domingo, 3 de abril de 2016

Vargas Llosa y el impudor

Luis García Montero 

02/04/2016     
El escritor Mario Vargas Llosa tiene como una de sus prioridades la meditación sobre la libertad. No creo que carezca de sentido que su última novela, Cinco esquinas (Alfaguara, 2016), aborde esta reflexión desde una perspectiva sexualizada. La historia empieza con la sorpresa erótica de dos amigas que descubren su deseo en una noche cómplice. Compartiendo cama sin malas intenciones, Marisa le pone de pronto la mano en el muslo a Chabela y Chabela le coloca esa mano en la entrepierna. Después llegan con mutua felicidad los besos, los cuellos, los giros del cuerpo, los pechos, los vientres y el trajinar de los sexos en los dedos y en las bocas. Una buena noche desde luego.

El sexo es libertad y afirmación de vida. Volvemos a entender uno de los ejes fundamentales de esta novela cuando Luciano cuenta que su abuelo, un señorón muy blanco y muy latifundista, se casó con una china chola. Marisa ofrece las razones de este acto de libertad: “La explicación es el amor… Cuál va a ser, pues. El señorón se enamoró de la chinita y sanseacabó. ¿No dicen que las orientales son unas fieras en la cama?”.

El proceso de sexualización de la libertad se completa cuando el debate sobre la prensa es fijado por el argumento en las publicaciones del corazón. Las revistas que cuentan historias de amor y cenas en ciudades de ensueño se convierten en un peligro cuando, en vez de dedicarse a los sonrientes enlaces y las exclusivas bien pagadas, se atreven a derivar hacia los territorios del chismorreo duro, los adulterios, las orgías y el chantaje. ¿Dónde están los límites de la libertad de expresión?

Un escritor tiene el derecho y la obligación ética de responder a su conciencia. También tiene la responsabilidad de argumentar con solvencia intelectual sus ideas. No es extraño que Vargas Llosa sea un pensador reaccionario. Ha habido grandes escritores y filósofos reaccionarios. Lo que extraña es la falta de rigor con la que plantea en los últimos años sus meditaciones sobre la libertad. Lo de la prensa rosa es un ejemplo más.

Cuando el llamado periodismo serio pasa por unos momentos de crisis profunda, cuando las grandes cabeceras del mundo están en manos de los bancos y los fondos de inversión, cuando el poder del dinero está liquidando la veracidad de las informaciones, la dignidad del oficio y el periodismo independiente, plantear la cuestión desde el punto de vista de la prensa del chismorreo es una estrategia con muy poca consistencia. A no ser, claro, que se quiera utilizar la sexualidad como una metáfora del neoliberalismo económico. Es la sexualización de la libertad.

Pero entonces conviene tener en cuenta algunas cosas. La cama es un lugar compartido y el deseo libre sólo es legítimo si se respeta la libertad del otro. Frente a la hipocresía social, la novela de Vargas Llosa va desvelando que todos somos seres sexuales y tenemos nuestros secretos. Los maridos de Marisa y Chabela acaban entrando en el juego. No aceptarlo es una mentira. ¿Pero dónde están los límites del cuerpo? Desde luego no en ninguna consigna de carácter represivo, pero sí en los valores éticos que son necesarios para fundar una cama alegre. El derecho a la violación o al abuso de menores, el gusto sin límites por la explotación de los débiles o la mercantilización de los cuerpos suponen una forma muy peligrosa y mezquina de entender la libertad.

La libertad del neoliberalismo salvaje, ya que estamos en terrenos sexualizados, tiene mucho de violación. Justifica el deseo sin límites del más fuerte, otorga el poder al individualismo más egoísta y se olvida de que la libertad democrática no sólo surgió como respeto a las energías personales, sino también como deseo de regular marcos justos de convivencia. Para que Marisa y Chabela pasen una buena noche hace falta que las dos quieran disfrutar de su abrazo. El abuso de una de ellas no puede ser entendido como libertad. La fidelidad, el engaño de pareja, los cuernos, las separaciones, dependen desde luego de cada voluntad, son un asunto propio. Pero las violaciones son una cuestión de convivencia y exigen una regulación pública.

La inteligencia de Vargas Llosa se resiente en su deriva neoliberal. En su libro La civilización del espectáculo (2012) hizo un análisis interesante de la lógica cultural que provoca una confusión absoluta entre valor y precio. Sus efectos en la literatura, el arte, la comunicación, la prensa rosa o la prensa seria, las costumbres y la política son muy negativas. El problema llega cuando Vargas Llosa se enfrenta a una realidad contradictoria para él: el causante es el mercado o la libertad entendida desde un absolutismo mercantilista. Llegados a este punto intenta desviar la culpa hacia la desaparición de las élites y la labor de los críticos. Pero lo hace con poco rigor. No creo que se refiera a las élites económicas, porque esas están cada vez más consolidadas y más cerca de él. Las otras élites, las culturales, además de suponer un concepto problemático, han sido sustituidas por las grandes audiencias de la telebasura a causa de las estrategias del mercado. Así que su argumentación es un túnel sin salida.

La sexualización del concepto de libertad que propone Vargas Llosa en Cinco esquinas es poco consistente. Más que del escritor que fue, progresista o conservador, es propia del personaje que se ha rodeado de la gente de Hola y de los grandes figurones del neoliberalismo para celebrar su 80 cumpleaños. Una tristeza. 

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Gracias, Luis, por este análisis tan limpio y transparente dedicado a alguien de tan turbias tintas y enmohecida caligrafía literaria. Vargas Llosa es un prototipo escribidor de exclusivo y excluyente virtuosismo formal. Es como los pájaros exóticos: tiene un brillante plumaje, hace verdaderas miniaturas virgueras con las palabras y el ingenio de superficie, pero decir, dice poco, si se trata de aportar algo de sustancia que vaya más allá de la mostrenquez, de la evidencia patatera. Por ejemplo, su concepción del sexo, más que libre, de burdel cognitivo, deja muchísimo que desear en esa confusión al retortero entre churras y merinas. Está claro que el poder rehabilitador y desbastador de la sensibilidad humana que posee la literatura en particular y el arte en general, se estrella en los acantilados de la mediocridad psicoemotiva de este buen hombre que lleva la tira de años confundiendo la conciencia ética con Inditex y las boutiques de la 5ª Avenida y su compromiso político con la redacción de Hola y Sálvame. En La Mancha dirían que es experto en confundir la velocidad con el tocino. 

La sexualidad humana es un don y una extraordinaria cualidad que, como la inteligencia y los sentimientos, se puede poner  "a rentar y a producir" de muchas maneras, -por acercar el símil a la tendencia que preside la vena de Vargas Llosa, en un constante "aquí te pillo y aquí te exploto mientras me forro especulando con tu minusvalía social y adquisitiva, muy por debajo de mi talento-." 
Se puede tratar literariamente desde el tabú hasta lo más escandaloso y descarnado sin necesidad de agredir la sensibilidad y la integridad ética de los lectores. Cuando el arte se convierte en violación de conciencias y en arcada psicológica deja de ser arte para convertirse en traca banal y en manoseo de mercadillo. En basura impresa, sonora o visual. Y eso se produce cuando se hace "arte" a partir de la crueldad y la miseria espiritual, que es la miseria humana por antonomasia, magnificándola con un refinamiento hipócrita que la intenta sublimar, camuflando de lagarterana la falta de sustancia. Es el caso de Vargas Llosa. La antítesis de talentos como el de García Márquez, por ejemplo, quien cada tema que tocaba, incluida la sexualidad, se convertía en un milagro de luz y de conocimiento, de belleza auténtica. de gozo o de dolor pero en sano y asumible, no de pegatina y tópicos sin fuste. Son los dos polos opuestos que explican la diferencia entre la dignidad y la degradación  en el arte de escribir.

El creador genial es capaz de tratar los temas más repugnantes con tanta inteligencia y profunda belleza que acaba por trasmutarlos y hacer de ellos un aprendizaje arquetípico universal. Por ejemplo, ahí están en la escritura, además de Gª Márquez, Cortázar o Juan Rulfo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Plauto, Shakespeare, Calderón, Lope, Cervantes, Molière, Ibsen o Victor Hugo, Tolstoi o Dostoiewsky, sin más lejos y por citar solo a unos pocos.  En cambio el manipulador comercial de banalidades hace de los temas más sublimes un prostíbulo 'legalizado' y publicitado como algo extraordinario por los mercaderes de la mediocridad. Es la misma "filosofía" de C's con su propuesta equivalente de "legalizar" la indignidad del comercio sexual, en vez de hacer todo lo posible para que desaparezca con propuestas mucho más atractivas y sanas, y con la idea de hacer pagar al sexo comercializado los impuestos que no se le cobran a la Iglesia católica, que es la verdadera prostituta del Apocalipsis. La reina del negocio. Reducir la sexualidad humana a simple crónica voyeur de viejo verde es muy pobre y muy triste, la verdad, como culminación de una rutilante carrera editorial de Premio Nobel.

Admiré el talento descriptivo de Vargas Llosa hasta que, hace la tira de años, leí Pantaleón y las visitadoras e Historia de Mayta. Entonces tiré la toalla y no le he vuelto a leer.  Ni tengo intención de hacerlo aunque le concedan el Nobel intergaláctico. Como tampoco leería el diario médico del Mengele. No pierdo el tesoro de mi tiempo en leer crueldades de taxidermista sádico y manipulador ideológico ni me apetece llenarme el inconsciente de desperdicios y residuos tóxicos. Es un 'violautor'  de la Literatura y de su belleza. Los violadores me repugnan en cualquier ámbito. Y aún más los violadores que no solo camuflan su delito en "el arte", sino, que para más inri, se exhiben cínicamente como próceres de las libertades y las democracias, siendo mamporreros de la miseria y del abuso más indecente, que consiste en el toco-mocho de vender como maravillas la quintaesencia de las heces. Que para colmo no son heces de verdad. Sino de plástico. Ni siquiera se pueden aprovechar como estiércol. 

Que elementos como éste y Azúa sean galardonados por academias, deja hecho unos zorros el concepto académico que le dieron los griegos al término original y es la muestra palpable del analfabetismo rampante, espiritual y cognitivo, en el que se ha hundido la cultura occidental a base de confundir el culo con las témporas. La virtud con la hipocresía. El sofá de Freud con el de Bertín Osborne. Sálvame con la universidad popular. Y el Hola con la Enciclopedia Británica. Tanta mugre escatológica no la puede eliminar ni siquiera Porcelanosa. Parafraseando a la reina de España, eso sí que es merde. A tutiplén. De baja cuna y de alta cama, como diría Eva Sobredo, alias Cecilia, q.e.p.d, como en paz marmórea descansan for ever & ever  la inteligencia y la ética neoliberales.

Es mucho más lúcido y humanamente reconfortante, ser anónimo honesto y veraz, que ser famoso y venerado por cínico y fatuo pagando el peaje de la propia podredumbre.

En el budismo se considera uno de los grados más altos de compasión llegar a comprender y a sentir piedad por la miseria de los más ricos, afamados y poderosos, por lo difícil que tienen el camino de la iluminación. Confieso que yo no llego a ese nivel de perfección. Confieso que tampoco les haría daño alguno si estuviese en mi mano esa posibilidad, pero sí me gustaría que por un tiempo, y a consecuencia de sus injusticias y crueldades asumidas como normalidad, padecieran los efectos de  los mismos males que causan al resto de humanidad que machacan, confunden, engañan, estafan, explotan y violan. No disfrutaría viéndoles sufrir, pero me alegraría muchísimo de que recibiesen el tratamiento adecuado a su enfermedad hasta que se curasen y dejasen de ser un foco de infección medioambiental.


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