lunes, 4 de abril de 2016

Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón

por Juan Carlos Escudier

4 abr 2016 (Público)


Difundidos en España por La Sexta y El Confidencial y analizados por un centenar de medios de 76 países, los 11,5 millones de documentos regurgitados desde esa cloaca del ocultismo financiero que es el bufete panameño Mossak Fonseca van dejando algunas revelaciones sobre la cleptomanía de la dirigencia mundial pero, sobre todo, suponen la confirmación de que el enfoque sobre la crisis del capitalismo partía de una premisa errónea: no hay corrupción en el sistema porque, de hecho, la corrupción es el sistema.
De la perversión de este capitalismo de rapiña ya teníamos pruebas suficientes sin necesidad de muchos más datos. Sabíamos que quienes hacían las leyes trabajaban el doble para hacer también las trampas y que la lucha de clases puede que sea el motor de la historia pero de una historia en la que siempre ganan los mismos.
Los jefes de Estado y de Gobierno, sus familiares o los políticos que, según muestran los documentos que han salido a la luz, constituyeron sociedades opacas para ocultar sus desfalcos, su patrimonio o, simplemente, para no pagar impuestos no han engañado a nadie. Bastaba sumar dos más dos. ¿Que por qué las grandes potencias, el G-7, el G-20 o el punto G se han mostrado incapaces de acabar con los paraísos fiscales, una vez que fue palmario que se encontraban en el origen de la crisis financiera internacional? Pues porque muchos de quienes se sentaban en esos cenáculos eran sus principales clientes.
Estamos comprobando lo que ya sabíamos. Según parece, Putin ha robado a manos llenas y le ha servido de testaferro un amigo violonchelista; también lo han hecho los jeques del Golfo o los golfos de los jeques; los Messi han querido seguir regateando a Hacienda; y hasta hemos descubierto que la hermana del emérito, sin tocar el violonchelo, ha tenido una cuenta oculta en Panamá por si venían mal dadas, se supone que a ella y a su familia. ¿De verdad que hay alguien asombrado?
Más datos no nos han podido dar. Europa elige como presidente de la Comisión a un tal Juncker que, como primer ministro de Luxemburgo, se hinchó a firmar acuerdos secretos con multinacionales para permitirles tributar al 1%. ¿Alguien en su sano juicio podría llegar a pensar que el caballero en cuestión impulsaría una cruzada contra los evasores fiscales?
Ni siquiera hay que irse tan lejos. A ese mismo 1% han tributado las sicav de los ricos de este país, un fraude consentido por si decidían llevarle la pasta a los Mossek Fonseca de turno. Nos hemos tragado que a los Botín se les olvidó declarar 2.000 millones de euros de nada de la fortuna familiar y se les ha permitido la repatriación a portes debidos. Nada más conocer que el bueno de Falciani tenía una lista, Montoro dispuso una amnistía fiscal para que al 3% nuestros más reputados delincuentes afloraran su dinero negro. Y para luchar denodadamente contra el fraude se mantiene la nómina más exigua de inspectores de Occidente, no vaya a ser que esa economía sumergida que representa un tercio del PIB salga a la superficie a tomar aire. ¿Casualidades de la vida?
La corrupción es el sistema y aún así, desde la política, “el medio de ganarse la vida preferido por la parte más degradada de nuestras clases delictivas”, que decía Bierce, se insiste en hacer pedagogía: los pobres tienen que pagar impuestos, Hacienda somos todos menos la infanta, hay que sostener la educación, la sanidad y los butrones de la Gürtel, Jersey es una prenda de abrigo y no una isla refugio de los piratas, y así. Que nos cuenten ahora el de Caperucita.

No hay comentarios: