería el eje vertebrador de mis palabras.
Y entonces, me di cuenta de que si algo había faltado en este asunto era comunicación. Comunicación como base de las relaciones humanas. Comunicación como herramienta principal del médico, sea médico de familia, cardiólogo, psiquiatra u homeópata.
Comunicación en la filosofía, la música, el relato, la poesía. Comunicación como encuentro y persuasión.
Porque como dice Marisa Madieri en su Verde agua, “quisiera un tiempo que no pasa, la hora de la persuasión, porque sé que no me espera nada más hermoso que el presente que vivo“ y la compañía de Arancha y Juan mientras escribo estas reflexiones que comparto con vosotros.
- Marinoff L. Más Platón y menos prozac. Byblos. Barcelona.2004
- Kamen, H. La Inquisición Española. Una revisión histórica (3ª edición). Crítica. Barcelona. 2011.
- https://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1954/198/A04862-04862.pdf. LEY DE 15 DE JULIO DE 1954 por la que se modifican los artículos 2. y 6. ° de la Ley de Vagos y Maleantes, de 4 de agosto de 1933.
- Marañón G. La medicina y nuestro tiempo. Espasa Calpe. Madrid. 1980
- Madieri M. Verde agua. Minúscula. Barcelona. 2000.
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